Las características personales de quienes poseen esa fuerza son:
- La introspección. Reflexión y aceptación de circunstancias personales.
- La independencia percibida y asumida.
- La capacidad de relacionarse y establecer vínculos afectivos.
- La iniciativa y la capacidad de tomar decisiones.
- La creatividad o capacidad para encontrar nuevas soluciones.
- La moralidad como un orden auto-regulador.
- Y algo muy importante: el sentido del humor.[1]
En otras palabras, el componente actitudinal es clave y la posesión de ahorros, pólizas de seguro, o medios materiales para afrontar una emergencia no necesariamente harán a una persona más resiliente.
Pese a lo anterior, en la gestión de riesgos se habla de la resiliencia como una característica social y se insiste construirla a través de medios institucionales o comunitarios para responder ante emergencias y desastres. En ese marco se ha propuesto que una comunidad es resiliente si cuenta con medios para afrontar emergencias y con frecuencia se enumeran los factores que contribuyen a esa capacidad en términos de desarrollo institucional, organización comunitaria, y hasta la transferencia de riesgos a través de pólizas de seguro.
Desde mi punto de vista, en la gestión de riesgos hemos sesgado el concepto de resiliencia hacia las capacidades organizativas institucionales o comunitarias, y tal vez hemos dejado de lado los factores actitudinales y de protección desde lo individual que podrían ser fundamentales y que no se alcanzan con talleres de motivación o cursos de capacitación.
Posiblemente en nuestro afán de crear capacidades para la respuesta, hemos utilizado la resiliencia como un argumento para equipar mejor en lo físico, pero no hemos aprovechado efectivamente el conocimiento de la resiliencia desde la psicología.
Por ejemplo: Los estudios disponibles refuerzan la importancia de tres factores que promueven comportamientos resilientes en niñas y niños:
- Los atributos personales,
- Los apoyos del sistema familiar,
- Apoyos provenientes de la comunidad.
En atención a lo anterior, una vía institucional para promover esos comportamientos resilientes es la educación y concretamente el espacio que llamamos escuela.
Una escuela con maestras y maestros bien formados, en condiciones seguras, con jornada extendida para el crecimiento personal, el deporte y la recreación, es una escuela que podría construir resiliencia “social”. Por supuesto, lo anterior no es coherente con el afán neoliberal de ver la educación en términos de lecto-escritura (castellano-inglés) y habilidad matemática, un tema que requiere otro espacio.
Es razonable pensar entonces, que la resiliencia no es fácil de caracterizar en lo social. Y tal vez no encontremos pronto la coherencia teórica entre el concepto individual y el concepto social de la resiliencia.
De lo que no me queda duda, es que las resiliencias individuales, contempladas desde una perspectiva social, son necesarias para un país como Guatemala que exhibe todavía los efectos del conflicto armado interno y alarmantes condiciones de inequidad.
Finalmente. No estoy en contra de llamar resiliencia a una capacidad organizativa o comunitaria. De cualquier forma, el término llegó para quedarse. Pero creo que estamos dejando de lado la oportunidad de estudiar y construir resiliencias individuales con el auxilio de la educación, y desde una perspectiva académica, creo que estamos renunciando de facto, a encontrar un hilo conductor entre la resiliencia psicológica individual y eso que llamamos resiliencia a niveles organizacionales o sociales.
* Ricardo Berganza es Administrador egresado de la USAC, con Maestría en Investigación de Política y Sociedad de la Escuela de Ciencia Política de la USAC. Ha trabajado en la gestión de riesgos y ejercido la docencia con varias instituciones los últimos 25 años y se especializa en la planeación, el desarrollo de capacidades y el diseño y desarrollo de procesos de capacitación.
[1] Para una aproximación interesante al tema, véase Kotliarenco, Cáceres y Fontecilla (1997) Estado de arte en resiliencia. OPS/OMS. Las siete características anotadas fueron adaptadas de Wolin y Wolin (1993) citados en el mismo material.
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