«Perdone. Perdóneme. Mejor limitémonos a la clase si fuera tan amable, ¿oye?», expresó la fiscal general y jefa del MP, Consuelo Porras, cuando un alumno de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala aprovechó un encuentro por internet para cuestionar a quien también es docente en dicha unidad académica.
La respuesta de la funcionaria, lejos de superar la situación, sirvió para echar sal en la herida, pues su voz se apagó mientras se encendían las de los presentes, de manera que un video viral mostró los gritos de «corrupta», «renuncie», «mañana podrán manifestar» y «queremos recibir la clase», entre otros, en un babel del cual surgían pedidos de rendición de cuentas o de priorizar el contenido del curso.
Al respecto, es importante mencionar que la fiscal general cometió un error de cálculo. En estos momentos atraviesa el peor pasaje de su gestión y debió prever los riesgos que implicaba adentrarse en la vitrina de la virtualidad. Seguramente no lo advirtió o confió en la dinámica de la presencialidad, esa que, emulando una idea del futbol, da la orientación de que «lo que ocurre en el salón se queda en el salón».
Sin embargo, en estos tiempos nada se restringe al tradicional espacio cerrado. Y si bien el o la docente crea la sesión, cualquiera de las y los asistentes puede grabarla y enviarla al coliseo romano de las redes sociales. Tal acción permitió que en todos lados se viera, por ejemplo, cómo una profesora era víctima de violencia intrafamiliar o cómo un veterano maestro sufría por sus aprietos con la tecnología. Así, la masa se mueve con solidaridad o con burlas según cada personalidad.
En ese sentido, lo suscitado con la conductora del MP y el grupo estudiantil amerita un análisis de contexto. Es preciso destacar que se produjo en el marco de la USAC, institución que entre sus postulados fomenta el espíritu cívico y procura que entre sus miembros se promuevan y exalten las virtudes ciudadanas. Obviamente, las disciplinas sociales profundizan la visión sobre los procesos políticos, económicos y, valga la redundancia, sociales.
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Por supuesto, la coyuntura nacional acarrea variedad de actores, argumentos, circunstancias e intereses que en un aula, presencial o virtual, hallan el terreno idóneo para debatir, máxime si el alumnado tiene a mano a uno de los protagonistas. En materia de comunicación política, un lineamiento determina que una pregunta siempre debe responderse. Y en el plano docente es recomendable que toda inquietud estudiantil siempre sea atendida.
Indudablemente, tienen razón los estudiantes centrados en la continuidad del punto del programa que trataría Porras, igual que aquellos cuyo propósito es sacar cursos. Ahora bien, como la sesión no era para un examen o conferencia grupal, sino para celebrar uno de los tantos períodos del semestre, está mejor fundamentada la postura de quienes demandaron explicaciones. Y es que a la universidad se va a sacar cursos y a cumplir programas, pero la riqueza del aprendizaje se registra cuando la teoría se plasma en los hechos vivenciales. Y más cuando el docente es sacado de su zona de confort, propia de tener el control de la clase, y debe responder al margen del guion.
Tal vez si la fiscal general hubiera contestado, el caso no habría ido más allá. Sin embargo, como la conjugación del verbo haber solo existe en la gramática y cuando nos arrepentimos, le tocó una noche bochornosa. Colateralmente, las personas ajenas o integrantes de la comunidad sancarlista han visto cómo en sus aulas convergen dos posturas: una crítica y ocupada en presionar al profesor para interpretar los fenómenos sociales y otra que se concentra en conocer lo que vendrá en el examen (de la clase, no de la vida). En esa línea, la jefa del MP tuvo la sartén por el mango para ser escuchada y ofrecer su versión ante un público valioso, pero prefirió evadir.
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