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“Al ponerme la mascara es sofocante, entonces uno entra en un trance y el personaje lo toma a uno. Dentro de la mascara se sienten los cigarros y la bebida que le dan” Roberto Carlos Barreno. Eduardo Say

El Shutío, la tradición de azotar a Judas

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El Shutío, la tradición de azotar a Judas

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Cada Sábado de Gloria en San Andrés Semetabaj, Sololá, Judas toma forma de hombre entacuchado y pelea a chicotazos con quienes desean cumplir un deseo, o contra quienes solamente quieren mantener viva la tradición.

Viste un sombrero, toalla en la cabeza, una máscara de madera con aroma a los tragos y cigarros que sus devotos le ofrendan, y un saco rasgado por los azotes recibidos desde hace un siglo.

No hay una fecha exacta del inicio de esta tradición. Luis Estacuy, historiador del lugar, cuenta que el término Shutío se asemeja a una palabra usada en kaqchiquel para referirse a Judas, y estima que inició hace cien años. Mario Coroxón, de la Cofradía de San Andrés Apóstol, también a cargo de cuidar la máscara y los nahuales traídos desde un altar, estima unos 125 años.

El rito es, por decirlo de una manera, la pasión de Judas. El Jueves Santo lo personifica un muñeco relleno de hojas y lo encierran en la cárcel municipal; el Viernes Santo se cuelga desde lo más alto de la Iglesia El Calvario, como una representación del arrepentimiento por haber vendido a su maestro; y el Sábado de Gloria, mientras la iglesia católica reflexiona por la muerte de Jesús en la cruz, los hombres del lugar se turnan para encarnarlo.

Para la familia Barreno la tradición empezó hace 14 años, cuando el hijo menor tuvo un sueño. El Shutío lo llamaba, él apenas tenía 11 años. Cuando despertó sus padres entendieron la importancia de lo que les decía, desde entonces es una tradición que asumen como propia.
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Los dos hijos de Santos Barreno se preparan para interpretar al Shutío. Es una pelea para castigar a Judas, pero Judas también puede pegarle al retador.

Acompañados de una marimba que se traslada en un camión, quien lo personifica viste el traje completo con asistencia de los organizadores. Le colocan la máscara que tiene apenas dos agujeros para ver y respirar, a sus manos acercan ramas de membrillo bañadas con parafina para ser más flexibles. Es un chicote de origen natural que corta el aire y la piel de quien recibe el azote. 

Los retadores se empujan para tener derecho a intercambiar chicotazos, si lo hacen por siete años consecutivos, el Shutío cumplirá el deseo pedido. Empieza la pelea. 

Retador y Shutío se toman de la mano y la cintura, hacen una danza breve al ritmo de la marimba, se separan y toman sus chicotes. Empieza el intercambio de latigazos, la afición ovaciona cuando el golpe resuena en la espalda, pierna o cuello. No hay límite de tiempo, la resistencia de los participantes marca el final. 

La pelea dura menos de un minuto, las heridas en cambio apenas empiezan a aparecer. Cuando la adrenalina y el efecto del alcohol pasan, dejan paso al dolor. Más de alguno padecerá de fiebre el Domingo de Resurrección, otros presumirán una cicatriz más cruzada con las de la Semana Santa anterior. Así, hasta que cumplan su deseo, o ya no puedan pelear.

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