O por los sistemas Bastión, equipados con 36 supersónicos misiles cruceros antibuque Yakhont en grado de impactar naves a 300 km de distancia. O por su flota de aviones cazas MIG-29M de cuarta generación, de velocidad Mach 2+, que sobrepasan a sus rivales occidentales en agilidad, maniobrabilidad y velocidad máxima. Sino por su importancia geopolítica en Medio Oriente, que la convierte en un aliado de Líbano, Irán, Rusia y China (estos dos países consolidan una alianza estratégica con la actual visita de Putin a China el 28 de agosto), por lo cual, en caso de un ataque militar por parte de Occidente, este no quedaría circunscrito a un conflicto local, ya que crearía una inestabilidad militar global y un impacto serio en la economía a nivel mundial.
La Base Naval de Tartus, en Siria, alberga desde 2009 grandes buques rusos de propulsión nuclear. Es una posición estratégica de logística naval para Rusia. Desde dicha base, la flota rusa puede alcanzar en medio día el mar Rojo a través del canal de Suez o en tres días el océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar. Y este puerto puede servir para el despliegue del sistema de defensa balístico ruso, contrapuesto al sistema de la OTAN. Egipto, honrando su alianza con Siria, cerrará el canal de Suez a los destructores estadounidenses y británicos que navegan amenazantes rumbo a Siria desde el golfo Pérsico y el mar Arábigo.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no va a autorizar el ataque a Siria gracias al veto de Rusia y de China. Respecto al informe de la Comisión de investigación de las Naciones Unidas, que se limitará a confirmar el ataque con gas neurotóxico en los alrededores de Damasco, sin determinar quién lanzó el ataque, y que tardará dos semanas en emitir su informe, John Kerry, secretario de Estado de EE. UU., afirma: “La pregunta no es lo que sabemos, sino qué vamos a hacer para no alentar a Irán y a Hizbulá si es que no actuamos”.
El prestigio del primer ministro británico, David Cameron, ha sido la primera víctima del conflicto al resultar humillado cuando el Parlamento votó en contra del involucramiento de Gran Bretaña en el ataque a Siria. Un pronunciamiento negativo semejante se produjo en Alemania. A pesar de que la población estadounidense se opone a la intervención militar de EE. UU. con marchas que reclaman la paz en Siria, Obama, para iniciar dos oleadas de bombardeos sobre instalaciones militares sirias de artillería, sobre las bases aéreas y sobre instalaciones presidenciales, solo cuenta en esta aventura con Canadá, Turquía (cuyo primer ministro pidió crear una ONU alternativa para atacar Siria hasta el colapso de Asad) y Francia (Hollande afirma con arrogancia imperial que el derecho internacional no puede ser un pretexto para no actuar). La ofensiva limitada y dirigida, dice Obama el 31 de agosto, puede ser dentro de un mes o cuando lo decida el Congreso.
De hecho, Occidente está dividido y vacilante. Estos posibles ataques militares unilaterales, sin la autorización del Consejo de Seguridad, violarían el derecho internacional. Israel, ansioso por participar en la guerra y alerta por destruir a Hizbulá, ha desplegado, defensivamente, un escudo de tres baterías antimisiles móviles de la Cúpula de Hierro Spider, en las colinas sirias de Golán. Irán, por su lado, advierte: “Si hay ataque militar a Siria, la indignación apuntará a Israel”.
Las petroleras calculan que el precio del barril de crudo Brent puede alcanzar los 150 dólares, con espectaculares ganancias para ellas a costa de miles de vidas humanas, que serían afectadas por los misiles crucero Tomahawk que podrían lanzar los destructores de la sexta flota de los Estados Unidos (ya que, si intervienen con aviones cazas para lanzar bombas guiadas por láser y misiles Tauros, a este ataque le responderían 8,000 kamikazes sirios, que también les provocarían serias bajas a los pilotos de la reducida alianza occidental).
Además, la subida del petróleo profundizará la carestía de la vida de la población trabajadora mundial y elevará la prima de riesgo de los países en crisis de la zona euro.
Siria, por su lado, es víctima de una guerra civil, alentada por Israel y por las potencias occidentales, que intentan derrotar a Hizbulá para facilitar la penetración de Israel en el Líbano e intervenir directa e indirectamente en Siria para fomentar la lucha de sunitas sirios contra la mayoría chiita de Irán, su objetivo último de ataque militar. Como siempre, los pueblos neocoloniales terminan exterminándose entre sí cuando las potencias occidentales exacerban las creencias religiosas y étnicas para dividirlos y debilitar así la defensa nacional de sus recursos estratégicos.
A los rebeldes sirios se ha sumado el frente Al Nusra, de Al Qaeda, llegado a través de Turquía, descrito como el más agresivo y exitoso brazo de las fuerzas rebeldes, que están en Siria haciendo la yihad con ataques explosivos suicidas. Ya habrá tiempo —piensan los rebeldes— para decidir si en Siria gobernará la democracia o el islam. Ahora mismo lo importante, dicen enceguecidos, es derrotar al régimen de los Asad.
No obstante, la clase obrera internacional debe promover la unidad de los trabajadores, superando el carácter violento de sus diferencias religiosas. Las consignas de los obreros de las metrópolis capitalistas: ¡Boicotear por todos los medios posibles la intervención militar directa de las potencias occidentales! ¡Frenar de inmediato la intervención en la guerra civil siria! ¡No más armamento ni entrenamiento para las fuerzas irregulares! ¡Impedir el comercio con Israel si no desiste de su involucramiento en la guerra siria y en amenazar al Líbano! ¡Cese del negocio de venta de armas de parte de Rusia a la dictadura de Bachar al Asad! ¡Frenar la intervención nociva de Catar y de Arabia Saudita en el resto de países árabes!
Más allá de simples reformas, se debe llamar a la unidad a los trabajadores sirios, sunitas y chiitas, para reclamar derechos económicos y libertades políticas y civiles para combatir a la dictadura de Bachar al Asad, autócrata al frente del partido único Baath, que apoyándose en los servicios secretos ejerce control sobre la población. La gente es consciente de que las dificultades económicas que ha enfrentado Siria son resultado de la corrupción y de la impunidad de la camarilla Asad en el poder.
Esta guerra le ha costado a la economía siria 80,000 millones de dólares. Falta el suministro de agua y de electricidad por el daño sufrido en la infraestructura. El poder adquisitivo de los salarios ha caído 25 %. La canasta básica cuesta 80 % más. Hay 4.5 millones de refugiados y desplazados. Aunque, gracias a la agricultura, pese a la guerra no hay una hambrina generalizada.
En la medida que surja un frente obrero de liberación en Siria como alternativa de poder, los trabajadores internacionales deberán aislar a Bachar al Asad y contribuir directamente a su derrocamiento revolucionario.
*Publicado en Confidencial el 31 de agosto de 2013.
Más de este autor