El simple hecho de contar con información estadística actualizada viene a ser un gran avance para Guatemala. En este sentido, la labor del Instituto Nacional de Estadística INE es encomiable, pues a partir de 2010, se han producido cada año las encuestas nacionales de empleo y condiciones de vida, entre otras, que han venido a llenar un enorme vacío sobre la situación del país.
Uno de los objetivos fundamentales de contar con estadística es el poder planificar acciones y definir políticas públicas, con base en datos que reflejan la realidad y permiten realizar comparaciones y establecer series periódicas. Con esta base, las acciones de un gobierno podrían enfocarse en resolver de manera eficiente los problemas nacionales. Los entes de planificación usan la estadística para formular las políticas de largo plazo –que supera el plazo de un gobierno– como es el caso del Plan Nacional de Desarrollo 2032 de SEGEPLAN. Adicionalmente, la información estadística fomenta la transparencia y la rendición de cuentas sobre la gestión pública.
En el caso del empleo, en el contexto guatemalteco de un altísimo porcentaje de la Población Ocupada dentro de la economía informal, el mundo del trabajo y los trabajadores se caracterizan por el predominio de la juventud, baja escolaridad, dedicación mayoritaria a la agricultura, ausencia de contratos escritos de trabajo, bajo nivel de ingresos –menores al mínimo vital establecido por ley– y de afiliación a la Seguridad Social.
La nueva ENEI no muestra mayores cambios en esta estructura. Sin embargo, algunos de los datos llaman la atención. En primer lugar, la Población Económicamente Activa del país se habría reducido de 6.2 millones de personas en 2012, a 5.9 millones en 2013. A partir de este dato, existen algunas diferencias sustanciales entre las dos últimas encuestas: la economía informal se habría reducido del 74.5% al 69.2% de la PO. El porcentaje de afiliación al IGSS bajó de un 81.2% al 70.5%. El nivel de primaria incompleta –en el que se ubica la mayoría de la población– habría pasado de un 24.9% en 2012, a un 23.1% en 2013.
Seguramente el dato que más llama la atención es la tasa del desempleo abierto, que ha crecido de un 1.6% en 2012 al 2.4% en 2013.
Las cifras presentan una muy difícil comparación. Rubén Narciso, director del INE, advierte sobre este problema y lo justifica sobre el hecho que las encuestas fueron realizadas en períodos diferentes de cada año. Si esto es así, al ser ésta ENEI la primera de dos que se producen en 2013, se puede esperar que la segunda presente todavía mayores diferencias con la que acaba de hacerse pública.
El debate –si es que va a producirse algún debate– sobre las diferencias entre las cifras de las ENEI de este año y el año pasado, plantea algunas dudas sobre la gestión gubernamental en materia de empleo. La herramienta principal de la política estatal –la controvertida Ley de trabajo por horas– continúa empantanada dentro del Congreso. En ausencia de este instrumento, la publicidad del Gobierno de Pérez Molina se atribuye hasta el cansancio la creación de múltiples plazas de trabajo, como parte de un esfuerzo continuado y coherente de política pública.
Sin embargo, las cifras oficiales de aumento de la tasa de desempleo contradicen al primer mandatario. Y en este orden, resulta un contrasentido hablar de reducción de la informalidad con un aumento de afiliados a la Seguridad Social.
En este panorama, el Censo Nacional de Población y Vivienda –¿cuántos somos?, ¿dónde y cómo vivimos?– vuelve a aparecer como una urgencia, que sin embargo, no tiene una prioridad. Un reflejo claro de que la información estadística oficial no cuenta, ni siquiera para la elaboración de los discursos presidenciales, aunque se hagan en el Asamblea de la ONU.
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