Con este título abrió su presentación Enrique Bonilla en la Asamblea de la Alianza de Organizaciones Forestales de Guatemala. Don Enrique es presidente de COGMANGLAR, organización comunitaria que desde hace seis años trabaja en la defensa de los manglares de la costa Pacífica de Guatemala, y que conduce la Secretaría Ejecutiva de Redmanglar Internacional.
En su discurso expresó la importancia que tienen los manglares como una fuente de alimentos para las familias costeras. “Para nosotros es como una industria que no contamina, aquí podemos trabajar aunque seamos ancianos, no nos pide límite de edad, siempre que uno tenga salud, puede ir a atarrayar, y aunque no haya dinero se puede tomar un buen caldo de pescado.” Con toda razón, la pesca además de ser una de las primeras industrias desarrolladas por el ser humano, es una fuente de alimentos que abastece a millones en el mundo.
Los manglares son reconocidos como uno de los ecosistemas más productivos de la Tierra. Entre sus raíces se reproducen diversidad de especies, muchas de las cuales son utilizadas por las poblaciones costeras para su alimentación.
Un estudio elaborado por científicos del Scripps Institution of Oceanographic University de California, analizando zonas pesqueras del Golfo de California en México, reveló que el campo de pesca era directamente proporcional a la longitud de las líneas costeras con manglares. Los científicos estimaron con base en esos datos un valor monetario de $37,500 por hectárea anualmente –una cifra 600 veces más alta que la estimada por el gobierno mexicano.
Sin embargo, con la destrucción del ecosistema y su transformación para otras actividades, estamos perdiendo no solo el manglar, sino la defensa que este proporciona a las costas, amortiguando el embate de las fuertes tormentas y vientos, inundaciones, tsunamis y crecidas de ríos; fenómenos que aumentan a medida que la crisis climática se agrava.
Uno de los impactos más fuertes de la pérdida de los manglares, es la que tiene que ver con la disminución de los medios de vida de las comunidades y pueblos ancestrales que viven en ellos y de ellos. La soberanía de millones de familias de las zonas costeras de regiones tropicales y subtropicales está en peligro.
El acceso a la pesca y otros bienes naturales de los manglares por parte de las poblaciones locales, cada vez presenta más dificultades. A medida que las actividades industriales y agroindustriales han crecido y se han expandido hacia las zonas marino costeras, ha aumentado la competencia por los recursos.
El crecimiento y expansión de las granjas productoras de camarones está cercando y aislando cada vez más a las y los pescadores, colectores de conchas y cangrejos, entre otros usuarios del ecosistema. Las violaciones a los derechos humanos de estos trabajadores y trabajadoras del manglar ocurren impunemente frente a gobernantes y funcionarios públicos.
Un caso dramático, son las muertes de concheros y pescadores, asociadas a la industria del camarón. Heraldo Agurto Paladines de 22 años murió a principios de este año, electrocutado en una cerca de una empresa camaronera en Ecuador, mientras trabajaba para ganarse la vida recogiendo conchas en un estero.
La expansión de grandes complejos hoteleros, mega represas, agroindustrias como la caña de azúcar, palma africana, hule, piñón y otros, también pone en riesgo la alimentación de las familias. Al desviar los ríos para irrigar estos cultivos, dejan sin agua a las comunidades que utilizan el recurso para regar sus cosechas.
Un impacto en la disminución de las áreas de cultivos agrícolas en el sector campesino de la Costa Sur en Guatemala, es la ampliación de fincas para sembrar caña de azúcar. Sergio Maldonado vicepresidente de Avedichamp, quien además es agricultor en el municipio de Champerico, comenta: “Este es un grave problema, porque antes aunque uno tenía que alquilar la parcela, tenía para sembrar la milpa, pero ahora ya no hay tierras, se las han arrendado a la cañera, además la cañera esta vedando el paso y acceso de los pescadores hacia sus zonas de trabajo”.
El desvío de los ríos también afecta a los manglares porque se modifica la hidrología del área. Lauro García agricultor de Santa Odilia, vicepresidente de AVDISO y también miembro de la Redmanglar Internacional, narra los impactos que sufren debido al desvío del río Coyolate por las empresas de palma africana y caña de azúcar en Guatemala: “Afecta el trabajo de muchas personas que viven de la pesca, desaparecen especies de peces y otras como los perros de agua, lagartos y tortugas que viven en el río. En la agricultura nos afecta tanto que la falta de agua en el río hace que las humedades se alejen y se pierdan y esto afecta las cosechas y a los pequeños agricultores, quienes no tiene la capacidad de contar con un motor de riego. Maíz, plátano y frijol por la falta de agua no desarrollan, no hay una buena producción, se la pagan por rechazo y no pueden competir con quienes tienen el agua que se roban”.
Este Primero de Mayo es importante reconocer a los pescadores y pescadoras que trabajan en una “industria” que no contamina y que además genera múltiples beneficios, incluso para quienes viven a cientos o miles de kilómetros de ella. Reconocer también el trabajo de las mujeres de los manglares, quienes aportan significativamente en el desarrollo de las comunidades.
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