Los días pasados, en una simultánea rasgadura de vestiduras que hicieron varios medios de comunicación, se clamó por un recuerdo y un reconocimiento al 40 aniversario de la muerte del Premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, supongo que algo manda darle especial relevancia a los aniversarios en múltiplo de diez y no de cinco, 20 o dos años; haciéndose eco del título de un artículo en el diario español El País se dijo que Guatemala había olvidado a su Nobel. Parece exagerado, para el centenario de su nacimiento (evento que sí parece relevante) se declaró el año 1999 como de celebración, se erigió un precioso monumento en la Avenida de la Reforma y desde mucho antes, el principal Centro Cultural del país lleva su nombre.
Y acá es donde entra el uso del principal competidor por el puesto del más ridículo estribillo: “no están dadas las condiciones”, el cual fue usado por Miguel Ángel Asturias hijo en una entrevista radial que le fue realizada para referirse al porqué no se repatriaban los restos mortales del Premio Nobel que están enterrados en París.
¿Cuáles son esas “condiciones”?, ¿se referirán a justicia social, desarrollo económico, igualdad, equidad?; ¿se referirá a condiciones climáticas?, ¿a las condiciones de construcción que debería reunir el mausoleo que guarde los restos? Sin haber vivido en el lugar, ni haber trabajado por tratar de crear las mentadas condiciones, suena pedante que se diga que “aún no están dadas las condiciones”. Y bueno, aunque se sepan cuáles son las condiciones que esperarían los deudos para repatriar unos restos que datan de 40 años, tampoco queda duda que no estarían cumplidas, porque en general no se ve que algo haya mejorado sustancialmente, menos integralmente.
No se necesita tener en territorio guatemalteco los restos de Miguel Ángel Asturias, se necesita más que los guatemaltecos puedan leer sus obras; pero no se puede si son analfabetos, o si son analfabetos funcionales, o si tienen el hambre como su acompañante principal antes, mucho antes que el gusto por la literatura. Antes que tener los restos del Premio Nobel en territorio guatemalteco, tal vez sea mejor tener personas que puedan leer sus obras en el autobús mientras van a su casa o al trabajo sin ser asaltados; o que tengan un ingreso decoroso que no motive a que se roben las hojas que salían volando del monumento al gran escritor, para venderlas en el medio de un sistema carente de ética y de muchos valores más.
Pedante la respuesta del hijo del Nobel, así es; pero cierta. Odioso el estribillo, pero bien aplicado, sean cuales sean “no están dadas las condiciones”.
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