Para mayor desgracia, los Reyes Católicos, en un intento de no recargar el trabajo del Consejo de Castilla y para estar mejor aconsejados sobre «todas las cosas de Indias», nombraron en 1499 al Archidiácono Juan de Fonseca como encargado de estudiar, aconsejar y decidir acerca de los nuevos territorios (nuevos para ellos) y así, este nefasto personaje creó un poder paralelo que hizo a un lado las mismísimas leyes españolas de la época. El resultado fue nefasto.
He allí, en nuestra historia, el primer Justicidio.
No fue sino hasta 1524 cuando a los gritos de Bartolomé Casaús, ya para entonces conocido como Fray Bartolomé de las Casas, el cardenal Jiménez de Cisneros, —quien a la muerte de Fernando El Católico se hizo con la Regencia del Reino—, respondió con la separación abrupta del Archidiácono en las funciones que le habían encomendado Fernando e Isabel y por un tiempo, el Consejo de Castilla asumió la responsabilidad de todo aquello relacionado con los nuevos territorios. Luego se fundó el Real y Supremo Consejo de Indias. Pero, para entonces, el daño ya estaba hecho. Las mafias y los actos de colusión de Juan de Fonseca habían echado raíces.
Cuando menos en Guatemala, esas raíces siguen intactas y dando brotes cada día. La culpa en gran parte es de nosotros. Somos ignorantes en materia de política y así, elegimos a cualquier pendejo (así se autocalificó recientemente un diputado) para enviarlo al Congreso de la República con cheque en blanco. Y esas fachas que elegimos ignoran que, la política es «La combinación equilibrada y virtuosa de los principios con el pragmatismo». Así la define Carlos Figueroa Ibarra en su magnífico artículo La política como arte, escrito para Con Nuestra América (http://connuestraamerica.blogspot.com/2014/10/la-politica-como-arte.html)
Para nosotros, el problema es mayúsculo. Con nuestros diputados ni principios ni pragmatismo. El mejor ejemplo es el embrollo en que nos metieron con la recién elección de Magistradas y Magistrados, enredo que hoy por hoy, comienza a desenmarañarse con los amparos ha lugar, aunque provisionales, dictados por la Corte de Constitucionalidad.
Y ¿qué decir de la metodología para escoger candidatos a las Magistraturas?
Yo lanzo una pregunta contundente: ¿Quién en su sano juicio se dejaría operar del corazón por un médico que, desde su graduación, solamente atendió su consultorio y no tuvo entrenamiento quirúrgico?
Pues, amables lectores, una posibilidad similar sucede con las Magistraturas en orden a ocuparlas: Una oficina abierta desde la graduación, un par de maestrías Online, cierto número de años de ejercicio profesional y otras condiciones nada difíciles de lograr. Eso sí: un buen conecte con diputados de risa forzada, mascadores de chicle, pelo engomado y transeros como los que más (otro atributo no tienen).
Resultado: Se eligió a personas que calificaron por debajo de 50 puntos porcentuales y se sacrificó a otras que puntearon arriba de 90.
He aquí, el más reciente Justicidio.
«¿Dónde quedó la experiencia de la Carrera Judicial?» me preguntó una alumna. Yo le respondí: En el bote de la basura.
El 9 de junio del presente año escribí para este mismo medio una columna que titulé ¡Aguas con el mundial! En la misma advertí respecto de tan cacaraqueado torneo: «En orden a la política, se facilita que los corruptos enquistados en los gobiernos de turno hagan de las suyas durante esos momentos cuasi fatales en los cuales la inteligencia desaparece y la voz ya no es propia…».
Amigas y amigos, durante el mundial esos corruptos hicieron trastada y media. Así que ahora: ¡Aguas con La noche de brujas, el Día de los Santos y las fiestas de Navidad! Recuerden que los amparos de la Corte de Constitucionalidad son provisionales y nuestra incipiente esperanza puede revertirse, precisamente, en una noche de brujas. El fiambre nos calmaría efímeramente el ardor de estómago.
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