La basa de tan descomunal éxito fue el sudor y la constancia aderezada con las especias de la humildad y la sencillez, valores humanos de los medallistas que trajeron a mi memoria dos anécdotas del mundo científico: Una, sucedida en 1950 cuando un estudiante de Hannover preguntó a Albert Einstein cuánto de inteligencia se necesitaba para ser Premio Nobel y el sabio contestó: “De inteligencia 5%, de transpiración 95%”. La otra, aconteció pocos años antes cuando Tomás Alva Edison dijo: “La genialidad necesita 99% de transpiración y 1% de inspiración”.
El nexo entre lo dicho por los académicos y el triunfo de nuestros atletas estriba en que Alva Edison y Einstein, como los deportistas guatemaltecos, no tuvieron a menos la inteligencia sino menoscabaron esa condición de petulancia que hasta muy entrado el siglo XX se confundía con la erudición. Lamentablemente, esa insulsez sí ha hecho nido en el futbol guatemalteco y le ha provocado más daño que una goleada propinada por la selección española en su mejor momento del último mundial.
De quienes participaron en Guadalajara solamente conozco físicamente a Erick Barrondo. Lo he visto dos veces en competencia. Sé de Aníbal Paau porque sus triunfos lo han distinguido y de ambos puedo decir con certeza: no ven el éxito como algo alcanzado sino un límite a rebasar.
¿Y qué decir de Ana Sofía Gómez, Jamy Amarilis Franco y Mirna Sucely Ortiz? La naturalidad en sus movimientos y la transparencia de su mirada indican que a través de sus ojos se puede ver hasta siempre. Son luminarias que alumbran y no deslumbran. Quien alumbra puede ser ejemplo, aquella que deslumbra enceguece.
María Dolores Castellanos, Daniel Quiyuch y Kevin Cordón hicieron lo suyo, y junto a Juan Ignacio Maegli, Sergio Sánchez yJean Pierre Brol, han mostrado al mundo una Guatemala diferente. Una Guatemala de abnegación, sacrificio y valentía. Le han dicho a la comunidad internacional que también somos buena noticia y no solo reseña de masacres, genocidio y fraudes electorales.
Insisto en la humildad y sencillez de quienes hicieron brillar a Guatemala en Guadalajara porque, en el extremo opuesto del entablado, he visto salir del interior a muchos jóvenes que los seleccionan para ser futbolistas y en poco tiempo cambian su forma de ser: regresan a sus pueblos hablando como argentinos, caminando diferente y tratando de deslumbrar y así, en poco tiempo se pierden en el anonimato y vuelven a ser hombre masa.
Tal sintomatología, la del futbol, indica que algo o mucho anda mal en la dirigencia de ese deporte. Y si semejante fiambre lo vinculamos a sus pésimos resultados o a victorias pírricas como la obtenida contra San Vicente-Las Granadinas no podemos menos que recordar a cierto presidente que, cuando se le ocurrió la utopía de recobrar Belice por la vía armada, decía que lo apoyaban “Las Islas Vírgenes y la Isla Contadora”.
A tenor de lo actuado por nuestras y nuestros atletas en Guadalajara: ¿No es tiempo ya de volver la mirada y apoyar aquellos deportes que bien vale la pena apuntalar en orden a los resultados obtenidos? A mi juicio, impedir que la selección nacional de balompié participara en Guadalajara porque no se presentaron a la juramentación fue una medida correcta. Ningún torneo nacional o internacional debe estar por encima de una jura de lealtad a la patria.
A las heroínas y héroes mencionados y a las/los no menos titanes: Stuardo Solórzano, Andrei Gheorghe, Cheili González, Jason Hess y José Daniel Hernández: B’ANYOX.
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