Ese nuevo tipo de servilismo tiene diferencias sustantivas respecto a las organizaciones ad hoc creadas en otros momentos. Primero, se trata de organizaciones legalmente establecidas en las cuales la figura de su creador obviamente no aparece en ningún registro oficial. Segundo, sus fórmulas de actuación son variadas, desde la presentación de denuncias contra los opositores, los que son percibidos como obstáculo y deben eliminarse políticamente, hasta la creación de artificiales movi...
Ese nuevo tipo de servilismo tiene diferencias sustantivas respecto a las organizaciones ad hoc creadas en otros momentos. Primero, se trata de organizaciones legalmente establecidas en las cuales la figura de su creador obviamente no aparece en ningún registro oficial. Segundo, sus fórmulas de actuación son variadas, desde la presentación de denuncias contra los opositores, los que son percibidos como obstáculo y deben eliminarse políticamente, hasta la creación de artificiales movilizaciones y respaldos sociales disfrazados que se usan como medios de presión. Tercero, su carácter de lealtad a ultranza encubre otro rostro: el de la operación política dispuesta a sacar de la jugada a cuanto adversario se ponga enfrente, presagio de lo que puede ocurrir si ese personaje logra ascender en la rupestre política local.
Ese tipo de comportamiento no es nuevo en Guatemala y, por tanto, tiende a ser desde ya asumido como normal, esperado e incluso comprensivo. De ahí lo poco que se dice y escribe al respecto, como señal de ese tipo de miedos que se acumulan para desactivar casi todo tipo de reacciones adversas. Los militares, sus dictaduras y los teatros de gobiernos civiles nos acostumbraron a la generación del miedo a través de sus tentáculos, que estaban presentes en casi cualquier espacio. En épocas recientes continuaron los sistemas de inteligencia civiles. Después, las escuchas telefónicas y otros artilugios tecnológicos. Retornar al uso de mecanismos organizacionales no es nada creativo, pero al final de cuentas útil para una representación política vacía de contenido, obligada a compensar esa carencia a través de la manipulación, las componendas, la compra de voluntades y todo un menú de opciones colaterales. De esa manera, se cumplen tres objetivos: pulverizar a los opositores, reducirlos a su mínima expresión; recrear los mecanismos de una nueva manera de represión; y perfilar una nueva generación de políticos que no conocen de límites, sutilezas ni escrúpulo alguno.
En tanto las organizaciones sociales sigan siendo, por lo general, contemplativas y oportunistas, el espectro de las instituciones que funcionan como hongos erosionando el entorno y sacando provecho de las coyunturas se incrementará. El único recurso para contraponer esa tendencia pasa por acortar el plano de las ocurrencias y volver la vista sobre las agendas estratégicas, donde no basta el discurso de las resistencias, que al final de cuentas se acerca más a una frase discursiva que no genera accionar ni planteamiento político.
Más de este autor