Se dice que una baja tasa de homicidios se corresponde con varios factores, entre los cuales están: menos diferencias entre quienes tienen más y quienes tienen menos, oportunidades para la juventud, y buena infraestructura (vivienda, caminos, escuelas).
De todas las regiones en el mundo, Latinoamérica está en lo más alto de la lista de regiones peligrosas, tiene una media de 25 homicidios por cada 100,000 habitantes según este artículo, que nos dice que supera con creces al resto de re...
Se dice que una baja tasa de homicidios se corresponde con varios factores, entre los cuales están: menos diferencias entre quienes tienen más y quienes tienen menos, oportunidades para la juventud, y buena infraestructura (vivienda, caminos, escuelas).
De todas las regiones en el mundo, Latinoamérica está en lo más alto de la lista de regiones peligrosas, tiene una media de 25 homicidios por cada 100,000 habitantes según este artículo, que nos dice que supera con creces al resto de regiones en desarrollo ya no digamos a los países desarrollados, donde la media es de 2 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Pero también Latinoamérica es la región más desigual del mundo en cuanto a economía y desarrollo, las sociedades latinoamericanas se caracterizan por tener las mayores tasas de desigualdad del mundo. En los últimos años se registró una modesta mejora de estos índices, pero el de inequidad siguió siendo más de 60% superior al de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), a pesar del boom económico registrado a lo largo de una década, si se toma el coeficiente de Gini como punto de referencia, la desigualdad actual se ha acercado al nivel observado a comienzos de los años 1980.
Hans-Jürgen Burchardt, doctor en Ciencias Sociales y profesor titular de la cátedra de Relaciones Internacionales de la Universidad de Kassel, Alemania, describe cómo, aunque las tasas de pobreza disminuyeron claramente en la última década, el 15% de la población que logró salir de esa situación suele llevar una existencia situada apenas por encima del umbral mínimo y sufre el riesgo constante de una nueva caída social en la mayoría de los países. Mientras tanto, la décima parte más rica ya concentra hasta 50% de los ingresos nacionales.
Según este autor, la inequidad extrema no solo se manifiesta en términos de ingreso y patrimonio, sino que también se refleja en un dispar acceso a bienes públicos esenciales como la educación, la salud o la seguridad social. Dentro de este marco, las mujeres, los niños, los ancianos y los integrantes de determinados grupos étnicos resultan particularmente desfavorecidos. Esta desigualdad constituye en Latinoamérica un tema estructural, dado que el acceso a las posiciones y los bienes sociales disponibles o deseables ofrece limitaciones de carácter permanente; que atraviesan las generaciones y se han consolidado, desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, en un nivel superior al promedio internacional.
A este paso, y con una correlación tan clara, muchas de esas manos que se extienden ahora pidiendo salud, educación y comida, serán las que en el futuro se extiendan empuñando un arma con homicida intención.
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