La división política administrativa actual —departamentos, municipios y fronteras nacionales— siguió la lógica de conformación espacial y social para controlar territorios, sociedades, el poder político y los recursos naturales. Los límites comunitarios no fueron de interés (de ahí los conflictos actuales).
Las grandes ciudades, hoy desordenadas, precarias en servicios públicos [1], productoras de contaminación, sufriendo violencia e inseguridad con sociedades atrapadas en el consumo y en la pérdida identitaria, alejadas de la naturaleza y de la cultura, apretujadas en barrios, colonias, caseríos, etcétera, reflejan el proceso de urbanización implantado para consumidores cautivos (no ciudadanos). Las ciudades centralistas no son espacios para el desarrollo humano integral, y las ruralidades son efecto del sistema colonial: nichos de pobreza, abandono y exclusión.
El crecimiento concentrado en la capital y en grandes ciudades hace que la migración interna no sea una elección, sino una obligación. Guatemala es cada vez más un país urbano y nicho de informalidad laboral, pero no por causas que la conduzcan a la modernidad, sino por el desplazamiento de la población del campo a la ciudad por precariedades y falta de oportunidades. En 2017, alrededor de 150,000 jóvenes culminaron sus estudios en diversificado. No obstante, en 2018 únicamente se crearon 11 plazas de empleo formal.
La informalidad laboral (70 %) podría acarrear un conflicto social futuro, pues los jóvenes no están protegidos por ningún sistema de seguridad social que les sirva en su vejez. Para los emprendedores el panorama no es halagüeño: la mayoría administra un negocio de reciente creación (2.2 millones de personas en 2018). Más de la mitad empieza con menos de Q10,000, el 60 % no ha registrado su negocio, y los riesgos que enfrentan son mayor probabilidad de robos, extorsión y agresión, los cuales, sumados a la inadecuada infraestructura física, hacen que la tendencia al alza motivada por la falta de oportunidades y la tendencia a la baja en la calidad de los emprendimientos reflejen la crisis de la economía guatemalteca.
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«Guatemala dejó de ser un país mayoritariamente rural para ser mayoritariamente urbano. 46 % y 54 %, respectivamente (Censo 2019). La miseria rural ha crecido y las posibilidades de empleo cada vez son menos en el campo, lo que expulsa a las personas hacia ciudades intermedias y a la zona metropolitana de Guatemala» [2].
La propuesta de la Fundesa de invertir en ciudades intermedias y de crear centralidades o nodos alrededor de los cuales girarían y dependerían municipios más pequeños y cercanos es desconcentrar la concentración colonial. Son imanes para incrementar la migración de áreas empobrecidas a núcleos urbanizados en precariedad y en consumismo. Con las iniciativas impulsadas por el Cacif de reducir el salario mínimo, de contratar a tiempo parcial y de alianzas público-privadas para infraestructura tendremos un panorama atractivo para ellos al contar con grandes contingentes humanos cerca y disponibles para trabajar por cualquier salario con tal de sobrevivir en la urbanidad.
La propuesta [3] evidencia que los municipios más indígenas, más rurales y más lejanos no se integran a esta visión de crecimiento económico y empata con el planteamiento de la estrategia económica espacial (EEE) del BID: «La EEE propone acciones focalizadas en una red de desarrollo compuesta por nodos primarios y secundarios conectados por corredores. Esta red es integrada por polos de desarrollo multisectoriales definidos con alta precisión geográfica, donde inversiones coordinadas detonarían un mayor crecimiento económico». Está claro: crecimiento, no desarrollo.
Una propuesta alternativa sería que las inversiones en infraestructura de las alianzas público-privadas se desconcentraran hacia las áreas y comunidades más lejanas de ciudades principales e intermedias [4]: invertir en caminos secundarios; crear circuitos de comunicación entre pueblos pequeños, pueblos medianos y grandes ciudades; construir áreas de mercadeo, terminales medianas, centros de capacitación para el emprendimiento y la tecnología y vivienda rural con pertinencia cultural para clases medias bajas; etc. De repente sería la semilla para un proceso de etnodesarrollo.
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[1] Prensa Libre, 7 de octubre de 2019. Pág. 20.
[2] Prensa Libre, 22 de septiembre de 2019. Pág. 13.
[3] Prensa Libre, 25 de septiembre de 2019. Pág. 6.
[4] Prensa Libre, 7 de octubre de 2019. Pág. 6.
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