Si Thelma Aldana o Zury Ríos hubieran participado en los comicios generales del año pasado, Alejandro Giammattei no sería presidente de la república, pero, como hubiera solo sirve para conjugar ideas en modo subjuntivo, es decir, algo irreal o condicional, lo indiscutible es que el mencionado es el mandatario de Guatemala porque triunfó en las elecciones.
En ese sentido, con la firmeza del modo indicativo y su certeza para plasmar realidades, el personaje avanza hacia su primer mes de gestión entre muchas luces y escasas sombras, aunque, por supuesto, él y su equipo asesor deben cuidar que sus planteamientos no se circunscriban a ser llamaradas de tusa.
Hasta el momento, el jefe del poder ejecutivo no ha parado y sus apariciones son continuas desde el 14 de enero. En cada una de sus intervenciones aporta a que los medios periodísticos tengan contenidos y quienes analizan diseñen escenarios mientras las redes sociales se emocionan.
Con su discurso de toma de posesión y las decisiones del día siguiente, Giammattei logró iluminar el arranque de su administración, que, de alguna manera, pudo opacarse por los efectos colaterales de la atropellada carrera que su antecesor emprendió el martes 14 hacia el Parlamento Centroamericano.
Giammattei, entonces, dejó el eco de sus palabras en la Gran Sala Efraín Recinos, del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, y procedió a materializarlas en hechos. En esa línea, implantó estado de prevención en los municipios de Mixco, San Juan Sacatepéquez y Villa Nueva, donde sus alcances inmediatos fueron como se ha acostumbrado.
La creación de una comisión presidencial contra la corrupción, la orden de dar marcha atrás con los nombramientos de último momento del gobierno de Jimmy Morales en el servicio diplomático y las denuncias de exceso de personal y de despilfarros en la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad (SAAS) alimentaron la potencia de los focos que siguen al mandatario.
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También sumaron oles los lances que el presidente ejecutó cuando, por un lado, clavó banderillas al romper relaciones con Venezuela y, por otro, hizo una magistral verónica al tender puentes en las correspondientes con el Reino de Suecia.
Ahora bien, no todo ha sido miel sobre hojuelas, ya que el ímpetu del uno del país amenaza con que su exceso de velocidad impida que el segundo de a bordo, Guillermo Castillo, pueda cumplir su papel de freno de mano. La sobrexposición le ha causado deslices con la prensa, con la que esboza una luna de miel en lo publicado, pero en el cuerpo a cuerpo con reporteros y reporteras ha cometido el error de enojarse.
Otro acierto ha sido el pronunciamiento de la ministra de Educación, Claudia Ruiz Casasola, quien se estrenó con el anuncio de que derogará la aberración impuesta por su predecesor, Óscar Hugo López, respecto del Currículo Nacional Base.
Sin embargo, se vislumbran piedras en el zapato del gobernante, como la designación de Alfonso Fuentes Soria al frente de la Comisión Presidencial Coordinadora de la Política del Ejecutivo en Materia de Derechos Humanos (Copredeh), así como las discrepancias que en inglés y en español se escuchan en torno de la cartera del interior.
Vale apuntar que, si los resultados ansiados no fluyen, en breve comenzará una natural tendencia a la baja en los niveles de percepción, para lo cual es fundamental que el gobierno se prepare, pues atacar la realidad no puede limitarse a estimular expectativas o a descubrir el agua azucarada con pasajes de distracción.
Dado que Guatemala está hiperdiagnosticada, no hay pierde en por dónde encaminarse, aunado a que la sociedad empezará a exigir cuentas sobre la eterna lista pendiente en las áreas económica, fiscal, social, y demás ámbitos con variedad de incisos de la vida nacional en los que Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre otras instancias, han elaborado minuciosos estudios. Es cuestión de ver cómo Giammattei maneja el tablero del socioajedrez chapín.
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