Es un criterio particularmente válido y relevante en la coyuntura económica actual. El Fondo Monetario Internacional (FMI) actualizó sus proyecciones económicas globales, con lo cual el Banco de Guatemala (Banguat) hizo lo mismo la semana pasada con las de Guatemala, caracterizadas por un optimismo marcado y alentador.
Sin embargo, no deben abandonarse la prudencia y la conciencia de que la pandemia continúa presente: el covid-19 sigue siendo muy peligroso y para muchos es mortal. En la apertura de sus reuniones anuales, el FMI y el Banco Mundial (BM) advirtieron que no confiaban en la recuperación económica temprana. Expresaron preocupación por que los Gobiernos retiren demasiado pronto la ayuda a empresas y a trabajadores. A hoy, pese a los esfuerzos y al empeño global, la vacuna contra el covid-19 sigue siendo una ilusión, y algunos países ya están dando marcha atrás al volver a imponer medidas de aislamiento estrictas y al suspender la actividad económica. El FMI dejó muy claro que los reveses son ya una realidad.
Me temo que esta realidad está ausente en el ideario y en la conciencia de Guatemala. El proyecto de presupuesto para 2021 parece estar haciendo justo lo contrario de lo que las instituciones financieras internacionales están recomendando, ya que plantea medidas solo en términos de recuperación económica y suprime las de protección social y de asistencia a los más afectados por el impacto de la pandemia.
Quizá la principal falencia del proyecto de presupuesto para 2021 es justamente que, de los 4,560.8 millones de quetzales que recomienda asignar a su componente de recuperación económica y social, el 63 % se invertiría en infraestructura vial, mientras que solo el 9 % iría a apoyar a los productores agrícolas pequeños, el 7 % a apoyar los ingresos de los hogares y el 4 % a la Gran Cruzada Nacional por la Nutrición. Este orden de prioridades falla en reconocer que la inversión pública en carreteras es una condición necesaria pero no suficiente para la recuperación económica y social. Las carreteras son importantes, pero, como decía un político bien conocido, «las carreteras no se comen».
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Pero sobre todo ignora que el componente principal de la economía guatemalteca es el consumo privado y que con ello los consumidores y los hogares devienen en el sector económico más importante. El proyecto de presupuesto destina la gran mayoría de los recursos para la recuperación económica y social a un sector económico muy importante, pero descuida al más importante.
Este es un error que puede salirnos muy caro, ya que, en caso de que las expectativas optimistas se materialicen (ojalá), se profundizarán la desigualdad y la exclusión: la economía guatemalteca empeorará convirtiéndose en una cuyo crecimiento beneficia solo a unos pocos y mantiene a la gran mayoría en la pobreza y en la iniquidad. Y si, por desgracia, las expectativas optimistas resultan haber sido ilusiones y la realidad es otro golpe severo de la pandemia, el Gobierno demostrará una vez más que no está preparado y volveremos a ver improvisación, corrupción y torpeza. En cualquier caso, los que parecieran estar ya condenados a continuar sufriendo las consecuencias serán los económicamente marginados y excluidos.
Me parece histórico que hasta el FMI y el BM, otrora estandartes de las políticas económicas que empobrecieron a medio mundo, ahora aboguen por los más pobres y alerten sobre los peligros de confiarse en lo que hemos podido recuperar. El primer golpe de la pandemia del covid-19 tomó por sorpresa a muchos y por ello fue muy fuerte. Si el impacto de un segundo golpe es igual o más severo, no habrá sido por sorpresa, sino por pura necedad.
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