Algo que detenga la voracidad de un modelo agroexportador que se nutre de una mano de obra informal, sin acceso a la educación ni a la formación técnica, y mal pagada.
En las últimas semanas, los medios de comunicación han multiplicado las imágenes de niños y niñas centroamericanos, hacinados en celdas a las que fueron a dar en su intento por llegar hacia los Estados Unidos.
Más de 50,000 menores, no acompañados por sus padres, han sido detenidos por la Patrulla Fronteriza de ese país, como resultado, de acuerdo al Canciller guatemalteco, del rumor esparcido por los coyotes en Guatemala, El Salvador y Honduras, que una vez cruzada la frontera, obtendrían un estatus especial de residencia.
La crisis de los niños migrantes ha alcanzado proporciones dramáticas, que llevaron a Washington a desviar al vicepresidente Biden en su viaje oficial a América del Sur, para una visita relámpago a Guatemala, durante la cual advirtió a los líderes centroamericanos que los menores no acompañados que crucen la frontera ilegalmente, no serán elegibles para obtener un estatus de residente o beneficiarse de cualquier medida futura que contendría una eventual reforma migratoria. En otras palabras, que serán deportados.
Y en efecto, los primeros vuelos cargados de niños y niñas han empezado a llegar esta semana a San Pedro Sula y Ciudad de Guatemala, mientras los gobiernos de la región empiezan a articular esfuerzos para “desalentar” la migración, principalmente a través de campañas en medios de comunicación. “Quédate”, repetía ayer la radio, mientras conducía en el tráfico del Boulevard de los Próceres, en Ciudad de Guatemala, que exhibe en cada esquina niños y niñas, en su mayoría indígenas, mendigando.
Los coyotes no son los únicos culpables. El cóctel explosivo creado por la falta de oportunidades de empleo formal, la existencia de redes de crimen organizado vinculadas a la trata de personas y al narcotráfico, amén la violencia cotidiana de las maras, son elementos que ayudan a explicar un fenómeno que WOLA describe ya como la peor crisis humanitaria del hemisferio occidental, pero no son las únicas causas.
Nadie debe engañarse: el catalizador de todos los elementos anteriores es la inequidad, que pone en entredicho el Estado de Derecho. En el triángulo norte de Centroamérica, el modelo económico, sustentado con base al sistema agroexportador y las remesas de los que ya están fuera, no genera oportunidades para los adultos, y menos aún para los jóvenes. En 2011, el Informe Nacional de Desarrollo Humano del PNUD, señalaba que a la juventud en Guatemala se le presenta una triple opción: integrarse a la economía informal, unirse a las pandillas, o emigrar. En 2012, el Informe del Estado de la Región estableció que la quinta parte de los jóvenes entre los 12 y 24 años eran “ninis” – acrónimo de ni trabaja ni estudia.
Esta falta de oportunidades de tipo estructural, que beneficia al corto plazo a las élites, está expulsando de la región a los más jóvenes, seguramente con el beneplácito de sus padres, que, buscan librar a sus hijos de las maras, y a sus hijas de la prostitución. Esta búsqueda del sueño americano, comparada hace unos días en una columna de El País con el cruel recuerdo de la cruzada de los niños, no suele tener un final feliz. Gilberto Francisco Ramos Suárez, de 11 años, fue hallado muerto en el desierto. Así acabó el intento de este niño originario de Chiantla, Huehuetenango, por llegar a Chicago para reunirse con su hermano. Ni siquiera pudo alcanzar una de esas celdas- albergues en Texas.
El Ministerio Público de Guatemala anunció que en los próximos días se hará público un importante golpe a las estructuras de traficantes, al mismo tiempo que se iniciarían investigaciones penales en contra de los padres de los niños deportados. Desarticular estructuras criminales y perseguir los indicios de la comisión de delitos es siempre un buen comienzo, pero tal vez se puede hacer algo más que eso. Algo que detenga la voracidad de un modelo agroexportador que se nutre de una mano de obra informal, sin acceso a la educación ni a la formación técnica, y mal pagada.
Míchel Andrade
Autor
Míchel Andrade
/ Autor
Míchel es un ecuatoriano que vive y ha hecho su vida en Guatemala desde el año 2000. Entre otras cosas, no tiene ninguna habilidad para tocar instrumentos musicales, pero adora el «rock».
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