La colega Yesenia Martínez, quien también sufrió los vejámenes del régimen golpista como coordinadora del Centro Documental de Investigaciones Históricas de Honduras (CDIHH), señala en su artículo acerca del impacto del golpe de Estado en las instituciones culturales hondureñas publicado el año pasado que el rompimiento del orden constitucional truncó en el Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH) la gestión de una cartera de más de 60 proyectos cuyo valor total, incluyendo el aporte de la cooperación internacional, superaba más del US$1.5 millones.
La secretaria de Cultura nombrada por el régimen de facto, la abogada Myrna Castro, con su manifiesta ineptitud e intolerancia, se constituyó en la mejor expresión de la irracionalidad del régimen impuesto: su paso por la dependencia terminó por socavar las bases de una nueva política cultural que Honduras necesitaba desde hacía tres décadas para hacerla más integral e incluyente y superar su antigua adscripción al folclorismo insulso.
Castro —de presencia habitual en las notas de las revistas de papel couché y además diputada cercana al sector militar que apoyó la designación de Roberto Micheletti como presidente de facto— exhibió en sus intervenciones públicas una estulticia que ha indignado de manera unánime al sector académico y cultural de la región, al menospreciar el arduo trabajo de los colegas Rodolfo Pastor y Darío Euraque favoreciendo la restitución de la promoción turística, la “mayanización” y la moda como expresiones de la “cultura hondureña”.
Junto a las autoridades del Instituto Hondureño de Turismo (ITH) y la Cámara Nacional de Turismo de Honduras (CANATURH), se encargó de fraguar la expulsión del IHAH del Dr. Euraque, ya que no contaba con ninguna legitimidad para despedirle o destituirle, como lo intentó en dos ocasiones. Ella recurrió a toda clase de argucias reñidas con la ley orgánica de la institución, hasta que Darío decidió por iniciativa propia abandonar su despacho el 4 de septiembre de 2009 para retornar a sus labores académicas en el Trinity College, de Estados Unidos, y escribir su testimonio de lo sucedido durante su gestión como gerente del IHAH. Rodolfo Pastor, desde su exilio en Estados Unidos como profesor invitado del Centro David Rockefeller para América Latina, de la Universidad de Harvard, desarrolló una ardua labor académica y diplomática por esclarecer todo lo vertido por la amplia estructura de manipulación mediática que pretendía legitimar el acto de apresar y exiliar con lujo de fuerza al presidente electo por los hondureños.
La frivolidad de Castro parecía no tener límites. Se ufanaba de su gusto por las carteras, de ser clienta habitual de salones de belleza y de su tirón con el sexo opuesto, mientras durante su paso por la Secretaría de Cultura Artes y Deportes (SCAD) dilapidaba el erario en financiar almuerzos en los restaurantes más caros de la capital hondureña para arropar el trabajo de alfayates con pretensiones de diseñadores de moda y darse el lujo de negarles el apoyo a otros artistas visuales hondureños que participarían en la prestigiosa Bienal de Cuenca, Ecuador. Al suscribirse el convenio entre la SCAD y el director de la Fashion Week de Honduras, afirmó con gran aplomo que “la Historia no era importante como la producción , y que había que apoyar la pequeña y mediana empresa”.
Aunque el colega Rodolfo Pastor señaló inmejorablemente en la entrevista que le concedió a la cadena Telesur en agosto de 2009 que no había que hacer nada en contra de esta persona, porque ya había hecho en contra suya todo lo que podía hacer con eficiencia rotunda, espero que sus acciones sean objeto de investigación no solamente de las autoridades hondureñas, sino también de la Comisión de la Verdad. A final de cuentas, de algo sirve la Historia. Cuando se escribe con apego al rigor y a la verdad, ayuda —y mucho— a desmontar y desnudar la propaganda y poner en evidencia a los secuestradores del pasado (continuará).
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