Yo propuse que todas las edades tienen su afán y que las preocupaciones de un niño son tanto o más monstruosas que las de un adulto. Adelanté la noción de que un adulto, por grandes que sean sus preocupaciones, tiene herramientas para lidiar con ellas. Pero no hubo caso. Ellos me insistían que no, que la niñez no tiene angustias, que la niñez es solo jugar y divertirse. Y eso me hizo caer en la cuenta de que es posible que hayan niñeces distintas a la mía.
No es que yo haya tenido una infancia atribulada ni mucho menos. Pero siempre, desde que tengo uso de razón, ha habido algo que me preocupa. Siempre, algo. Da igual si son preocupaciones reales o dudas metafísicas, siempre ha sido algo. Supongo que ellos habrán tenido infancias de más prestigio que la mía o que de plano mienten como bellacos. Supongo.
Y ahora que veo a los de la marcha familiar, entiendo que para ellos, sus motivos para protestar son tan legítimos como los que pueda tener alguien que, en lo más crudo de la guerra, se viene desde Quiché para pedir que paren las masacres. Digo, en el contexto amplio de las cosas es una idiotez pensar que una cosa es igual de grave que la otra. Pero cuando uno vive con la cabeza metida en la arena o en cualquier otro agujero donde no llega la luminosidad solar, es fácil perder la perspectiva y pensar que las demandas y reivindicaciones que uno tiene son las más importantes del universo.
Los ve uno salir, en masa. Los ve uno desfilar -unas cuadras apenas, porque eso de venirse andando desde Tactic es cosa de caitudos-, uniformes con sus camisas limpias. Los ve uno protestar, indignados.
A mí me gustaría que todos los guatemaltecos fueran como ellos. Que todos y cada uno de los guatemaltecos tuvieran entre sus preocupaciones principales la andanada de gays y lesbianas que se va a ir a casar a la muni. Sería bonito que todos los guatemaltecos tuvieran esa como angustia primordial.
Porque, como están las cosas, la gente -la mayoría de la gente- tiene otras ideas en el top of mind. La inseguridad, por ejemplo. Pero eso es algo más capitalino. Más que eso, está el hambre, el desempleo, la falta de oportunidades, la falta de acceso a servicios básicos y la inexistencia del futuro.
Y queda un poco ese sabor de boca que su protesta es más una reafirmación de clase, de rendir pleitesía a un referente extranjero. Una postración ante el idolo de cómo se imaginan que son las cosas en el Estados Unidos que se figuran existe no solo en la casa de los Ingalls. Un país de todos blancos, todos cristianos, todos caminando derechito.
Y no digo que nuestras preocupaciones, desde nuestra burbuja, no se vean igual de grandes que las de alguien a quien le han negado la justicia durante décadas o de una persona a quien le hicieron mierda su comunidad para instalar una fábrica o una mina. Cada edad y cada estamento social y cada condición particular traen sus propios afanes, no cabe duda.
Pero verlos ahí alarmados como si el mundo fuera a terminar el día en que las parejas gay se casen o el aborto sea practicado legalmente en hospitales y no en consultorios secretos, no deja de ser un poco como cuando salieron a protestar porque el fallecido dejó el videíto en que decía que el país se estaba cayendo a pedazos -se sigue cayendo-. La gente que de veras tiene la capacidad para hacer un cambio pacífico reacciona única y exclusivamente cuando y donde le aprieta el zapato.
Ahora, si uno se pone en el lugar del otro, si da dos pasos atrás y se pone a ver cómo están las cosas, no debería costar tanto darse cuenta de que protestar para impedir que los gays formen una familia debería ser una preocupación que no va delante de que todos los niños coman o que haya justicia para cada quien y no solo para los que pueden pagarla.
Porque al final de cuentas, la familia es importante. Es fundamental para el desarrollo de un país. Pero no la familia de papá, mamá e hijos. La otra familia, la familia donde los niños tienen derecho a estudiar y a comer independientemente de si tienen un papá y una mamá o dos papás o dos mamás o una mamá o un papá. Una familia donde la pareja tiene derecho de ser pareja y amarse el uno al otro y tener las garantías y protecciones legales que ofrece un matrimonio. Una familia donde el o la cabeza de familia sabe que sus hijos van a tener un mejor futuro que el que el o ella tuvieron porque el resto de la sociedad está conciente que o nos salvamos todos o nos va a llevar la gran puta a todos. Esa familia. A ver si algún día alguien protesta para que exista esa familia.
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