En mi caso, tengo una sana obsesión por el orgasmo femenino. Me preocupa que muchas mujeres no lo alcancen. Me preocupa que lo finjan para complacer al hombre. Me preocupa que se relegue a un segundo plano para poner al frente el placer del compañero. Me preocupa que lo confundan con otros placeres de diferente cuantía.
Decir que el orgasmo femenino es como leer un libro es quedarse corto. Leer es un placer básicamente intelectual y, aunque sea literatura erótica, no puede jamás competir con la petite mort. Tampoco se puede comparar con un viaje, aunque este placer, al igual que el sexo, involucra todos los sentidos. Sin embargo, a mí no se me contrae la vagina al ver la torre Eiffel por más fálica que esta parezca. Comerse un chocolate o un platillo exquisito es placentero, pero parecerá desabrido al compararlo con la lujuria.
En resumen, todos estos otros placeres son dioses menores, santos de segunda clase. La verdadera diosa del orgasmo femenino es incomparable, voluptuosa, única y a veces muy difícil de alcanzar. Además, se presenta con varios trajes: orgasmos intensos y breves o aquellos prolongados y profundos, en los cuales hasta los piojos de la cabeza se ponen a bailar.
Como al parecer no soy la única preocupada por el orgasmo, recientemente me topé con un estudio acerca de quién tiene más orgasmos y por qué. El artículo presenta estadísticas que demuestran que existe una brecha entre el orgasmo masculino y el femenino. Los hombres en relaciones heterosexuales y homosexuales tienen más orgasmos que las mujeres, aunque para ellas la mayor cantidad de orgasmos se alcanzan en relaciones con otras mujeres. Y aunque el estudio no lo dice, seguramente lo mismo sucede con la masturbación.
El estudio avienta desde explicaciones psicológicas que afirman que la preocupación de las mujeres por el físico no nos permite disfrutar plenamente del sexo hasta explicaciones de la anatomía femenina que aseveran que la distancia entre el clítoris y la abertura urinaria interfiere en la capacidad de tener orgasmos. Seguramente todas son buenas explicaciones. Yo, sin embargo, quiero aportar otro punto de vista desde mi amateur conocimiento y obsesión.
Se dice que en los accidentes de tránsito intervienen tres factores: el carro, el piloto y las carreteras. Disculpen la rudeza de mi comparación, pero me atrevo a decir que en el orgasmo femenino también intervienen estos mismos elementos.
El vehículo es nuestro cuerpo. Por eso tenemos que conocerlo, saber cómo funciona, dónde se encienden las luces, dónde ponemos freno, cuándo cambiar de velocidad, cómo maniobrar de frente o de retroceso. Lo único que no podemos hacer es cambiar de cuerpo.
El piloto somos nosotras, las dueñas de nuestro cuerpo. Nosotras como amantes. Y así como los conductores reciben educación vial antes de tomar un carro, así también los amantes tenemos que recibir educación sexual. Necesitamos tener conocimiento de cómo funciona nuestro cuerpo, de cómo conducir con seguridad en las avenidas del placer, hasta incluso saber nuestros riesgos, nuestros accidentes y cómo prevenirlos. Otros conductores, más experimentados o experimentadas, podrán darnos lecciones y trucos valiosos. Igual, usted conduzca con cuidado. No se arriesgue en marcha suelta. Un consejo válido en la carretera y en el sexo.
Finalmente, las carreteras son las distintas vías que se emplean para llegar al éxtasis. Conocer esas rutas es una tarea que no termina nunca. Aventúrese por caminos nuevos, explore atajos, deténgase a la orilla del camino y disfrute del paisaje, que al final de eso se trata.
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