Desde mi perspectiva, un enclave es un espacio material, territorial, subjetivo, intelectual, político, económico, jurídico, cultural y religioso que se implanta en una realidad ajena y que permanece ajeno a esta, donde ejerce el poder estructurando jerarquías raciales y económicas, marcadas por la diferencia, la exclusión, la asimilación y la discriminación. El estrato social que crea y controla dichos espacios-enclave los asienta a través de muros reales o imaginados, impenetrables a los que considera diferentes, inferiores o inútiles para sus propósitos de dominación.
En Guatemala, en 1524 se impusieron, por la fuerza y por la fe, los primeros enclaves para la explotación y dominación colonial, los cuales, con el paso del tiempo, se han ido extendiendo, profundizando, modificando y fortaleciendo para mantener la colonialidad como forma de pensar y de vivir.
Foucault analiza el poder, pero no desde la forma clásica occidental, que lo relaciona con el derecho, la ley, la regla, la prohibición, el soberano, la delegación de poder, etc. Se aparta de esta concepción jurídica del poder y reflexiona sobre ella no desde la representación del poder, sino desde su funcionamiento.
Mi reflexión sobre los enclaves coloniales se orienta en esa línea explicativa de cómo funcionan estos como mecanismos, artefactos o dispositivos para lograr una sociedad colonizada, disciplinada e inmovilizada políticamente.
Dice Foucault: «En el fondo no existe un poder, sino varios poderes: formas de dominación, formas de sujeción que operan localmente, por ejemplo en una oficina, en el ejército, en una propiedad de tipo esclavista o en una propiedad donde existen relaciones serviles. Se trata siempre de formas locales, regionales de poder, que poseen su propia modalidad de funcionamiento, procedimiento y técnica. Todas estas formas de poder son heterogéneas. / No podemos hablar entonces de poder si queremos hacer un análisis del poder. Debemos hablar de los poderes o intentar localizarlos en sus especificidades históricas y geográficas». Los enclaves son formas de dominación que actúan articuladas al unísono en el marco de su propia autonomía legal e ilegal.
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La disciplina es el mecanismo del poder para controlar en la sociedad hasta los elementos más profundos de los individuos: es un conjunto de técnicas de individualización del poder para vigilar y controlar la conducta, el comportamiento y las actitudes; intensificar el rendimiento del individuo y volverlo útil al sistema; colocarlo en el lugar donde será más útil, y permitirlo o excluirlo según los intereses del sistema colonial. Y esto lo logran los enclaves a través de la fuerza material e ideológica.
El ejercicio del poder colonial sobre el individuo no es solo para recaudar bienes, riquezas y, eventualmente, el cuerpo del colonizado, sino también para utilizarlos como máquina de producir de todo: riquezas, bienes, otros individuos, etc. Los distintos enclaves que constituyen este remedo de Estado son los espacios adecuados de ejercicio del poder colonial.
Dice Foucault: «La vida se hace objeto de poder. La vida y el cuerpo. Antes existían sujetos jurídicos a quienes se les podían retirar los bienes y la vida. Ahora existen cuerpos y poblaciones. El poder se hace materialista. Deja de ser esencialmente jurídico. La vida entra en el dominio del poder, mutación capital, una de las más importantes en la historia de las sociedades humanas».
Los enclaves se reproducen permanentemente: más instituciones públicas, más leyes que afectan a la población, más mecanismos de acumulación de capital, más corrupción, más colonizados permitidos, más colonizados criminalizados, más sistemas educativos para formar servidumbre (no ciudadanos), más poder militar, más manipulación mediática y religiosa, más represión, más concentración de la tierra, más pobres, más policías, más soldados, más sindicatos corruptos y mucho más.
Los lazos que unen a los innumerables enclaves son de solidaridad racista, de burocratización ineficiente, de concentrar y distribuir con base en las leyes que los sostienen, en recursos públicos para intereses personales o corporativos. Y el sistema colonial, incólume.
La refundación del Estado tiene que pasar por entender la complejidad y la lógica de los enclaves y de cómo estos se articulan para luego plantear su erradicación y su sustitución por instituciones democráticas, propias de un Estado plural.
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