Por eso, en el caso del Estado autoritario, todas esas condiciones o supuestos no se dan, porque priva el interés corrupto, corporativo, criminal y se navega en la ilegalidad ocultada por discursos apegados a la valoración de la Democracia, enfatizando en la soberanía, el bien común y la mención desmedida de la religión cristiana. La doble moral colonial vigente en nuestros tiempos.
El caso de Rubén Zamora, evidencia la existencia y vigencia del Estado autoritario. Demuestra cómo la creación y aplicación de las leyes se ha dejado a sectores autoritarios y corruptos, la mayoría. La fuerza pública, garante de la seguridad ciudadana, se convierte en lo contrario, en fomentadores del terror, la inseguridad y la vulnerabilidad.
En el caso del Estado autoritario, solo los detentadores del poder están exentos de las acciones injustas, inmorales y violentas del manejo de la justicia; (mientras ejercen el poder), liberados de persecuciones y sanciones y por eso han hecho acopio de instrumentos y dispositivos sociales, económicos y políticos que les garantiza que, aún con cambios de personajes, el sistema permanezca y con ello normalizar la impunidad.
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Los guatemaltecos y los pueblos hemos vivido bajo el autoritarismo desde hace muchos años, y por ello el terror y temor se han implantado en nuestro subconsciente, operando como camisa de fuerza que nos impide reaccionar, toda vez que el terror provoca vulnerables (las víctimas del poder) y al ser la mayoría de la población la que no actúa para su liberación, una minoría reina en el Estado autoritario.
Campesinos, indígenas, defensores de la vida, estudiantes, profesionales, periodistas, líderes, mujeres, que han alzado su voz de denuncia son criminalizados, encarcelados de manera rápida y objeto de la aplicación de la ley desde la óptica del autoritarismo. Y lo que emerge, lamentablemente, es la tremenda soledad e indefensión de las víctimas en el momento en que el Estado actúa sobre ellos, porque del lado de la población estamos maniatados por el individualismo, el «qué me importa», por el miedo y la indiferencia.
Ojalá que el caso Zamora, sea como una gota que derrame el vaso, para que tomemos posición y acción, no solo de lejos, en nuestros escaparates o desde el desinterés político. El reto está planteado, o luchamos contra el autoritarismo o preparémonos para ser las próximas víctimas.
Mañana, seremos nosotros o nuestros hijos. ¡Pensemos y actuemos por nuestra dignificación como ciudadanos! ¡Libertad para Rubén Zamora!
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