Según SEGEPLAN (Secretaría General de Planificación de la Presidencia), a partir del Tercer Informe de Avances en el Cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, publicado en el 2010, la desnutrición crónica infantil se ubicaba en 43.4%. Se apreciaba como un avance, tras ubicarse en 49.3% en el año 2002. Sin embargo, al mismo tiempo se apreciaba como un avance tímido, pues la meta para el año 2015 es de 29.0%.
Según un reciente estudio financiado p...
Según SEGEPLAN (Secretaría General de Planificación de la Presidencia), a partir del Tercer Informe de Avances en el Cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, publicado en el 2010, la desnutrición crónica infantil se ubicaba en 43.4%. Se apreciaba como un avance, tras ubicarse en 49.3% en el año 2002. Sin embargo, al mismo tiempo se apreciaba como un avance tímido, pues la meta para el año 2015 es de 29.0%.
Según un reciente estudio financiado por el BID (Banco Interamericano de Desarrollo), realizado por Reynaldo Martorell y publicado en el 2012, la desnutrición crónica infantil se ubicaba en 49.8%. Es decir, realmente no se había logrado cambio alguno entre el año 2002 y el 2009. La diferencia es significativa respecto a la cifra originalmente publicada por SEGEPLAN.
Mi punto al traer a colación la diferencia entre las cifras de la desnutrición infantil en el 2009, puede adquirir distintas interpretaciones, así que déjenme ser claro en el argumento. Para ello, empezaré con lo que NO quiero decir. Uno podría decir que el número de SEGEPLAN fue un intento deliberado del gobierno de entonces por mostrar avances, los cuales, aún si no era posibles adjudicarlos a su administración, sí permitía generar una justificación a los programas sociales. También se podría decir que el número del BID es un intento de las instituciones financieras internacionales por quedar bien con el gobierno actual, al mostrar una situación dramática en el 2008, la cual sería fácil de cambiar por la actual administración. Ahora bien, ninguna de esas dos interpretaciones me interesa desarrollar.
Lo que me interesa tiene dos partes. La primera, es que se abra el debate alrededor de cuáles fueron las condiciones que llevan a esa diferencia en las cifras. ¿Cuál es la divergencia en las cifras?
La segunda parte es que identifiquemos mecanismos que nos permitan evitar que este tipo de graves errores se den de manera continua. Al respecto, se me ocurren algunas ideas que pudieran ser recogidas, no sólo por SEGEPLAN, sino también por la cooperación internacional:
- Ser transparentes con las bases de datos. Ello implica hacer públicas las bases de datos financiadas por el gobierno y la cooperación internacional. No hay razón para tenerlas escondidas o para cobrar por ellas. De esa manera, investigadores nacionales y a nivel mundial pueden ofrecer diagnósticos de situaciones que no están en el radar político nacional.
- Se transparentes con la información. Ello implica hacer públicos los “do-files”, es decir, los archivos que desarrollan la programación que se utiliza para obtener la información de cifras importantes, como en este caso la desnutrición crónica, pero también otros temas como el ingreso, el consumo y la pobreza. La razón de ello, es que estas variables no son observables, y se construyen a partir de las bases de datos. Mientras más transparente sea el proceso, mejor es la discusión
- Impulsar la investigación y el debate nacional. Aparte de impulsar becas, es necesario promover la generación de concursos que impulsen el uso de las bases de datos. Un ejemplo para tomar en cuenta ha sido el Banco de Guatemala, que realiza el concurso de política macroeconómica y está abierto a nivel latinoamericano. Algo así podría ser enarbolado por SEGEPLAN.
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