El sueño de la patria imposible

La quiero no porque sea grande y poderosa, sino simplemente porque es la mía. Es hermosa y horrible. Así lo han dicho más o menos los poetas, ya sean Julio Fausto, Rodríguez Cerna, Cardoza y Otto René.

No puedo llegar a esas alturas líricas, no es la mía una voz de cantos. Es una sola que, como otras, sueña. Y en este mes “de la patria” me doy permiso para soñar. Entonces me digo que quisiera vivir en este mismo lugar, pero me gustaría que las situaciones fueran distintas. Por ejemplo, me pregunto, cómo sería Guatemala si en ella no hubiese pobres, ni personas que vivieran en la miseria.

Cómo sería este territorio si todos tuviésemos un empleo que nos proporcionara lo suficiente para vivir con dignidad, para llevarnos el pan a la mesa y no sólo éste sino, de vez en cuando, algunos gustos. Cómo seríamos los guatemaltecos si nadie tuviera hambre, ni sed (ni de comida, ni de bebidas y, por supuesto, ni de justicia porque no habría impunidad).

Cómo serían las relaciones entre nosotros si pudiéramos desplazarnos por las calles, ya sea en automóvil, en autobús o a pie, sin temor a un asalto, a una bala perdida. Si todos pudiésemos adquirir el celular de última generación a un precio muy cómodo, sin miedo a que nos maten por robárnoslo, porque sustraerlo no tendría sentido: nadie se beneficiaría por hacernos víctimas de este despojo.

Cómo sería el trato entre desconocidos y conocidos si la calle, los buses, la casa fueran lugares seguros, en los que compartimos, en los que viajamos, en los que nos transportamos a un precio justo sin miedo a que nos pasara nada.

Cómo seríamos todos si enfermarnos fuera una consecuencia del diario vivir, y no una especie de antesala de la muerte: por falta de medicinas, por doctores-depredadores, por falta de dinero para pagar una hospitalización, unos exámenes de laboratorio o la consulta de un médico “acertado”.

Cómo serían nuestros niños y jóvenes si sus padres, juntos o separados, se preocuparan siempre por ellos, los amaran y cuidaran. Pero también, pudieran todos, sin excepción, comprarles lo que desean, sus juguetes, sus libros, su ropa en almacenes y no en una paca; si pudieran tener una educación gratuita de calidad, mejor que la de los colegios privados. ¿Existirían las maras? Seguro que no.

¿Cómo sería mi Guatemala, esta llaga sangrante, hermosa y herida, si los funcionarios públicos que abusan de su poder, o son corruptos, etc., pudieran ser procesados y castigados sin excepción?

¿Cómo seríamos, si aceptáramos que en esta tierra como producto de la guerra, hubo  genocidio, desplazamientos, muertes? Que hay hombres que les pegan a sus mujeres, las matan, las ocultan.

Si los hechos fueran diferentes, sería otra Guatemala, sin duda. Otra que ni soñando la vislumbro. En fin, soñar no cuesta nada.