Liderados por Giammattei y Porras, las mafias de corruptos y narcotraficantes consolidan su poder obsceno. Impunes y triunfalistas están asfixiando a Guatemala.
Una de las acepciones de asfixia en el diccionario es la «aniquilación de algo o grave impedimento de su existencia o desarrollo». Me resulta triste y amargo constatar que esta definición coincide con la realidad actual de Guatemala, caracterizada por un régimen burdo, marioneta barata de corruptos, narcotraficantes, fanáticos fundamentalistas religiosos y exaltados nacionalistas pro militares de ultra derecha que viven cazando comunistas en una Guerra Fría que ya no existe.
En tanto la mayoría de la ciudadanía continúe ensimismada en el pragmatismo de la sobrevivencia cotidiana, viendo como ajenos los macro procesos sociales y políticos, Guatemala continuará asfixiándose. Las metástasis de la podredumbre está ya en numerosos ámbitos, con instituciones capturadas y delincuentes ejerciendo cargos con poder formal.
Es una colección de colmos, que, de tan numerosos, pronto ya dejarán de serlo. La persecución penal espuria para vengarse de jueces y fiscales honestos es un colmo que ya trascendió las fronteras, un escándalo con el que Guatemala vuelve a figurar en la prensa internacional con titulares y notas vergonzosas. Pero, para nuestra desgracia, no es el único.
Porque también es el colmo que, con tantos problemas que deberían priorizarse en la agenda legislativa, el Congreso de la República haya aprobado el decreto numero 9-2022, en el que se declara el 9 de marzo de cada año «Día por la vida y la familia». Y si hay incautos que aún no ven la burla descarada, quizá porque sus creencias religiosas, dignas de respeto y legítimas, son afines a esas visiones de la vida y la familia, pregúntense, ¿por qué el 9 de marzo? ¡Justo el día del cumpleaños de Alejandro Giammattei! Vamos, por favor, no hace falta ser una aguerrida feminista ni un defensor del aborto para considerar este decreto el colmo del servilismo y de la actitud rastrera del oficialismo representado en el Congreso. Si alguien quiere conmemorar de manera legítima la vida y la familia, según su credo religioso, no veo por qué deba hacerlo el día del cumpleaños del actual presidente de la República.
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El colmo es también el proceso de captura de la Universidad de San Carlos de Guatemala, con procesos electorales internos plagados de despilfarro de dinero en campañas. También es el colmo que los escándalos de corrupción de Giammattei continúan destapándose y acumulándose y la fiscal Porras integre el coro ridículo de voces que niegan lo evidente: Giammattei es corrupto. Es el colmo que Giammattei haya censurado el Informe Nacional de Desarrollo Humano de Guatemala, y que el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo se haya doblegado y permitido semejante vejamen, violando sus principios de autonomía editorial e independencia intelectual. El colmo es el descaro del oneroso aparato propagandístico del gobierno, dedicado a divulgar mentiras y tergiversaciones bajo el lema de «lo bueno también se cuenta».
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Es el colmo que la Corte de Constitucionalidad sea una marioneta barata de corruptos y delincuentes, que haya resuelto un amparo provisional presentado por la Fundación Contra el Terrorismo, ordenando a la comisión de postulación para la elección del fiscal general, excluir a los jueces de primera instancia que no demuestren contar con 10 años de ejercicio como abogados o un período igual como magistrados. Es el colmo que Jimmy Morales aparezca como símbolo y «héroe» del servilismo de Guatemala ante Israel.
De colmo en colmo, lo que nos queda de democracia se asfixia. Y con ello, lo más valioso de nuestra gente continuará huyendo de este imperio de la iniquidad.
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