Existe una analogía histórica respecto a la situación en la que se encuentra Giammattei, quien, según cifras del Tribunal Supremo Electoral, ganó la presidencia con un pobre 23.4 % de los votos con relación al padrón electoral [1]. Giammattei, con pocos votos y una bancada pequeña en el Congreso, no pudo imaginar (nadie habría podido hacerlo) que al inicio de su período le iba a tocar enfrentar una crisis tan fuerte como la originada por el coronavirus con la poca legitimidad que le otorga su desempeño en las urnas. ¿Puede ganar legitimidad con su actuación frente al covid-19?
Kjell Eugenio Laugerud llegó a la presidencia a través de un descarado fraude en las elecciones de marzo de 1974. Sin embargo, se ganó la presidencia con el manejo de la crisis por el terremoto del 4 de febrero de 1976. De hecho, quienes vivieron ese momento recuerdan la emotiva frase que él dirigió al país tras el terremoto: «Guatemala está herida, pero no de muerte».
Pese a que el terremoto desnudó la situación de pobreza y desigualdad del país, la administración de Laugerud, con el apoyo internacional, logró ofrecer una respuesta a la emergencia y ganó la legitimidad que no había obtenido en elecciones (que en realidad había ganado Efraín Ríos Montt, candidato de la oposición).
La situación de Giammattei no es la misma, evidentemente. No ganó tras un fraude como el de 1974, pero hay que recordar lo cuestionado del actuar del TSE en la primera vuelta del 2019, los pocos votos que Giammattei obtuvo con relación al padrón electoral [2], lo pequeño de su bancada en el Congreso y el clima de corrupción existente, es decir, que él inicia su período presidencial con poca legitimidad y recibe una crisis de alcance global.
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Hasta el momento pareciera que ha sabido sobrellevar la crisis, pero uno de los puntos más críticos es el número de contagios. Con pocas pruebas per cápita, hay pocos casos registrados. A inicios de mayo de 2020 no sabemos si se van controlando los contagios o si se tiene un subregistro muy grande. Un fuerte y súbito aumento del número de casos puede ser un golpe político (por reapertura precipitada o mejor registro).
Pese a sus inconsistencias, las medidas que ha adoptado han sido bien vistas por parte de la población. Incluso, parece que ha podido superar el traspié respecto al decreto 15-2020. Su estilo de comunicación autoritario y con referencias religiosas es valorado también por sectores amplios de la población, pese a que no construye democracia [3].
Los cuestionamientos pueden venir por otros lados: por el bolsillo y por el manejo del Congreso y de otras autoridades. En lo primero, ya hay sectores que la están pasando muy mal. Las banderas blancas en la calle, la reducción de remesas, el estancamiento económico. Es decir, los estragos de la crisis económica ya se sienten, y aquí no hay palabras que valgan. Frente a esto, su margen de acción es limitado, pero, igual, el bolsillo y el estómago no perdonan.
¿Cuál es la posición de los grandes empresarios frente al Gobierno? También en esto existe un aspecto clave que es difícil apreciar desde lo público, aunque existen muestras de presiones.
Además, el Congreso, otras instituciones y las autoridades locales está actuando con impunidad, corrupción y poco tiento político (con excepciones honrosas, claro). Y el deterioro del Gobierno también puede venir por los escándalos que de allí se deriven.
Pareciera que la posición de Giammattei es frágil. ¿Podrá seguir enfrentando esta crisis y ganar legitimidad?
* * *
[1] Esta analogía la señaló Édgar Celada, director de la Revista de análisis de la realidad nacional del Ipnusac, en un curso sobre análisis psicosocial de la crisis organizado por el departamento de posgrado de la Escuela de Ciencias Psicológicas, USAC.
[2] Desde las elecciones de 1985, solo Álvaro Arzú obtuvo un porcentaje más pequeño de votos, un escuálido 18.09 %. No obstante, hay que recordar que él firmó la paz y privatizó empresas públicas, lo que demuestra que el margen de acción de un gobierno no está necesariamente en el número de votos obtenido.
[3] Giammattei tiene un estilo de comunicación que recuerda a la figura de un padre: autoritario y con frases y alusiones a portarse bien, a no tolerar, etc.
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