En el avión llegaron guatemaltecos que seguramente vinieron a visitar a sus familias en Semana Santa y una cantidad impresionante de adolescentes estadounidenses en uno de esos viajes de la escuela evangélica a algún lugar del tercer mundo. No creo haber visto un solo turista.
Es mejor, supongo. Después de todo, con esos pasillos de luces apagadas y sus medidas de seguridad para que los pasajeros no se roben las maletas unos a otros, el aeropuerto no deja de ser un buen indicador de lo que le espera a uno una vez se traspasan esas puertas por las que por alguna razón solo los miembros del sindicato de maleteros pueden moverse libremente.
Arrumbado en una esquina detrás de aduanas veo un cartel del Inguat anunciando el final del 13 Baktun y el inicio de una nueva era en el calendario maya y caigo en la cuenta de que de nuevo los mayas, con su colorido, la caricaturización de su cultura y su pintoresco subdesarrollo, resultan rentables para el establishment.
Porque para ese sector de la población, en realidad los mayas son los de antes. Son esa civilización esplendorosa que construyó las pirámides que sirvieron de telón de fondo al cantautor en su tour de autopromoción, son los que inventaron el concepto del cero y por algún proceso de que no termino de entender, también son mayas esos patojos ladinos lindos disfrazados con trajes del museo Ixchel que resultan tan útiles cuando hay que darle un toque exótico a una actividad donde va a haber “gente de fuera”.
Los otros mayas, los que piden tierra, comida, igualdad de oportunidades y derechos, los mayas que se apoderaron del término luego de la firma de los acuerdos de paz, son mayas para ellos mismos y para la cooperación internacional. Hay otros términos que se usan en el establishment para referirse a ellos.

Seguramente a los mayas proféticos, a los esplendorosos que comerciaban con semillas de cacao, a esos “como egipcios pero de acá que hicieron Tikal” se referían los alumnos de un colegio de Ciudad de Guatemala cuando mandaron a hacer sus camisetas de fin de curso con la frase FUCK THE MAYAS. Supongo que el meta mensaje era “nos vale verga el fin del mundo y nos vamos a divertir”.
Es como si un inglés o un francés aficionado al rugby se pone una camiseta que dice “Fuck All Blacks” para ofender al equipo neozelandés y, por pura ignorancia, se va a meter a Harlem o a Watts en Nueva York o Los Ángeles.
Lo que preocupa es que estos muchachos son quienes en diez o veinte años habrán estudiado y se habrán preparado para dirigir una parte importante de Guatemala. Y parecen estar aún más lejos del contexto de su país que un francés rugbífilo puede estarlo de las tensiones raciales en Estados Unidos.
A menos que la camiseta la hicieran los patojos en secreto y en sus casas, hay que considerar que hubo maestros, autoridades educativas, padres, fabricantes de camisetas y otros adultos que deben haber visto el diseño ofensivo. Y nadie dijo nada. No hubo uno que dijera “mire usté, ¿no será que eso va a ser clavo?” o “mire usté, yo no hago esa camiseta”.
Es una muestra de lo desconectadas que están las realidades de unos y otros sectores, de unos y otros guatemaltecos.
Es como cuando Alux Nahual decía que dichosos los Hombres de Maíz que viven en las montañas que tienen flores en abril y rocío en la mañana, cuando la realidad es que tenían masacres todo el año y hambre mañana, tarde y noche.
Y mientras los muchachitos de este colegio permanecen completamente ajenos a todo lo que les rodea en Guatemala, las interacciones sociales en el tema étnico que se dan en otros estamentos son tanto o más preocupantes.
El otro día, mientras las redes sociales ardían con el tema de la marcha campesina y los bloqueos de carreteras, un comentario de Estuardo Zapeta en Facebook dio pie a comentarios que tenía años de no escuchar.
El comentario sugería que los ex-guerrilleros “vividores” son los causantes de los problemas en el campo. O más bien, son los causantes de que los problemas en el campo se hagan sentir en la capital.
No deja de ser preocupante que él haga esos comentarios porque estoy seguro que sabe que a lo mejor las marchas son obra de los agitadores pero no puede negar que hay graves problemas en el campo en Guatemala y distraer la atención del problema con esos pretextos es como negarle la atención médica a alguien por una falta de ortografía en su ficha de ingreso a la emergencia.
Ahora bien, el comentario de Estuardo generó una oleada de respuestas en un tono digno de la Sudáfrica del Apartheid o del Sur de Estados Unidos en los 60´s.
Uno de los comentaristas dijo que los “vividores” no eran los ex guerrilleros sino los dueños de la tierra y se ganó el comentario de: “No seas resentido, ya q los capitalinos no vamos a joder a sus pueblo”.
Otro fue un paso más allá y reclamó: “para mi que con todos estos indigenas que exigen deberiamos de hacer lo que hicieron los gringos metamoles a reservas, regalemosle todo pero que desaparezcan y que no puedan vivir en nuestra ciudad YA NO MAS!!!!!”
Y uno más, uno que supongo que será indígena pero no maya, dijo: “YO TAMBIEN SOY INDIO, PERO EVULUCIONADO Y NO ANDO DE LIMOSNERO CON EL GOBIERNO, MUCHO MENOS DICIENDO QUE VIVO EN RESISTECNIA, NI CON CAITES Y OLIENDO A PEDO”.
Total que solo faltó que llegara a comentar un vecino que teníamos hace años que, ya con dos tragos encima, dijo en una fiesta que hicieron mis papás allá por los ochenta que “el único índio bueno es el indio muerto”.
¿O fue mi papá el que lo dijo?

No estoy exactamente seguro de cómo llegaron al tema, pero recuerdo que lo que dio pie al antológico comentario fue que había rumores de que el Ejército estaba matando indígenas a diestra y siniestra en el interior.
Treinta años después, por mucho que los menús de Café Saúl digan que al país hay que quererlo aunque “esté enfermito” y que nos quieran vender que todo está bien y que la culpa es de quienes se quejan, cuestionan y se niegan a “hacer el cambio positivo”, a mí no me cuadra la idea.
No sé cómo se va a arreglar esto. Pero estoy seguro de que desviando la atención, evadiendo el tema y negando la existencia de los problemas como el racismo, entre tantos otros, los cangrejos no van a salir jamás de la olla.
Digo, ¿no podrían los chapines por una vez tener una discusión franca sobre un tema al menos?
¿O hay alguien que me pueda negar que en Guatemala hay racismo y discriminación?
O empecemos con una pregunta más sencilla, ¿por qué cuándo hablan de los mayas la imagen que se les forma en la mente es la de los milenarios, los de las pirámides y los libros de historia, y no la de los mayas que viven en permanente crisis alimentaria, social, económica?
Al final del día es cuestión de nombres y corrección política. Igual podrían decirles X, Y o Z que si las cosas no cambian tampoco ayuda mucho cambiarles el nombre.
Lo cierto es que ni eso están dispuestos a ceder, ni siquiera el llamarles de una forma que se aleja de los términos que se han usado durante cientos de años para referirse a los descendientes de los pobladores originales del continente. Tal parece que los mayas son unos seres etéreos de épocas pasadas de los que podemos sentirnos orgullosos los chapines, los otros son indios nomás.
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