Coincide con el momento en que hay cambio de fiscal y es a un año de la sentencia por genocidio, sentencia derivada de un proceso que ha venido siendo ferozmente atacado por varios actores alineados con el poder como la Corte de Constitucionalidad y el Colegio de Abogados, entre otros. Por otro lado, esta sentencia histórica le dio al mundo una de las pocas buenas noticias sobre Guatemala (aunque para otros sea suficiente con que se diga que Arjona es guatemalteco), nos dio esperanza y nos devolvió un poco la fe a muchos y muchas guatemaltecas.
Aunque ya estamos acostumbrados a zanganadas del Congreso, ésta no me la esperaba. El Congreso llegó tarde, como siempre (hasta Méndez Ruiz lo declaró). Pero pareciera un momento oportuno para alguien, pero, ¿para quién? ¿Con quién quisieron quedar bien los legisladores a estas alturas? ¿Qué les motivó a unirse como pocas veces lo hacen?
El momento parece oportuno como para marcar una línea base para el trabajo de la nueva Fiscal del MP, como aprovechando un borrón y cuenta nueva, echando a perder todo el trabajo avanzado. Haciendo una cruel burla a una gran parte del pueblo de Guatemala que reclama justicia.
El punto resolutivo no es vinculante pero no deja de tener un sentido vulgar. Estamos hablando del Congreso de la República, el órgano donde por excelencia se deberían dar los debates serios nacionales con los representantes de todos y todas las ciudadanas. Pero este Congreso se pasó por alto un gran proceso, muchos testigos y muchas almas esperanzadas y vino a decir “ya cállense: aquí no hubo genocidio y punto”. Y ahora resulta que les preocupan el resto de los guatemaltecos y hacen esto con la mejor voluntad para que salgamos adelante y no nos quedemos en el atraso (y yo me pregunto ¿será que ahora, después de este punto, ya se van a poner a trabajar?). No hacen falta más estudios de tanques de pensamiento para decirnos que los partidos políticos no son representativos, que son clientelares, maquinarias electorales y demás.
El punto resolutivo fue motivado “para evitar la conflictividad entre guatemaltecos”. Qué fácil fuera si con algo así se pudieran eliminar los conflictos y problemas del país. Entonces les podríamos pedir que saquen otro paquete de puntos como “los niños no mueren de desnutrición”, “los monocultivos no afectan la soberanía alimentaria ni producen desalojos violentos”, “las hidroeléctricas respetan la vida de los pobladores y generan energía para ellos” o “las mineras no contaminan y traen desarrollo igual para todos”. Y todos en paz. ¡Claro! Si no se necesita mucha ciencia…
En lo personal, en este caso, prefiero no enredarme en la discusión conceptual, si hubo o no genocidio, ya que esta parte puede ser una trampa y un distractor. Por supuesto que sería una victoria que se reconociera el genocidio, pero no nos debemos perder en el sí o en el no, nuevamente, como pasaba hace un año. Llámele cada quien como quiera. Lo importante es lo que esta afirmación está arrastrando: impunidad, negación de nuestra historia y desprecio por la vida, como ha sido siempre, de miles de personas, fundamentadas en el racismo.
Lo importante es que todos conozcan lo que en este país ocurrió, que el Estado, bajo el mando de personas con nombres y apellido, desapareció, asesinó, masacró, torturó y violó a miles de personas inocentes. Reconocer que los crímenes que cometió el Estado fueron fundamentados en el racismo, lo que hizo posible las atrocidades indiscriminadamente contra miles de indígenas. Excusas hubo muchas como que eran comunistas monstruosos, pero ¿usted creería eso de ancianos, mujeres, niños, bebés y fetos? Lo importante es no perder de vista que aún hay muchos que exigen una explicación del por qué de tanto sufrimiento. Hay muchos que exigen justicia para quienes permitieron todas estas violaciones a los Derechos Humanos (¿o qué? La lucha por la justicia sólo se les aplaude a quienes se apellidan Siekavizza o Rosenberg?).
No podemos pretender que negando lo ocurrido vamos a salir adelante y vamos a dejar de tener problemas. Qué mejor ejemplo que reconocer el pasado, agarrar fuerzas y trabajar por no ser un país como el pasado. Tener el ejemplo en la memoria histórica de lo que no queremos repetir. Decir que hubo genocidio en Guatemala no es un orgullo, es una denuncia viva y una lucha por justicia en un país donde reina la impunidad para los poderosos.
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