Veinticinco millones de personas cambiaron su perfil en Facebook para demostrar su apoyo a la causa, una que es atacada en su mayoría por personas religiosas. Entiendo que para muchos esta decisión es contraria a su opinión y que muchos líderes religiosos consideran la homosexualidad un pecado. Además, tienen todo el derecho a estar en contra por el simple hecho de que todos tenemos derecho a pensar y sentir de forma distinta.
Uno de los argumentos que he escuchado últimamente de forma constante es que el nombre matrimonio es con lo que no están de acuerdo. Es decir, aceptan las uniones, pero no el matrimonio homosexual. Si fuera esta la única y verdadera causa de su rechazo a las uniones homosexuales, quisiera comentarles que, dentro de los activistas LGBT, esta discusión también se ha dado. Básicamente, quienes abogan por no usar el nombre matrimonio creen que, si al final les dan los mismos derechos que a una pareja heterosexual, no hay ningún problema con el nombre que se le quiera poner, mientras que el otro grupo alega que llamarlo de forma distinta es aceptar distintas jerarquías dentro de las uniones.
En esta discusión subyace un concepto de derecho muy importante. Es un tema filosófico que nos ayuda a formar criterio. Si nosotros pensamos que el derecho es el resultado de la interacción social y que la forma en que nos relacionamos va cambiando con el tiempo, el derecho y sus instituciones también lo hacen. O podemos creer que la ley es estática y que el derecho no tiene relación con la interacción humana, sino más bien es producto de la abstracción mental.
Pero el derecho no es estático. De ser así, instituciones como la propiedad o la libertad no habrían evolucionado. La propiedad surgió en Roma y no era comprendida, como hoy en día, como un derecho individual al cual todos podíamos acceder. La propiedad era un derecho exclusivo del ciudadano romano y recaía incluso sobre personas. Sin irnos tan atrás en la historia, hasta hace un tiempo las mujeres no podíamos ser propietarias. Estas instituciones, así como tantas otras en el derecho, han ido cambiando para satisfacer las necesidades del ser humano. El derecho es un instrumento social.
Sin embargo, muchos argumentan que el matrimonio sí es estático, que es únicamente entre un hombre y una mujer y que, contrario a todas las otras instituciones del derecho, no puede evolucionar. La verdad es que quienes argumentan en este sentido poco saben de la evolución que ha tenido esta institución o no quieren reconocerla. Solo por nombrar algunas grandes diferencias entre el matrimonio actual y el de antes: 1) no siempre fue voluntario, 2) no siempre fue entre adultos (de hecho, en Guatemala, las niñas pueden contraer matrimonio desde los 14 años), 3) antes venía acompañado de dote, 4) no era permitido el matrimonio interracial y 5) no era un acto público, sino únicamente religioso.
El derecho no es estático. Por eso el tema del nombre matrimonio no es un argumento muy fuerte que digamos. Creo que quienes están en contra deben afilar mejor sus argumentos porque este les queda corto.
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