Funcionando como toda entidad de crimen organizado, operaba como una empresa criminal. De esa suerte, las personas que están ligadas a proceso ocupaban posiciones de distinto nivel dentro de esta. Y al igual que en las empresas, un directorio o una instancia de dirección definía las ramas y variables de actuación. El ex secretario privado de la vicemandataria Ingrid Roxana Baldetti Elías, hasta ahora ubicado en la posición más alta de las reveladas, ocuparía la gerencia general. Arriba de él estaría, obviamente, el directorio. Ni duda cabe de que en ese directorio estaría la señora Baldetti y, muy probablemente en la asamblea de accionistas, el mismo gobernante, Otto Pérez Molina.
Este extremo del hilo sería la parte de la trama que aseguraba la base de la estructura que operaba: el esquema de contrabando de mercancías de distinta índole, en lo referente al giro aduanero de la empresa. Mercancías cuya importación representaba un pago de aranceles que, al ser procesadas por el grupo, redundaba en descuentos sensibles para el cliente que ocupaba los servicios. El trabajo realizado implicaba el pago de un porcentaje del ahorro. Acá, además de preparar las condiciones para la evasión del pago real de impuestos, al recibir parte de lo esquivado, robaban fondos. Robaban recursos que no llegaban para asegurar el funcionamiento de hospitales, escuelas y obras de infraestructura, el pago a los maestros de escuelas y al personal que atiende al público en las oficinas, el crecimiento del sistema de justicia y el fortalecimiento de la seguridad ciudadana. Robaban años de vida a los niños, que se quedan sin futuro.
Del otro lado, el cliente que ocupaba los servicios y pagaba por el favor. Ese usuario de La Línea de corrupción evadía el pago de los impuestos correspondientes a la mercadería que importaba. Allí, además de sobornar a un grupo de funcionarios, mentía sobre el producto que importaba y encima lo vendía al público, al mismo al que le robaba al rehuir el pago de impuestos. Le vendía un producto al mismo precio que si hubiera pagado la totalidad de los impuestos. De vuelta, en el círculo de la corrupción se reponía de lo pagado a la empresa criminal.
El organigrama de la compañía de delincuentes que ahora habrá de enfrentar la justicia ha sido revelado en cuanto al componente de corruptos y corruptas. Esa parte del esquema ha quedado casi clara en cuanto a su modo de operar. Recordemos que las bases del negocio fueron establecidas durante la estrategia contrainsurgente, impulsada por la inteligencia militar, que buscó mecanismos ilegales para financiar las operaciones de la guerra sucia.
Sin embargo, para bailar tango se necesitan dos, y el sistema de justicia debe entregarnos también el otro extremo del hilo de esta red empresarial. Ahora corresponde dar a conocer el nombre de las compañías que hicieron uso de La Línea. Y además de indicar sus nombres y su giro de negocios, por supuesto llevar adelante la persecución penal que corresponda al nivel que a cada cual le toque en función del monto robado también a la sociedad, incluida la estimación de los costos cargados en sobreprecio a los productos contrabandeados.
De esa suerte, el llamado del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (Cacif), ente que representa los intereses del núcleo empresarial, oportunistamente subido al carro de los reclamos, sería menos deshonesto si también requiriera la renuncia del gobernante y la revelación de sus socios implicados en el robo a la sociedad.
Buscar una negociación bajo la mesa o pretender una salida negociada a la crisis mediante el ocultamiento de información que revele los datos de parte de la estructura criminal es nada más y nada menos que complicidad en el crimen. La tonada ya no la dan los actores de la élite que por siglos han movido los hilos de la nación. La tonada la dan las marchas y los plantones. El ritmo lo marca el sonido de los sartenes, y la letra la ha puesto el pueblo desde las calles al demandar que #RenuncienYa.
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