En 2008, la socióloga Sara Sefchovich publicó una obra que tenía como titulo «País de mentiras: la distancia entre el discurso y la realidad en la cultura mexicana». En sus 436 páginas, la autora presenta datos y anécdotas recopiladas meticulosamente durante un lapso de 15 años, siendo el resultado una abrumadora evidencia de la distancia entre lo que se dice, y lo que se hace realmente en México. Adicionalmente, la autora tipifica las mil y una forma en la que las autoridades y la sociedad mexicana ha inventado para darle a la mentira, la apariencia de verdad, con lo cual el trabajo de Sefchovich es una contundente muestra de ese mundo paralelo ficticio en el que el Estado y las instituciones mexicanas decidieron vivir, a espaldas completamente de la realidad verdadera de los mexicanos.
Desde el primer momento en que leí ese libro, pude percatarme plenamente que de realizarse un esfuerzo editorial similar en Guatemala, igualmente descubriríamos ese universo paralelo que Sefchovich llama «de papel». Apostaría, de hecho, a que en nuestro caso, habría aún mayor evidencia y sería incluso muchísimo más sencillo demostrar esa lógica formalista, grandilocuente y fantástica en la que se emiten los discursos y declaraciones públicas de las autoridades y la realidad mediocre, lacerante y catastrófica en la que realmente se movería la institucionalidad pública: por eso, desde el 2005, cuando empecé a trabajar en Guatemala, adopté el concepto de «Estado Anómico» para describir esa distancia entre el ideal en la que se elaboran las declaraciones y documentos públicos, y la terrible realidad que en la práctica es la que prevalece en la sociedad.
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Un incidente casual, paradójicamente, le dio alas a la imaginación ciudadana: un poco más de un mes después de que el presidente Giammattei declarara a Guatemala como la «Capital Provida de Iberoamérica», la secretaría de Comunicación dio a conocer un logo en que parecía leerse la frase «GuateMata» (el énfasis en la letra M la hacemos nosotros), debido a que en el mencionado arte, la línea de la primera letra T se extendía a lo largo de toda la palabra, incluso atravesando la letra L, con lo cual daba la impresión de la desafortunada expresión. Inmediatamente, muchos analistas iniciaron la reflexión sobre el verdadero significado que escondía ese aparente error: un Estado que ha abandonado el mandato del artículo 1 de la Constitución de la República, de manera que lejos de ser garante de la unidad nacional, en realidad se erige como celoso guardián de la desigualdad, la injusticia y el desamparo de una gran mayoría, a la cuales ni siquiera les brinda las mínimas condiciones para poder vivir decentemente.
Recientemente, tuve la oportunidad de presentar la sistematización que he hecho sobre el concepto de Estado Anómico a un selecto grupo de analistas guatemaltecos y en los comentarios, dos destacados intelectuales me dijeron dos frases que ahora comparto. En primer lugar, el Dr. Rafael Espada, quién luego de su paso por el gobierno de Álvaro Colóm, aún sigue buscando la forma de contribuir al desarrollo del país. Luego de escuchar mi argumentación, concluyó con una magistral conclusión: Guatemala es un enorme desorden muy bien organizado que siempre favorece a las mafias que lo gobiernan. Una segunda expresión provino del exembajador Gert Rosenthal, destacado analista y diplomático guatemalteco que con el peso de la experiencia, comento a grosso modo: «los economistas desde hace años hemos venido estudiando el funcionamiento del Estado de Guatemala, y nos preocupa que en nuestro país, las instituciones públicas ni siquiera realizan las tareas mínimas y básicas que si se cumplen en la mayoría de Estados de la región».
Cuando finalmente escribamos ese libro sobre la Guatemala que se pregona en el papel de las leyes y los documentos públicos, así como en los discursos oficiales, pero que jamás encontraremos en la realidad, le daremos nombre a este colosal sistema que se ha diseñado para mentir de forma sistemática; mientras tanto, solo basta escuchar la propaganda del Ministerio Público, los discursos presidenciales o las declaraciones del actual Consejo Superior Universitario cuando proclaman a un nuevo y flamante Rector. Entonces sabremos a ciencia cierta que hemos aterrizado en la Guatemala real: el reino de donde los actores políticos mienten mañana, tarde y noche.
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