El Diccionario de la Real Academia Española incluye 12 definiciones para “política”, por lo que en este caso aparentemente el español castellano tiene una semántica incómoda: una palabra con muchos significados. El inglés tiene dos vocablos, “politics” para referirse a la política partidaria, o la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, voto o pago de impuestos, y “policy” para las orientaciones o directrices de una entidad, como la política de cambios y devoluciones de una tienda, o las políticas fiscal, o de seguridad alimentaria y nutricional, por mencionar un par de políticas públicas.
Con esta distinción que nos ofrece el inglés, los actores asociados a cada concepto resultan muy distintos. En la policy generalmente son académicos con conocimientos especializados. En la politics son los que llamamos políticos, militantes de organizaciones partidarias que rigen o aspiran a regir los asuntos políticos. Sobre estos actores, existen visiones opuestas que en alguna medida sintetizo en las dos siguientes.
La primera es generalmente urbana, de nivel educativo e ingreso medio o alto. En esta visión los politics son oportunistas y carentes de escrúpulos, hábiles en la oratoria pero su discurso no se respalda con hechos y resultados. Son extremadamente maquiavélicos, agotando todo medio a su alcance, lícito o no, para alcanzar el poder.
En contraste, los policy son mentores y guías. Tienen una explicación científica de la problemática nacional, y propuestas de soluciones basadas en sus experiencias y estudios en otros países. Tienen las “manos limpias” porque nunca han ocupado cargos públicos, y el ejercicio del poder parece no ser el objetivo primario de sus vidas. Prometen cambio y renovación, la oportunidad de dejar atrás la estela de politics corruptos.
La segunda visión es generalmente rural o de estratos socioeconómicos de ingreso y nivel educativo bajo. En esta visión, los politics son los únicos que llegan hasta donde ellos están. Es cierto que algunos aparecen solo en año electoral, pero por lo menos llegan y reciben algo de ellos. En una situación desesperada de pobreza, no interesa mucho quién es el politics, cuáles son sus métodos y objetivos, lo importante es que ha resuelto y promete seguir resolviendo necesidades urgentes. Cuando no se tiene nada, de vez en cuando unas láminas o alimentos es mejor que nada. Los politics son conocidos, hablan el lenguaje que la gente entiende, y saben sus anhelos y frustraciones. Tienen el valor de subirse a una tarima y enfrentar la exposición pública, gozan de la confianza de la gran mayoría porque son pragmáticamente efectivos, y al final de cuentas son los que ganan las elecciones.
En contraste, saben de la existencia de los policy, pero nunca los ven y por ello no confían en ellos. Están muy lejos, cómodamente refugiados en sus madrigueras académicas de la ciudad capital. No se toman la molestia de conocer en dónde vive la gente y cuáles son sus problemas cotidianos. Los policy hablan un lenguaje “técnico” complicado, se preocupan de cosas como la ecología o la calidad educativa, pero no se dan cuenta que existen necesidades básicas insatisfechas más urgentes como no tener qué comer o dónde pasar la noche. Se les rechaza porque son los peores enemigos de la poca y única ayuda que reciben, que quieren eliminarla por asistencialista, pero no sienten el alivio que provoca.
Debe reconocerse que ambas visiones contienen tanto falacias como argumentos válidos, con lo cual, ninguna prevalece sobre la otra. Tanto el sentido común como los métodos más sofisticados de optimización, nos dicen que lo más conveniente es procurar un equilibrio, extrayendo lecciones de ambas visiones.
Entender que nos conviene que la policy y la politics deben tener una cuota balanceada de poder en la toma de decisiones, es un paso que debemos tomar. Es aceptar que no todos vemos las cosas de igual forma, precisamente porque en Guatemala las necesidades de unos son muy distintas a las necesidades de otros. Esta diversidad de necesidades es la que genera visiones tan distintas de los actores políticos (los policy y politics).
Así, que “política” en español castellano englobe significados diversos puede ser una ventaja, porque quizá nos convenga dejar de pensar en la policy y la politics como independientes u opuestas. Debemos hacer mejor política, a secas.
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