Pareciera que estamos tan acostumbrados a vivir en un país de injusticias, de corrupción en las diversas instituciones y gestiones estatales, con altos índices de desigualdad y pobreza, ya nada causa asombro. Ver esta cruda realidad tan cerca y a diario hace que lo normalicemos en nuestro día a día.
Es por ello que ante esta situación, se cruzan en mi imaginario los peculiares «famas y cronopios» de Cortázar, quienes representan características humanas identificables. Los primero...
Pareciera que estamos tan acostumbrados a vivir en un país de injusticias, de corrupción en las diversas instituciones y gestiones estatales, con altos índices de desigualdad y pobreza, ya nada causa asombro. Ver esta cruda realidad tan cerca y a diario hace que lo normalicemos en nuestro día a día.
Es por ello que ante esta situación, se cruzan en mi imaginario los peculiares «famas y cronopios» de Cortázar, quienes representan características humanas identificables. Los primeros se identifican como seres rígidos, precisos, con cierto acceso a privilegios y un tanto «burgueses», por otro lado se ubican los «cronopios», quienes parecieran ser personajes populares, en donde se ubica una idea de vida o rutina diaria que por algún motivo se mantiene a flote con la idea que algo mejor vendrá o algo bueno pasará a pesar que no pasa nada y todo sigue igual, o inclusive, se presenta cierta indiferencia en este tipo de personajes.
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Me parece un tanto curioso comparar a la sociedad y asimilarla con «famas» y «cronopios». Los «famas» son famas, eso es indiscutible en una sociedad como la guatemalteca, podría decir que en nuestra realidad como país se asume que históricamente han sido y continúan con la «merecida» herencia de los cargos, de la toma de decisión, de dirigir al país a sus intereses. A este grupo se suman los nuevos «famas», que no tienen el apellido pero que están al acecho y en el entorno del Estado, de la política y de los negocios. Definitivamente son un grupo muy diferente a la mayoría, quienes podrían ser identificados como los «cronopios», quienes ante la apatía que genera esta pesada «normalidad» no están ni acá ni allá, pueda que algo de lo que pasa les afecte o no, pero bueno, qué se le va a hacer, las cosas siempre han sido así.
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Pareciera irónica esta analogía, pero me pareció muy atinada a nuestra coyuntura, pareciera realmente que acá no pasa nada, cuando en realidad pasa de todo y a niveles altamente preocupantes. Con el pasar de los años con cada gobierno los poderes del Estado y las instituciones de gobierno han sido cooptadas para intereses particulares y sectoriales, el costo de vida ha aumentado, los niveles de pobreza también y la desigualdad no se ha quedado atrás en los datos.
Es extraño como tantas fracturas estructurales no han generado un estallido social, pareciera que esta terrible realidad se ha incrustado en la médula de todas y todos, ya nada nos asombra. ¿Qué podría ser peor?
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