Mis clientes y sus casos ocupan mis pensamientos mientras camino y espero en los pasillos mal iluminados de oficinas públicas. Las conversaciones van convirtiéndose en una ola incontestable. Las imágenes de las pantallas electrónicas, llenas de asaltos, sangre, cuerpos mutilados, menores en los techos y niñas quemadas, se mezclan con jóvenes sin esperanza, arrodillados, que ven con indiferencia a la cámara de la Policía, que posteriormente filtra como noticia la foto repetida cien veces: diferente tatuaje, diferente gorra, pero siempre la misma persona. La sucesión de imágenes lleva al ciudadano distraído a pensar que la violencia cumple perfectamente su ciclo de vida-muerte, mientras el cadáver de una niña de 12 años ha sido tapado por su madre en medio de un camino polvoriento, entre perros, curiosos y charcos de porquería, a la espera de la llegada del Ministerio Público.
No hay reflexión y no los culpo. Desde la comodidad del discurso oficial, instalado en medios de comunicación, periodistas, columnistas, diputados, funcionarios y policías, llegan sin filtro a las páginas de Facebook y posteriormente son copiadas y reproducidas ad infinitum por los grupos de WhatsApp, de modo que crean o refuerzan la idea bipolar del bueno y malo, del estereotipo, del racismo, de la exclusión, de la indiferencia. El malo siempre es el otro, nunca yo, nunca mis amigos, mi familia o mi jefe.
¿Cómo se puede entender que, estableciendo sin duda alguna la simbiosis entre políticos, jueces y empresarios en una unión perfecta para delinquir, el ciudadano no se haya echado a la calle para exigir el cambio total del sistema? Solo desde una educación chata y superficial y desde los valores cristianos de resignación absoluta se puede explicar que no haya gente tomando el Congreso y exigiendo una ley electoral que permita llevar al Parlamento a ciudadanos preocupados por el futuro de todos. No se entiende que no vean la relación entre expolio y pobreza extrema. El sicario que te matará mañana es el niño sin escuela hoy. La madre del marero que te extorsiona fue violada hace 15 años por su padrastro y nadie la ayudó.
La vida-muerte sigue colándose en las portadas cada vez más patéticas y oscuras, sin pensar tan siquiera en romper los diques del pensamiento único. Debemos destruir y volver a construir esta sociedad usando la razón y la palabra, censurando al asqueroso ladrón de futuros, señalándolo, aislándolo, marcándolo como paria maldito. Fortalezcamos la vida en sociedad, abramos espacios, vida comunitaria, risas y bailes. Caminemos hacia una sociedad sana, solidaria, empática, incluyente, responsable, donde el cohecho sea la excepción y el manejo responsable y social de los fondo públicos la regla.
Convirtamos este triste ruido de fondo en música. Construyamos un futuro común con la vista puesta en lograr que tal vez un día Guatemala por fin exista.
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