En el país hay 32 millones de latinos elegibles para votar. Desde las elecciones presidenciales de 2016, el porcentaje de votantes latinos ha aumentado de dos puntos porcentuales, del 12 al 14 por ciento en todo el país.
Este año es crucial para determinar el rumbo de la democracia estadounidense, cada vez más frágil e incierta. En más de la mitad del país (36 estados y 3 territorios), la población estadounidense estará llamada a votar por gobernador o gobernadora del estado. Al igual, luego de finalizada la redistribución distrital o re-mapeo de distritos electorales basados en la población censada en 2020, también estaremos votando por representantes legislativos estatales y los 435 congresistas en la cámara baja del Congreso. En muchos estados también estarán participando candidatos para otros cargos de elección popular, como lo son el de fiscal general, auditor general, y secretario de estado, así como comisionados en distintos condados y postulantes para elecciones locales.
De estas elecciones, las contiendas por escaños en el Congreso para determinar su nueva composición (que por lo general, en el medio período, tiende a beneficiar al partido que no gobierna) van a ser cruciales como preámbulo a las elecciones presidenciales del 2024. Tejas, Florida, Nevada son campos de batalla donde republicanos y demócratas se disputarán el voto Latino, especialmente en la Cámara de Representantes.
Sin descartar la composición de las legislaturas estatales en las que se decidirán temas mayores como los derechos reproductivos luego de la revocación de Roe vs. Wade y leyes electorales estatales, también el puesto de Secretario de Estado en varios estados clave va a ser sumamente determinante.
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Recordemos que la oficina del secretario de Estado es la que se encarga de administrar el proceso electoral en cada estado y estas oficinas han estado en el ojo del huracán por parte de la extrema derecha desde que el expresidente Trump falsamente afirmara sin evidencia alguna que hubo fraude en las pasadas elecciones presidenciales. Estados donde el voto latino ha crecido y puede incidir en la elección de esta figura son Arizona, Colorado, o Nuevo México, donde los cargos están ocupados por Demócratas pero su reelección no está asegurada.
Sin embargo, la apatía del electorado latino de acudir a las urnas o registrarse para votar, persiste. Sobre todo cuando no se trata de un año de elecciones presidenciales. Los partidos políticos no invierten lo suficiente para alentar y ganarse su voto. Por otro lado, existen factores que podrían socavar la habilidad del votante latino de acercarse a las urnas. Somos un segmento que consume información rápida por medio de las redes sociales y por tanto somos un bloque vulnerable. Tres tipos de información falsa podrían alejarnos de las urnas: información errónea o equivocada (es falsa pero no ha sido creada o compartida con la intención de causar daño); desinformación (creada con el fin deliberado de engañar, perjudicar o manipular a una persona o grupo social), e información maliciosa (basada en hechos reales, pero utilizada fuera de contexto con el propósito de engañar, perjudicar o manipular). Para contrarrestar estas campañas, precisa cuestionar el mensaje, corroborar la información y contrastar con fuentes confiables y certificadas.
A pesar de este y otros retos relacionados con las dificultades económicas, la percepción de inseguridad, el regreso a clases después de casi dos años de interrupciones debido a la pandemia, y la COVID-19 que todavía sobrevive con otras variantes, creo que hay algo que podemos controlar y es ejercer nuestro derecho al voto y protegerlo ante amenazas de restringirlo.
Para mejorar la situación de millares de Latinos afectados por desigualdades sociales hartamente evidenciadas, necesitamos ejercer nuestro músculo cívico y político y fortalecer la democracia representativa. Lo cual no quiere decir que después debemos quedarnos de brazos cruzados. Precisa seguir involucrados en la democracia participativa, en los asuntos públicos, en temas legislativos y de políticas públicas.
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