Goebbels ostentó el cargo de ministro para la Ilustración Pública y la Propaganda del Tercer Reich. Es un personaje de la Segunda Guerra Mundial que entró en la historia por el enfoque pragmático e instrumentalista de la comunicación. Plasmó su ideario en 11 acciones ejercidas a través de un sistema centralizado en cine, literatura, prensa, radio, teatro y televisión.
Ahora bien, este artículo no se orienta al político ni a la cada vez más lejana conflagración. Solo toma como referencia una de las prácticas del mencionado y la asocia con uno de los lastres de la actualidad: los errores al hablar o escribir, particularmente aquellos que casi nadie enmienda y, por el contrario, la mayoría emula. La otra similitud se alcanza porque los canales de difusión son los mismos en que se apoyaba el íntimo colaborador de Adolf Hitler.
Y es que, en periódicos, películas, libros, etcétera, no es extraño hallar que alguien exprese: «Y como dice Don Quijote: “Sancho, los perros ladran; es señal de que avanzamos”». Este es uno de los deslices más vistos, leídos o escuchados. Corresponde a gente de la política presumir con tener de cabecera la obra célebre de Miguel de Cervantes Saavedra. Oradores, analistas y otras personas también suelen defender sus actos y decisiones aludiendo a una frase que, en realidad, no es parte de los diálogos del ingenioso hidalgo.
Vale indicar que el Manco de Lepanto, que tenía sus dos manos, no puso en boca del orate la socorrida aseveración. Al respecto, los estudiosos brindan dos detalles. Uno, que fue Orson Welles quien alteró la trama para su producción cinematográfica de 1930, la que, por cierto, no llegó a completar. En ese sentido, quienes hablan de la frase sufren de la confusión causada cuando se ve la película, pero no se lee el libro. En otras palabras, se pierden en la adaptación. Dos, en uno de los poemas del dramaturgo alemán Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832) se halla la oración que erróneamente se presume propia del Quijote.
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Otra joya deslucida es la afirmación de estar en el ojo del huracán. En reportes periodísticos, comentarios diversos o simples burlas o señalamientos es usual leer o escuchar eso para recrear un momento complicado o de sufrimiento de alguien. Pero la verdad es que el ojo del huracán es la parte más tranquila y segura del fenómeno.
Sin los adornos de la literatura ni los efectos atmosféricos desfilan palabras, verbo en este caso, como haber, que muy seguido deja mal parado a quien lo emplea (mal precisamente). Los usos de este son diversos, entre ellos la función de auxiliar: han hecho el mayor esfuerzo, han alcanzado la cumbre, han elegido de la mejor manera. Pero note la diferencia: ha habido momentos de incertidumbre o puede haber protestas callejeras (sin ene al final de puede). Es importante no confundir su haber es envidiable con a ver si al fin designan a las cortes.
La costumbre, muy mala, genera usos indebidos como *preveemos que mantengan las decisiones extremas. El verbo prever se asemeja a ver y no comparte identidad con proveer. Deber, sin preposición, es para una obligación (la ciudadanía debe estar atenta porque el tema es de trascendencia nacional), y deber de, para una suposición o probabilidad (la tercera fase de las pruebas debe de estar por concluir).
No deja de sorprender la propensión a copiar o tomar lo equivocado. *Aperturar es popular porque los referentes mediáticos utilizan el inexistente verbo en desmedro del certero abrir. No tardaremos en oír una canción con un estribillo que diga *«vengo a aperturar mi corazón» o *«te aperturo la puerta para que te vayas». Con las facilidades y comodidades que ofrece la Real Academia de la Lengua, más temprano que tarde *aperturará el diccionario a esa aberración.
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