Haciendo eco tal vez al escritor, al inicio de la nueva era maya en diciembre pasado, un grupo new age de lideresas de un autodenominado Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas, expresaron optimistas que “el paso de estafeta del poder masculino al femenino está ocurriendo ahora”. En El País de las Mujeres, de Gioconda Belli, eso es efectivamente lo que sucede: las mujeres pasan a conducir los asuntos públicos para implementar, entre otros, el “felicismo” (la ideología de la felicidad) como receta para el bien común de ese lugar ficticio.
Por muy tiradas con onda que suenen estas alegorías, es evidente que por donde quiera que uno mire, el legado de las olas feministas y activistas de los derechos de las mujeres, desde inicios del siglo pasado abonan en esa línea; pues sabemos que el esfuerzo por asegurar y acrecentar la participación y representación política de las mujeres ha sido continuo y ha dado frutos.
No estoy tratando de romantizar el papel de las mujeres en la política. Al final, el poder es el poder, vista éste falda o pantalones. Lo ideal es elevar su participación donde se toman las decisiones políticas a favor de medidas que beneficien a otras, pues como nos señalan múltiples estudios, la situación socioeconómica de las mujeres es todavía muy dispar con relación a la de los hombres.
Pero no nos hagamos ilusiones, esta ruta hacia la igualdad y el respeto de las mujeres, incluso cuando se ha cuantificado y probado de múltiples maneras que beneficia tanto a los hombres como a sus familias; es todavía muy empedrada, puesto que lo que sigue invariable es –entre otros– un sistema patriarcal milenario, cuya sobrevivencia se considera cada vez más amenazada.
Como han indicado estudiosos del tema, la afrenta percibida en cualquier sociedad machista –en algunas de forma más perniciosa que en otras–, es que las mujeres traspasen el umbral de lo privado/doméstico, a lo público/político. O sin ir tan lejos, que adquieran educación y conocimientos. ¿Cuáles son las expresiones que más a menudo se oyen cuando una mujer es víctima de violencia? “Los tiempos han cambiado y hay que ver cómo las jóvenes se visten de provocativas”. “¿Para qué anda sola y tan tarde?”. “Eso le pasa por abrir la boca, mejor si se quedara calladita”. “Las muchachas ya no son como antes”. “A saber ni en qué andaba metida”.
No puedo dejar de pensar en esas chiquillas estranguladas y sus familiares asesinadas con tanta saña, crueldad y luego juzgadas con desdén. ¿Qué “perfil criminal” pueden tener dos niñas? Los reportes de prensa hablan de 33 mujeres muertas en lo que va del año. De poco sirvieron las cifras a inicio de año sobre la disminución del número de violaciones y femicidios en Guatemala para cambiar la percepción negativa de inseguridad. Y éstas son las que sabemos. Además, sucede en todos lados, desde Ciudad Juárez hasta Delhi o Swat en Pakistán.
Ninguna mujer, indistintamente de cómo se vista y comporte en privado o públicamente se levanta cada mañana pidiendo ser violada, violentada o humillada. Y no hay que ser feminista para denunciar este tipo de atropellos como inaceptables. De ser cierto que por cambios económicos o culturales nos acercamos a una era en donde la mujer tiene más poder de decisión, es necesario empezar a construir las condiciones para que los espacios públicos evolucionen con la misma perspectiva y sean seguros, mostrando a las niñas y mujeres con igualdad de derechos y dignidad.
Empieza en casa, con los padres y hermanos, no discriminando en la adjudicación de tareas y aspiraciones, o remachando chistes sexistas. Continúa en la escuela por medio de currículos más inclusivos sobre las proezas de las mujeres en todas las áreas, así como por medio de espacios de diálogo. Pasa por los medios de comunicación y las agencias de publicidad para eliminar estereotipos que presentan a las mujeres, ya sea como objetos sexuales o tiernas sumisas. Pasa también por los religiosos, absteniéndose de emitir llamados irresponsables, culpando a quienes son víctimas de la violencia y no a sus perpetradores. Y ante todo, pasa por un sistema de justicia probo, pronto y cumplido.
Desde tu espacio, ¿qué vas a hacer para construir una era de dignidad para las mujeres?
ra?R?Tamor fundamental que nos impulsa a seguir investigando con ojo crítico y con coraje.
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