Estampas de una crisis humanitaria

Milva Eugenia Díaz, de 46 años, abraza a Juana Pérez de Rodríguez, 65. La primera acaba de perder a dos hijos; la segunda uno. Trabajaban como piloto y ayudantes en una camioneta de la ruta 2, estacionada en las afueras de la universidad Rafael Landívar, en espera de salir en marcha.

Víctor Manuel Mancilla, Paulo Wilfredo Mancilla y José Luís Rodríguez son, respectivamente, las víctimas número 2.751, 2.752 y 2.753 de la última década de violencia descontrolada que está ahogando el sector del transporte público de Guatemala, sus trabajadores y usuarios, según datos de la Procuraduría de los Derechos Humanos (PDH).

Tal vez los índices de violencia descontrolada en Guatemala estén todavía lejos de los puntos de no regreso alcanzados en Honduras y El Salvador. Sin embargo, estas muertes son una muestra de un fenómeno que el gobierno guatemalteco insiste en negar; una crisis humanitaria producto de la violencia generalizada. Cada día, miles de ciudadanos arriesgan la vida por el simple hecho de subir a una unidad de transporte colectivo.