Por Ronalth Ochaeta Aguilar
Genera un colapso desequilibrado del entendimiento profundo entre pasado y presente, presente y futuro, y su auditorio: la gran mayoría de los electores racionalizan el genocidio como una historia ficticia, es difícil de comprobar, dicen algunos pero los muertos hablan. Negar que en este país no hubo “genocidio” es “no querer a tu patria y negar tu historia”. Mi padre en una ocasión con lágrimas en los ojos cuenta sus anécdotas en sus diversas etapas de vida como universitario, historias de amigos asesinados y desaparecidos, revolucionario, exilado, activista de derechos humanos y hoy docente y jubilado, ex funcionario de Naciones Unidas.
Mi padre me cuenta que Otto Pérez Molina recibió cursos de derecho internacional avalado por el Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas y mi padre fue su docente, allá por los años noventa y me cuenta a pesar de su oscura biografía, peco cómo buen cristiano en silencio tratar de perdonar a su perseguidor y pensó; es necesario limpiar mi corazón cristiano. A pesar que el actual candidato, el Ejército y la G2, en su momento le persiguieron a mi padre, tío y familia desde los años ochenta hasta fines de los años noventa.
Cuenta que dicho curso se tuvo una discusión profunda y tensa entre militares pro y anti derechos humanos y estos militares le hicieron una pregunta capciosa;
Sí, tal vez, en este país hubo genocidio. ¿Pero quién sentencia a la potencia que puso las balas?
Y mi padre les responde;
La historia y la justicia no juzgan Estados, juzga hombres que cometieron barbarie y aniquilaron humanos.
Hoy día Wikileaks revela la absurda realidad del etnicismo moderno liberal – conservador de Zigmuth Bauman habla. Este ser “blanco líquido” manipula realidades, califica y descalifica políticos, pone titulares de prensa y dicta las políticas públicas de naciones y pueblos enteros, distorsiona mercados y roba riqueza. Recobra sentido en mi cabeza este concepto para explicarme la brutal realidad que consumimos y nos convertimos en objetos inanimados que no poseen valor humano y que el sistema líquido legitima. Si sos de algún bando que no sea el de ellos te deslegitima y legitima aquellos políticos que con evidencia empírica y científica son genocidas. Los medios de comunicación pecan al igual que mi padre, pero no por buenos cristianos sino por algunas cuantas monedas, y sentencian a esta sociedad sitiada y consumada al olvido.
Hoy mi padre refugiado, en su casa de habitación entre libros, cátedras, alumnos y ojos que reclaman justicia, me dice; “tengo tantos muertos que merecen justicia, no tendré paz en mí, hasta dejar ansiar los sueños de mis muertos pero no puedo cerrar los ojos a esta esperanza rota para ver cambiar este esquema de asimetrías de poder y sembrar futuro aunque sea con mis alumnos”.
Sociedad consumada, me recuerda dicha frase, en mis lecturas de Zygmuth Bauman; quién su primer libro me lo recomendó mi padre y siente cierta afinidad por dicho autor; ya que había escuchado de un polaco que fue víctima del holocausto, que militó en el partido comunista y fue revolucionario y hoy día, dedica sus días a la academia y la reflexión sobre la sociedad contemporánea contraponiéndose a la derecha neoliberal, a la modernidad líquida y consumista pero ante todo, desenmascarar a los esquemas analíticos tanto de la derecha como la vieja guardia de la izquierda que habita en un topus sin uranos.
Consumimos información, rentamos nuestras vidas, hipotecamos nuestras billeteras y la acumulación originaria de capital trasciende fronteras, firmamos contratos con objetos físicos que son maleables y líquidos en esta realidad. Teorizan sobre el genocidio pero que niega los hechos científicos, materiales y físicos, de un desfase de 36 años de una sociedad supuestamente “civilizada” donde las esferas de poder actuaron como caníbales, sacrificando inocentes, justificando guerra y haciendo propaganda de la derrota del comunismo pero sacrificando indígenas, ladinos y civiles y hoy día siguen descalificando movimientos sociales y activistas de todo tipo. Sino miremos Panzós de 1979 al 2011, ¿ha cambiado en algo?
Guatemala es una sociedad sitiada, buscan sus ciudadanos esa capacidad de reconciliación que sufrió una brutal ruptura en tiempos de paz pero el sistema los acorrala sin ofrecerles acceso a justicia. Ahora se ha abierto brecha en estos tiempos de lucha contra la impunidad y el reclamo histórico de las víctimas de la guerra sino también las víctimas del hoy, es justo este reclamo y a la vez esta lucha debe orientarse contra de la ideología del olvido que descalifica cualquier tipo de deslegitimación contra sistema establecido y genera en contraposición, una sociedad sedienta de justicia.
Hoy por hoy la violencia se intensifica y el monstruo llamado narcotráfico captura a este frágil y pequeño Estado, limitando nuestras capacidades de afianzar institucionalidad y corregir la plana al mal paso de estos 26 años de democracia. Quiera o no, la oportunidad de construir futuro sigue firme pero no dependerá de la generación de mi padre, sino de la nuestra para hacer de Guatemala una sociedad digna y que se reconcilie consigo misma.
Los desafíos son monumentales pero no imposibles, empezando a colocar cercas a los que promueven la ideología del olvido, abrir espacios para nosotros los que queremos juzgar el pasado y presente para dialogar hoy, el futuro. Aunque sea bajo las botas de un militar y genocida, este gobierne los destinos de este país por cuatro años, aunque sea el calvario que sufrimos por la violencia y el narcotráfico. El cambio, está a la vuelta de la esquina.
La esperanza está rota pero no perdida. A usted, Fredy.
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