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Una mujer declara sus datos personales a un oficial de la Fuerza Aérea, recién llegada a Guatemala con un vuelo para deportados, el el 06 de octubre 2017. Simone Dalmasso

Encuesta a deportados: solo quieren volver a huir del país

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Encuesta a deportados: solo quieren volver a huir del país

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Autoría: Pamela Zabala
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A medida que la música de marimba y los discursos de recepción en el aeropuerto de La Aurora se silencian, surge una nueva serie de desafíos para los migrantes retornados en Guatemala. Preguntas como a dónde ir, cómo llegar y dónde encontrar un trabajo, comienzan a ocupar sus mentes. El miedo, la inseguridad, la violencia, el apoyo de redes familiares y las oportunidades de trabajo son criterios para la elección. Pero poco importa, la mayoría lo único que quiere es volver a EE.UU. En DevLab@Duke queríamos saber cómo los migrantes retornados enfrentan los desafíos del regreso al país y así comprender el impacto humano de las deportaciones. Entonces les preguntamos.

Encontramos que la mayoría de encuestados migran a EE.UU. por razones económicas, y que su regreso también es un reencuentro con el desempleo. A pesar de que su decisión de dónde vivir en Guatemala está asociada principalmente con cuestiones de seguridad y acceso a trabajo, la mayoría de migrantes retornados termina llegando a lugares donde los empleos son escasos y priorizan la cercanía con sus familiares y amigos.

Para este estudio, DevLab@Duke se asoció con Te Conecta, una ONG guatemalteca, y RTI International, para implementar esta encuesta de migrantes retornados en las afueras de la base de la Fuerza Aérea en la Ciudad de Guatemala. En total, entrevistamos a 1,357 deportados y contactamos con cientos de ellos durante meses.

Al volver, la búsqueda de trabajo

De nuestra investigación, podemos identificar tres hallazgos principales. Primero, si bien se ha prestado mucha atención a la migración basada en el miedo a la violencia de las pandillas, la mayoría de los encuestados migraron a EE.UU. por razones económicas. Por lo tanto, en muchos sentidos, siguen un patrón de migración de décadas en el que los adultos jóvenes se van para trabajar, ahorrar, invertir, y brindar una mejor vida a sus hijos, a menudo con la intención de regresar a Guatemala.

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En segundo lugar, aunque hay una amplia cobertura noticiosa sobre las deportaciones desde la frontera sur de EE.UU., el 35% de los migrantes retornados vivieron en ese país antes de ser deportados. Casi ninguno cometió delitos no relacionados con la migración y la mayoría tenía un trabajo. De hecho, muchos sufren pérdidas económicas sustanciales por la deportación. Sus casas, vehículos y ahorros quedan en EE.UU.

Tercero, mientras que la mayoría de los migrantes retornados son deportados a la ciudad de Guatemala, muy pocos son de allí. Al decidir a dónde ir, se centran en tres elementos fundamentales: la seguridad, la disponibilidad de puestos de trabajo y la cercanía con sus redes sociales. Un mes después de su llegada, la mayoría ha encontrado la manera de volver a casa, pero menos de la mitad tienen un trabajo y muchos están expuestos a una inseguridad considerable. Además, enfrentan desafíos serios para su reintegración social y salud mental, por la separación familiar y el trauma asociado con su detención y deportación. Esto se agrava por el estigma y por una cierta discriminación en Guatemala.

¿Dónde es mi hogar?

Muchos migrantes retornados han pasado un tiempo considerable fuera de Guatemala. Son devueltos con pocos recursos materiales para restablecerse, han acumulado deudas y reciben poco o ningún apoyo del Gobierno para reasentarse. Para empeorar las cosas, corren el riesgo de ser víctimas del crimen desde que salen de la Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG), una puerta estrecha sobre la Avenida Hincapié, en la zona 13 de la Capital. Se enfrentan a cambistas, prestamistas sin escrúpulos, ladrones y conductores que les ofrecen llevarlos a su destino, pero a precios exorbitantes.

Sólo alrededor del 6% de los deportados son originarios del área metropolitana de la ciudad de Guatemala. La mayoría se enfrenta al desafío adicional de navegar por este nuevo entorno sin medios claros para llegar a casa o establecer una nueva vida en la ciudad. La pregunta que se hacen es desafiante: ¿A dónde ir?

Cuestiones como esta son intrínsecamente complejas y, en algunos aspectos, similares a los dilemas que enfrentan los refugiados en situaciones de conflicto que, a menudo, llegan a países extranjeros con poco más de lo que pueden cargar.

La lista de lugares que figuran como posibles objetivos para el migrante retornado probablemente varían de manera importante de acuerdo con características como la distancia desde la FAG, la cercanía a familiares y amigos, y la calidad del mercado laboral local.

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Entonces, ¿cómo deciden los migrantes a donde ir? Con las tradicionales preguntas directas de una encuesta es difícil evaluar qué características de una localidad determinada impactan más en esta decisión crucial. Es probable que dichas características estén correlacionadas de maneras que dificultan identificar el peso de cada característica en la decisión de los retornados. Por ejemplo, si la disponibilidad de empleos en un municipio está relacionada con la distancia a una carretera principal, es más difícil identificar si un migrante va a ese lugar por la posibilidad de encontrar trabajo o solo porque es más fácil llegar.

Para determinar esto, utilizamos un experimento llamado conjoint de elección discreta, o modelo composicional multiatributo. Es una técnica que requiere que los encuestados comparen y elijan entre lugares a los que mudarse, los cuales son descritos de acuerdo con características clave.

Si las características de los lugares se presentan de manera aleatoria, podemos estimar el efecto que cada una tiene sobre la decisión del migrante. Se presentaron cinco elementos: proximidad al aeropuerto, nivel de actividad de las pandillas locales, la disponibilidad de puestos de trabajo, la presencia de familiares y amigos, y la prevalencia del acoso policial.

Según los resultados, el factor decisivo más importante es la seguridad: una localidad con mucha actividad de pandillas tiene 13% menos de probabilidad de ser elegida para una mudanza, respecto de una localidad sin presencia de estos grupos. La importancia de la seguridad refleja el efecto pernicioso del crimen organizado en un país donde muchos reportan que el miedo es un factor clave para decisiones diarias. Un ejemplo está en el uso del transporte público. En Guatemala, el 47% de la población evita usar el servicio por el miedo a la violencia. En otros países, como Costa Rica, solo es el 25%.

Así como las pandillas, el acoso policial es otra dimensión de la seguridad que afecta la decisión de los migrantes deportados. Lugares en donde el acoso policial es frecuente tienen entre 7% y 9% menos de probabilidades de ser elegidos como destinos, comparados con una comunidad que lo padece "a veces" o nunca.

La presencia de amigos y familiares también es importante para decidir. Tener al menos algún conocido en una localidad aumenta un 7% las probabilidades de querer mudarse a esa localidad. Esta probabilidad sube hasta 9% para lugares con más de 5 amigos o familiares.

El mercado laboral local también importa. Una comunidad con “muchos trabajos disponibles” tiene casi un 5% más de probabilidades de ser elegida como destino. Curiosamente, no parece importar si los trabajos están en el sector formal o informal. Al final “chance es chance”.

¿Qué ocurre un mes después de la deportación?

Los lugares a los que llegan los migrantes combinan características que se hacen eco de los hallazgos descritos. Más del 80% de los retornados reportan vivir con 5 o más familiares. Es decir, la mayoría regresa a pueblos o aldeas cercanas a su lugar de nacimiento, a su familia y sus raíces. Desafortunadamente, en la mayoría de esos lugares la oferta laboral es reducida o nula y son considerables la presencia de pandillas y el riesgo de acoso policial.

También hay prevalencia de victimización criminal de los migrantes retornados durante las semanas posteriores a su regreso. Casi el 12% son víctimas de algún delito, el 5% de extorsión, el más común. Más de la mitad dice que evita salir de casa por la noche por temor a la delincuencia.

La situación laboral de los retornados

Como la mayoría de los migrantes guatemaltecos sale del país buscando mejores condiciones laborales, no sorprende para muchos de ellos ese sea un desafío enorme al regresar. Solo el 49% de los migrantes retornados tenían trabajo un mes después de su regreso a Guatemala. Esta situación no mejoró. Hasta 6 meses después de su llegada, apenas el 47% tenía trabajo. Además, el 68% de los que sí consiguieron empleo, fue en la informalidad. Esta realidad también responde a la prevalencia de la informalidad en Guatemala. Según la más reciente Encuesta Nacional de Empleo e Ingresos (Encovi), 65.3% de la fuerza laboral guatemalteca trabaja en el sector informal.

Es evidente que la condición de deportado dificulta mucho más encontrar un trabajo. A eso se suman factores relacionados con el acceso a la educación y la imposibilidad de acreditar experiencia laboral.

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Mientras muchos deportados han adquirido habilidades al trabajar en EE.UU., como técnicas constructivas específicas o la capacidad de hablar inglés con fluidez, en Guatemala los empleadores tienen dificultades para identificarlas y evaluarlas. Esto implica un desafío importante de “emparejamiento” en el mercado laboral, ya que algunos deportados tienen habilidades muy valiosas y escasas en Guatemala, pero como se desarrollaron en EE.UU., son difíciles de probar o certificar, lo que provoca una mala asignación de la mano de obra.

Las áreas de empleo en EE.UU. más comunes para los migrantes encuestados fueron la construcción y servicios alimentarios. Sin embargo, el portafolio ocupacional de los migrantes es diverso e incluye manufactura, jardinería y cuidado infantil. Sus habilidades podrían aplicarse en el mercado laboral guatemalteco, en la construcción, el turismo y los call centers. El 83% de los encuestados dijeron que aprendieron o mejoraron su inglés en EE.UU.

La importancia de la familia, los amigos y los conocidos

La mayoría de los retornados no son de la ciudad de Guatemala y, por lo tanto, tienen conexiones débiles o nulas con las redes del mercado laboral dentro y alrededor de la ciudad donde se encuentran las principales fuentes de empleo.

Las redes sociales son particularmente importantes en países en los que, como Guatemala, la informalidad es mayor. La ausencia de estos vínculos obliga a muchos migrantes retornados a establecerse en lugares pequeños y con menos puestos de trabajo. Luego de 6 meses, más del 80% de los encuestados desempleados citaron su falta de conexiones con los empleadores como un obstáculo importante para encontrar trabajo. La forma más común de buscar trabajo es pidiendo a sus familiares o amigos que los contraten o los recomienden.

Los prejuicios de los empleadores contra los migrantes retornados también son una de las razones del nivel alto de desempleo. Algunos empleadores tienden a verlos como delincuentes o miembros de alguna pandilla. Sin embargo, solo el 12% de los deportados ha cometido algún delito distinto al cruce ilegal, lo que muestra que este sesgo es infundado.

La pandemia de COVID19 fue otra fuente de discriminación contra los deportados. En los primeros meses de la pandemia, casi el 18% de los encuestados informaron que habían sido discriminados por temor a traer el virus desde EE.UU.

Otra situación que preocupa: de los retornados con tatuajes, el 62% estaba desempleado un mes después de su llegada. Sin embargo, hablando con algunos empleadores, la mayoría indicó que temen que los deportados no vayan a permanecer en sus puestos de trabajo por mucho tiempo y que planeen volver a EE. UU. Y así es, 6 de cada 10 deportados quiere volver.

El ciclo se completa: del desempleo a la migración, de la migración a la deportación, y de la deportación al desempleo.

¿Y la salud mental?

La salud mental es el último factor que pesa sobre las perspectivas económicas futuras de los deportados y su bienestar. Un mes después de su retorno, alrededor del 80% experimentó al menos un problema de comportamiento, como arrebatos de ira, sentirse abrumado por tareas grandes, cometer errores por descuido, olvidar instrucciones fácilmente, reaccionar exageradamente a problemas pequeños y no planificar por adelantado actividades futuras.

Estos problemas de comportamiento no se correlacionan con el desempleo, pero los migrantes que no encuentran trabajo tienen hasta un 24% más de estos padecimientos frente a los que 6 meses después sí tienen trabajo. Esto sugiere que el acceso a apoyo psicológico eficaz podría tener un impacto positivo considerable en su bienestar.

En general, mejorar el acceso a servicios de salud para los migrantes retornados debería ser una prioridad. El COVID19 empeoró su situación. Desde el inicio de la pandemia, el 38% dijo que no visitaron al médico a pesar de necesitarlo. El costo de la consulta, el estigma y el virus impiden que la mayoría de los retornados reciban un tratamiento adecuado. Tal como están las cosas, a menudo se ven atrapados en un círculo vicioso en el que las cargas psicológicas y de salud, el desempleo y el estrés financiero se refuerzan mutuamente.

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La deportación es traumática, desestabilizadora y merece una intervención humanitaria. Algunos esfuerzos de ONG y organizaciones de la sociedad civil alivian la situación de los migrantes indocumentados en EE.UU. y Guatemala. Pero se está haciendo muy poco por los retornados en sus lugares de origen.

Se necesita mejorar y fortalecer los mercados laborales locales y brindar a los retornados un acompañamiento psicológico. Estos son pequeños esfuerzos beneficiosos que facilitarían su transición en su regreso a Guatemala. 

En estos días en los que el eco de las promesas del presidente Alejandro Giammattei y de la vicepresidenta de EE.UU. Kamala Harris comienza a apagarse, es importante recordar que la forma en que se distribuya la inversión prometida no debe concentrarse en los corredores productivos de la Capital, sino que deben priorizarse los municipios en donde migrar es la inversión preferida. La investigación académica será clave para ayudarnos a entender como funcionan las economías locales como los patrones de comercio del occidente del país y así diseñar mejores programas de desarrollo.

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