No creo que haya estudios sobre la percepción que en Guatemala tenemos sobre el derecho, y si los hay, no los conozco. Pero he notado que muchas personas relacionan el derecho a las leyes. Quizás incluya la buena procuración, que en la mayoría de casos es buen manejo de influencias y no necesariamente buenos argumentos. Ambos conceptos nos explican mucho de nuestra sociedad.
Técnicamente, las leyes son normas que expresan el derecho, son el lenguaje del Derecho, lo que es la solfa a la...
No creo que haya estudios sobre la percepción que en Guatemala tenemos sobre el derecho, y si los hay, no los conozco. Pero he notado que muchas personas relacionan el derecho a las leyes. Quizás incluya la buena procuración, que en la mayoría de casos es buen manejo de influencias y no necesariamente buenos argumentos. Ambos conceptos nos explican mucho de nuestra sociedad.
Técnicamente, las leyes son normas que expresan el derecho, son el lenguaje del Derecho, lo que es la solfa a la música. Nuestra legislación, como en la mayoría de países en América Latina, ha sido resultado de un ejercicio constante de comparación y adaptación. Sería un insulto decir que no tenemos legislación propia, todo lo contrario, los juristas de los años sesenta tuvieron la astucia de tomar legislación de distintos sistemas y confeccionarnos leyes que son todavía vigentes.
El Código Civil y el Código Procesal Civil son ejemplos del excelente trabajo legislativo e intelectual de esa época. Aunque ambos tienen reformas, propias de cambios sociales y de roles familiares, éstos son reflejos del respeto que en esa época se tenía al derecho. Estoy segura que en esa época el proceso político legislativo no era más sencillo de lo que es ahora, pero al menos se invertía en que el producto fuera de calidad.
Hoy el proceso legislativo en Guatemala está muy lejos de ser un ejercicio académico. Muchas veces quienes redactan o adaptan la legislación no son juristas guatemaltecos. Es típico que se le pague a un “experto” extranjero que trabaje en ese proceso que efectivamente es técnico pero también es sociológico y antropológico.
Hemos perdido el respeto por nuestro derecho. Y esto se evidencia no sólo en el proceso legislativo sino en las sentencias de nuestros jueces. La Corte de Constitucionalidad debería de enorgullecernos, no todos los países tienen una. Sin embargo, los Magistrados y jueces no se han dado su lugar. Nuestras sentencias no tienen contenido que valga la pena estudiar.
Y en ese contexto, los abogados también dejan brillantes argumentaciones y análisis lógico jurídico, y lo cambian por botellas de whisky, procuradoras coquetas y el sobretón. El derecho en Guatemala es el reflejo de nuestros problemas sociales, pero sobre todo refleja una baja autoestima colectiva. No nos respetamos y eso tiene que cambiar para que podamos como país ver más allá de las paredes y el raizor ribbon.
En ese momento, creo que nuestra percepción del derecho será distinta. Cuando nuestras leyes y el trabajo de abogado no se relacione con transas, holgazanería, gente habladora, corrupción y contactos, entonces la autoestima social sube y como reacción a esto incrementa el respeto a las normas de convivencia.
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