La mayoría de atentados y asesinatos contra mujeres son tildados de pasionales, de crímenes de odio, siempre quedándose en el ámbito privado, tan privado como el mundo doméstico que se nos sigue imponiendo. El gran aporte de entenderlo como un feminicidio permite poner en la mesa de lo público, “de lo que importa” dice Rita Laura Segato, una de las estructuras de poder más importantes de nuestra sociedad, el patriarcado y el machismo, o la “estructura de la masculinidad” como lo llama la antropóloga brasileña.
La primera pedagogía de la inferioridad, dice, es la que el hombre aprende desde niño y que le enseña que el hombre es el ser superior en el mundo, en las realidades sociales. Mientras crece “reconstruye” su superioridad, y en ese proceso se afirma como parte de la comunidad, de una “cofradía masculina”, entendida como lo hacemos hoy. En ese reconstruirse, en demostrar que es hombre para la sociedad machista y frente a los otros como él, debe ensañarse contra la mujer, debe hacerla sentir menos, debe subyugarla, y a veces hasta el punto de matarla. Se es hombre, a como entendemos en el imaginario social de los géneros, en tanto se puede reducir a la mujer a la mínima expresión humana, cuando se afirma el poder y la superioridad del hombre.
Esta búsqueda de respuestas a las muertes de miles de mujeres en Guatemala hace mucho más difícil entender al agresor y se explica más allá del momento del delito, se explica en la concepción del hombre en nuestra sociedad, de la reproducción de patrones de una masculinidad superior y de una feminidad débil, y en el vivir cotidianamente en relaciones sutiles de poder, de una sexualidad vivida como una demostración de quién es el hombre en la sociedad.
Segato está segura que ha demostrado, luego de entrevistas hechas a violadores, que los crímenes sexuales por ejemplo, no son obra de locos o de desviados a título personal. Al contrario, los crímenes sexuales y las agresiones físicas y psicológicas, los hacen hombres comunes y corrientes, amigos, primos, maestros… El germen de la violencia contra las mujeres no es el momento en que el hombre levanta el puño o toma un arma, sino es muchos años atrás, cuando “aprenden a ser hombres”, en la casa, en el parque, en la escuela, en la iglesia. Existe entonces una estructura de complicidad en ese imaginario colectivo de quién es quién, que llega a tener otras caras como el silencio o la culpa de la madre y la hija, el orgullo del padre por un niño que “se convierte en hombrecito”.
Escuchar a Rita Laura Segato ha sido abrir una puerta a otras explicaciones, más complejas y difíciles de escudriñar tal vez, pero que no son superficiales ni simplistas. Gracias a la "Alianza Rompiendo el Silencio", la cual está conformada por tres organizaciones: Mujeres Transformando el Mundo (MTM), Unión Guatemalteca de Mujeres (UNAMG) y Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP), con la colaboración de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y ONU-Mujeres., gracias por abrir nuevos caminos para entendernos como mujeres en los contextos tan atroces de nuestros países, intentar dar otras respuestas a la realidad de la que somos parte. Y también para vivir diariamente con nuestras propias experiencias que nos hacen querer tan intensamente otras maneras de ser mujeres y hombres en una sociedad donde la vida y la dignidad sean los principios que rijan todo lo demás.
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