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El ocaso de los Lorenzana

Entonces sí, el imperio de droga se les convierte en un castillo de naipes a la espera de un soplo final para desmoronarse.
El Estado de Sitio en Alta Verapaz no hizo una sola abolladura en la operación de los Zetas.
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El ocaso de los Lorenzana

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Un escenario similar al colombiano desde la captura de los grandes es previsible para Guatemala, aun si es temporal, en la medida en que sigan cayendo los capos guatemaltecos y no se ataque a los mexicanos.

Cayó el Patriarca, como una pieza mayor del narco-dominó desatado hace meses en el país. La captura del capo de capos guatemaltecos, Waldemar Lorenzana Lima, parecía utópica cuando la policía apresó a otros dos capos nacionales: a Mauro Salomón Ramírez, el que causó la balacera de Tikal Futura, aprehendido el 2 de octubre de 2010; y a Juan Ortiz López, Chamalé, bienquerido en muchas aldeas de San Marcos, preso desde el 30 de marzo recién pasado. Pero sucedió: tres pesos pesados del Cartel de Sinaloa apresados en Guatemala.

La filósofa alemana Hannah Arendt dice que las figuras de autoridad –o quienes se consideran como tal– usan la violencia cuando se les desafía. Pero Lorenzana, de 71 años, con 15 empresas de construcción (algunas contratadas por el Estado), flotas de transporte, exportadoras de fruta y gasolineras, podía emplear (y así comprar) a un número considerable de “mentes y corazones” para no enfrentar oposición y lavar el dinero que provenía del narcotráfico.

Lorenzana, como Ramírez y Ortiz, había llenado los espacios que el Estado descuidó, ofreciendo empleo, canchas deportivas, clínicas y hasta alumbrado público; y se ganó voluntades. Sólo cuando el método no daba más, impuso la fuerza.

Ante el Tribunal Tercero de Sentencia, Lorenzana se describió a sí mismo como un comerciante exportador desde 1959. Ahora se puede calcular que comenzó en el negocio cuando tenía 19 años. El Ministerio Público asegura en que desde la década de los sesenta los Lorenzana recibieron miles de cocaína colombiana que, vía El Salvador, fue transportada a Guatemala por tierra o mar y ellos la trasladaban hasta México.

El Patriarca presuntamente comenzó a familiarizarse con las avenidas del contrabando cuando fue agente aduanero, hace muchos años. El mismo camino había recorrido Arnoldo Vargas, después convertido en alcalde de Zacapa, y pionero de la estrategia de ganar “mentes y corazones”. Pionero también en ser capturado por narcotráfico en 1990. Fue extraditado a EE.UU. en 1992, y condenado a 30 años de cárcel.

Aun así, los Lorenzana siempre creyeron que tenían suficientes ojos y oídos para su protección en la aldea La Reforma, en Huité, Zacapa, y en Chiquimula, Jalapa, Izabal y hasta en El Progreso, en donde el Patriarca fue capturado. Queda la leyenda urbana sobre quién incumplió esa función en 2009, y no vivió para contarlo, cuando (con acompañamiento de la DEA) hubo cuatro espectaculares intentos fallidos para capturar al papá y a los hijos Lorenzana.

Esta vez en 2011, la Fiscal General, Claudia Paz, y el Ministro de Gobernación, Carlos Menocal, dicen que los sistemas de inteligencia guatemaltecos funcionaron, que se hizo menos bulla, que se fue más efectivo. Además, no participaron la DEA ni el FBI, sino que se limitaron a asesorar en la investigación. Después de todo, es una corte del Distrito de Columbia (en Washington) la que pidió la captura de los Lorenzana el 10 de marzo de 2009, por conspiración para importar cocaína a EE.UU.

¿Por qué la captura? Y ¿por qué ahora?

En 2010, el mapa del narco en Guatemala había cambiado dramáticamente. De estar dividido entre el Cartel del Golfo (en el Norte y el Atántico) y el de Sinaola (en el Sur y el Pacífico), los Zetas entraron a copar los espacios del Golfo, sus antiguos capataces. Los Zetas son un grupo fundado por el Cartel del Golfo como un brazo armado extremo, formado por ex kaibiles guatemaltecos y ex militares de élite mexicanos. Pero los Zetas se independizaron en 2007, cuando empezaron a entrar a Guatemala, vía Huehuetenango rumbo a Cobán, en donde establecieron su centro de operaciones, que incluyó campos de entrenamiento en Quiché y desplazamientos importantes en el Oriente.

El año pasado, 2010, la ruptura fue definitiva. Gente del Cartel del Golfo asesinó a Víctor Peña, alias “El Concord 3”, parte del círculo principal de los Zetas, quienes demandaron al Cartel del Golfo que entregara a los asesinos. Pero los del Golfo se negaron y se declaró la guerra entre los antiguos aliados, con Guatemala como territorio en disputa, al igual que toda la costa caribeña mexicana.

Aquí, los Zetas carecían del poder y del tiempo para ganar “mentes y corazones”, y se impusieron a la fuerza. La primera demostración fue el conocido asesinato de “Juancho” León en marzo de 2008 en Zacapa, según fuentes de inteligencia militar y civil, por robar droga a los Zetas y matar a dos de ellos. Presuntamente tuvieron la anuencia de los Lorenzana, en cuyo territorio ocurrió el ajusticiamiento. Ellos debían dar luz verde para que los Zetas se resarcieran del agravio que les causó “Juancho”. El saldo: 11 muertos. La segunda demostración llegó ocho meses después, cuando los Zetas se enfrentaron a un grupo de Sinaloa en una frustrada carrera de caballos, en Huehuetenango. El saldo: 17 muertos.

No necesitaron decir más hasta abril de 2009, cuando mataron a cinco policías que presuntamente intentaban robar droga almacenada en una bodega en Amatitlán, rentada por los Zetas. Se envalentonaron unos meses después, robando armamento a un policía y protagonizando una persecución que se extendió por cinco departamentos del Occidente. En octubre de 2010 reaparecieron presuntamente para recobrar un cargamento oculto en El Naranjo, Petén, en una finca del supuesto sucesor de Juancho, quien fue asesinado ese mismo año.

El 19 de diciembre, el gobierno impuso un Estado de Sitio en Alta Verapaz, “para recobrar la gobernabilidad” en el departamento, y para disminuir las acciones delictivas provocadas por los Zetas; para quitarles hegemonía. Dos meses después, además del decomiso de un centenar de armas, varias avionetas y vehículos, la detención de 22 personas, y la reducción en hechos delictivos en ese lapso según Menocal, el único cambio visible fue que los Zetas adoptaron un perfil más bajo.

El Ministro de Gobernación no quiso decir cuántos Zetas hay en el país. Un investigador del Ministerio Público dijo en 2010, con base en datos de inteligencia policial y militar, que había unos 800, de los cuales un tercio son mexicanos y el resto son guatemaltecos.

Geografía estratégica

Los Lorenzana colaboraron con el Cartel de Sinaloa en el trasiego de droga entre El Salvador y México por la Costa Sur guatemalteca. Un poco más al Norte, la familia Mendoza, asentada entre Izabal y Petén, estaba más cerca del Cartel del Golfo, cuya zona operativa es el Noreste y el Norte del país.

No obstante, había unos traficantes con fronteras mafiosas más flexibles, que querían abarcar tanto las costas pacíficas como las atlánticas. Uno de estos fue Jorge Mario “el Gordo” Paredes, acusado de asesinar al asesor de seguridad Víctor Rivera. “El Gordo” fue capturado en Honduras en mayo de 2008 y expulsado hacia EEUU. Presuntamente era socio de los Zetas, al igual que su hermano Arturo Paredes, asesinado por sicarios en Izabal noviembre de 2010.

Los Zetas llegaron a Guatemala como “el brazo armado del Cartel del Golfo”. Cuando quisieron una tajada del pastel, exigieron una parte de las ganancias en rutas ya establecidas y operadas por otros grupos. Eso explica que no hayan intentado desplazar a los Mendoza o a los Lorenzana.  Y por eso casi nunca los han detenido con cargamentos de droga, sino sólo con armas y municiones.

A mediados 2010, un investigador de inteligencia civil, con información militar y policiaca, concluyó que los Lorenzana, los Mendoza y los Zetas “se estaban dejando trabajar (unos a otros)”, una pequeña pax mafiosa. El único que contrató a los Zetas para desplazar a sus contrincantes fue Walter Overdick en Cobán (según un cable estadounidense de febrero 2009, rescatado por Wikileaks). Overdick cometió el mismo error que un capo del Cartel del Golfo cuando contrató a los Zetas: pidió ayuda a un perro guardián capaz de morderle la mano al amo.

Los Zetas se le fueron de las manos a Overdick. Incluso contaron con la ayuda de un ex viceministro de Defensa para montarles la estructura operativa en ese departamento. También gozaban de la complicidad de Otoniel “El Loco” Turcios Marroquín, detenido en octubre en Belice, quien fue mano derecha de Paredes (cercano a los Zetas) y ahora enfrenta juicio en Nueva York en el mismo caso que a Paredes le costó una condena de 31 años de cárcel.

El Estado de Sitio en Alta Verapaz no hizo una sola abolladura en la operación de los Zetas. Les sacaron las fuerzas de seguridad por dos meses, pero han vuelto con el asesinato de un empresario del cardamomo y el incendio de un predio de carros. Volvieron, pero menos escandalosos.

Pasos de animal grande

Cuando caen los capos Mauro Salomón Ramírez y Chamalé con una diferencia de cinco meses entre octubre y marzo, los Lorenzana quedan en un equilibrio peligrosamente débil. Las piezas de dominó de Sinaloa comienzan a caer, mientras que los Zetas ganan espacio (apenas despeinados por el Estado de Sitio en Alta Verapaz), en un contexto en el que ese “dejarse trabajar tranquilos” ya no es tan necesario para los Zetas.

Sí hubo una serie de asesinatos que siguieron a las capturas de Ramírez y Ortiz, y que según el ministro Menocal tenían que ver con luchas de poder para sucederlos como pequeños capos; en el caso de los Lorenzana podría predecirse lo mismo. Con una salvedad. Según Tomás Borges, son los clanes familiares del narcotráfico los que sobreviven mejor que aquellos en los que la sucesión al poder no está relacionada con un grado de parentesco consanguíneo. Como ejemplo ofrece el caso del Cartel de Tijuana, en el que reinaron los hermanos Arellano Félix hasta que uno a uno—por captura o muerte—fueron cayendo y el cartel se debilitó bajo el mando de la única hermana sobreviviente y en libertad: Enedina Arellano Félix.

Con los Lorenzana, establecidos en el oriente desde los años 50, ocurriría lo mismo. Pero está preso el Patriarca, y tienen orden de captura sus tres hijos (Waldemar, Haroldo y Eliú Lorenzana Cordón), el esposo de una de sus hijas y otro individuo (Carlos Alvarenga Mejía y Gonzalo López Cabrera). Así las cosas, el ocaso les toca a la puerta, a menos que el clan tenga otro miembro que imponga la autoridad familiar y que sepa jugar sus cartas con los Zetas.

Los Zetas medirán sus acciones con base en la reacción de los Lorenzana, para mantener el equilibrio actual, o golpearlos cuando están más vulnerables –no desaparecerlos, pero colonizar sus operaciones (sin desaprovechar el caudal de “mentes y corazones” de los Lorenzana en el oriente), cobrar su tajada, y tomar las rutas de trasiego que hasta ahora tienen sello sinaloense. Es lo que está sucediendo en algunas zonas de México, según el más reciente análisis de la firma Stratfor.

Pulso por territorio

El desbalance de fuerzas en México fue tal que en 2010 el Cartel del Golfo buscó alianzas con su ex archi-enemigo, el Cartel de Sinaloa, que hoy se hace llamar la Federación de Sinaloa, y cuyo líder todavía es el Joaquín El Chapo Guzmán Loera (capturado en Guatemala en 1993 y prófugo de una cárcel mexicana desde 2000). Stratfor muestra como en 2011, en la costa del Atlántico mexicano la presencia del Cartel del Golfo casi desapareció, tragada por la ocupación Zeta que se ha extendido hacia el sur, pasando por Veracruz, Tabasco, Chiapas y Yucatán, hasta llegar a Guatemala. Se extiende también hacia el centro de México, en busca de la costa del Pacífico.

Por aparte, las posiciones de Sinaloa hacia el Norte, buscando y ocupando las pocas posiciones que todavía mantenía el grupo de Tijuana, y extendiéndose hasta Baja California y el Cabo San Lucas, donde hasta 2010 no se identificaba una presencia fuerte de los carteles. La franja operativa del grupo Sinaloa que se extendía sobre la costa del Pacifico, hasta llegar a Guatemala y el departamento fronterizo de San Marcos, comienza a mostrar agujeros.

¿Qué efectos puede traer todo esto? Muchos.

EE.UU. los quiere a todos.

Otra vez. ¿Por qué la captura de Lorenzana ahora? Menocal dijo que la captura era importante porque Lorenzana y sus hijos eran parte de la lista de Narcotraficantes Especialmente Designados que elabora anualmente la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC) Departamento del Tesoro de EE.UU., como parte del Acta del Capo Extranjero del Narcotráfico (Drug Kingpin Act). Los integraron al listado el 27 de abril de 2010, y son los números 728 a 731 de la lista. EE.UU. ofrecía US$500 mil de recompensa por información que condujera a la captura de Lorenzana padre, y US$200 mil por la de cada hijo.

Sin embargo, el Patriarca y sus hijos no son los únicos que ostentan este privilegio. Paredes lo tuvo en 2007 (un año antes de su captura), al integrar la lista de la OFAC ese año, junto con el Cartel del Golfo en pleno (cuando era liderado por Ezequiel “Tony Tormenta” Cárdenas, hermano de Osiel, y muerto en una balacera en noviembre de 2010). Y si el calibre de la recompensa es un indicativo de la importancia que el personaje tiene para el tráfico de drogas y para la justicia estadounidense: por Paredes EE.UU. ofrecía US$5 millones, diez veces más que el Patriarca, mucho más capo guatemalteco que regional.

Lorenzana aparece en la lista en 2010, y es capturado un año más tarde. La lista no significa otra cosa más que los ciudadanos estadounidenses no pueden hacer negocios con las empresas de los integrantes de la lista, y que los bienes de éstos en EE.UU. son congelados. No se ha revelado si los Lorenzana tienen bienes en tierra estadounidense ni si hacían negocios legales con ciudadanos de ese país. Con o sin negocios legales allá, Lorenzana está en la cárcel en Guatemala, por orden del Tribunal Tercero de Sentencia, mientras transcurren los 40 días que Estados Unidos tiene para solicitar la extradición.

Detonante de capturas ejemplares

El Departamento de Estado de EE.UU. está convencido de la efectividad de sus extradiciones para agilizar capturas. El ministro Menocal lo subrayó en el caso de Colombia, diciendo que así las cosas comenzaron a cambiar en ese país. Pero eso no quiere decir que el narcotráfico se acabó. Lo que acabó fue la presencia de los grandes carteles; la producción de droga continúa. Si no, ¿de dónde salen las estimadas 250 a 300 toneladas de cocaína que, según el Departamento de Estado de EE.UU., pasan anualmente por Guatemala?

En Guatemala, ¿qué ocurrirá quitando a Waldemar Lorenzana del camino? Toda acción de la justicia desencadena consecuencias, deseables e indeseables. En los años 80, por ejemplo, en Colombia, la cacería de narcotraficantes llevó a los grandes capos a refugiarse en Panamá, donde no tardaron en aliarse con el general Manuel Noriega, quien les abrió la ruta de trasiego por Centroamérica. Menos de una década después, la guerra abierta del presidente Alberto Fujimori al narcotráfico en Perú (donde ordenó derribar las avionetas que transportaban la pasta de coca a Colombia) obligó a los colombianos a producir su propia pasta de coca.

En la mitad de la década de los 90, cayeron los grandes carteles colombianos de Cali y Medellín con las extradiciones a EE.UU., pero surgió el Cartel del Norte del Valle (con los remanentes de la organización de Cali). Algunos de sus miembros presuntamente usaron los mismos intermediarios que Paredes en Guatemala, para transportar droga desde Panamá hasta México por vía marítima. Cuando en la primera década del milenio las extradiciones acabaron con el Cartel del Norte del Valle, el negocio se atomizó en pequeñas células de bajo perfil. Además, al negocio también entraron los paramilitares y la guerrilla, que custodiaban los laboratorios de producción de droga. Entonces, cambió el balance de fuerzas, y las organizaciones mexicanas controlaron el transporte de Suramérica a México y EE.UU., y decidieron cuánto ganaban por el traslado de la droga (condiciones que antes dictaban los colombianos).

Un escenario similar es previsible para Guatemala, aún si es temporal, en la medida en que sigan cayendo los capos guatemaltecos y no se ataque a los mexicanos. El único mexicano de alto perfil capturado en Guatemala es el mismo “Chapo”, en 1993. Las autoridades insisten en hablar de “El Cachetes” como un trofeo, pero él no aparece mencionado en ninguna de las nóminas de líderes Zetas en México, como sí aparece el grupo de los Zetas al que pertenecía el asesinado Víctor Peña, que provocó la guerra entre Zetas y el Cartel del Golfo. El jefe de Víctor Peña era Miguel Treviño, a quien una alta autoridad del Ejecutivo ubica en Guatemala, pero que –hasta donde se sabe– no se despeinó con el Estado de Sitio en Alta Verapaz ni el Ministerio Público lo investiga. Como los Lorenzana, Treviño también es parte de la misma lista del Departamento del Tesoro (es el número 500) desde 2009, igual que los Zetas en pleno y el Cartel de Sinaloa.

Según Menocal, todavía “quedan peces gordos pendientes de captura”.

Delitos en Guatemala, sin castigo

El Ministro de Gobernación dijo que el sistema de justicia “sí puede” con este calibre de delincuentes (Lorenzana), y que lo demuestran las capturas realizadas por medio de la coordinación de la PNC con el MP, en una mesa de trabajo específica para este caso, que fue una de las “buenas lecciones [aprendidas] de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG)”. Dijo que hubo “fiscales y policías trabajando 24 horas”, y que capturar a Lorenzana “en un año electoral implica que las autoridades no tienen compromiso con ninguna estructura criminal”.

La Fiscal General dijo que Lorenzana fue capturado por solicitud de EE.UU. También reconoció públicamente que él y Ortiz eran responsables “por hechos cometidos en este país”, que generan violencia y corrompen el sistema de justicia, con sobornos a fiscales, policías y jueces. Paz agregó que había un interés común en estas capturas. Pero, y si no lo hubiera existido este interés común, ¿se les habría capturado?

Es elocuente que Ramírez, Ortiz y Lorenzana traficaban desde hace más de una década, pero el MP no actuó de oficio, y ningún juzgado emitió órdenes de captura por hechos que Paz reconoce que fueron cometidos en Guatemala. Tampoco se divulgaron resultados de investigaciones de casos en los que Lorenzana, por ejemplo, eran sospechoso.

Lorenzana no sólo está acusado de traficar sino de matar. El 2 de mayo de 1999, la agencia Cerigua reportó que Carlos Coc Rax, miembro de la Asociación para el Desarrollo Maya Queqchí, había desaparecido desde el 21 de abril anterior, según el Centro de Acción Legal para Derechos Humanos (CALDH). CALDH reportó que en los meses anteriores a la desaparición, “el finquero Waldemar Lorenzana, quien está involucrado en disputas de tierras con Santa Rosa Balandra, le envió amenazas de muerte a Coc”. El activista fue visto por última vez antes de abordar un bote a su aldea, Santa Rosa Balandra, en El Estor, regresando desde la capital guatemalteca, donde había estado tratando de resolver una disputa de tierras que involucraba a 10 comunidades rurales. CALDH denunció que hasta diez días después de reportada la desaparición, las autoridades no habían investigado el caso. Para 2002, Amnistía Internacional reportaba que Coc seguía desaparecido.

Otro hecho atribuido a Lorenzana y bajo investigación, pero sólo en EE.UU., es el contrabando de armas hacia Guatemala. El 29 de septiembre de 2009, seis meses después de la acusación y orden de captura por narcotráfico en el Distrito de Columbia, una corte de Nashville, Tennessee, acusó a cinco sujetos de conspirar para comprar pistolas semiautomáticas, revólveres, y munición para exportar ilegalmente a Guatemala.

El expediente indica que, “los acusados tenían la intención de ocultar ante los vendedores y autoridades estadounidenses la identidad de los compradores y el destino final de las armas: los miembros de los Carteles de Droga de los Lorenzana y Mendoza”. Además, revela que uno de los acusados, Julio César Rojas López, se comunicaba con miembros de ambos grupos “para discutir cuándo comprar armas y municiones de comerciantes de armas en Tennessee, cuántas comprar, y cuándo llevar de contrabando las armas y municiones desde Estados Unidos hasta Guatemala”. El texto de la acusación establece que, “miembros de los Carteles de los Lorenzana y Mendoza, que viven en Guatemala, hicieron envíos electrónicos de fuertes cantidades de dinero a Rojas López para la compra de las armas y municiones”.

En la operación fue cómplice un policía estadounidense de servicio en Nashville, Edwing Ronal Morales, también procesado. Por lo menos 23 armas fueron sacadas de EE.UU. e ingresadas a Guatemala de contrabando, ocultas en vehículos conducidos o remolcados por Rojas López. Otras 5 fueron decomisadas en EE.UU.

En la investigación, que comenzó en 2008, participaron el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), el Departamento de Seguridad Nacional, y el Departamento de Control de Alcohol, Tabaco, Armas y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés). El caso fue parte de la operación “Armas Cruzadas”, un programa bilateral de la ICE para interrumpir y desmantelar operaciones de contrabando de armas, según dijo Michael A. Holt, agente especial del ICE en Nueva Orleans. Holt explicó que la operación estaba diseñada para “detener la exportación ilegal de armas desde los EE.UU. hasta las manos de organizaciones de narcotráfico”.

El ministro Menocal reveló que “está comprobado que [Waldemar Lorenzana] tiene relación con Ismael ‘El Mayo’ Zambada y el Chapo Guzmán”, del Cartel de Sinaloa (y con grupos de Colombia). Pero mientras se investiga a los Lorenzana por el trasiego de armas y de droga, en una corte de Chicago sucede algo intrigante. Los abogados defensores de Vicente Zambada Niebla (hijo de “El Mayo”), acusado de narcotráfico, aseguran que su cliente tenía relación con el gobierno de Estados Unidos por medio del “programa de tráfico de más de 2 mil armas hacia México, orquestado por EE.UU.”, y bautizado como “Rápido y Furioso”. El programa existió durante los últimos años de la administración del presidente mexicano Vicente Fox y se desarrolló durante el mandato de Felipe Calderón; involucraría a la DEA, al FBI, al ICE, y al Departamento de Seguridad Nacional, según el diario mexicano Vanguardia.

Si estas armas llegaron al Cartel de Sinaloa, dicen los abogados de Zambada Niebla, fue supuestamente bajo el amparo del gobierno de Estados Unidos, con cual apuestan podría eximir de culpa a su cliente (quien es vinculado con este cartel). Mientras eso se comprueba, el programa “Rápido y Furioso” envió por lo menos dos mil armas hacia México, algunas de las cuales quizá llegaron hasta Guatemala.

¿Y ahora qué?

Los escenarios previsibles para Guatemala hacen pensar más en Colombia que en México si, como advierte la Fiscal General, la justicia tiene un “poder preventivo” y ahora los criminales “se las van a pensar dos veces antes de cometer hechos delictivos”. El sociólogo Héctor Rosada dijo alguna vez que no se puede hablar de una mexicanización ni colombianización de Guatemala, porque la dinámica en cada país depende de la relación entre el crimen organizado y las autoridades locales, y la reacción de uno hacia otro. Habla volúmenes sobre el equilibrio en esa relación el que el sistema de justicia guatemalteco no procese ni castigue a los grandes narcotraficantes que generan crimen, violencia, corrupción y muerte en este país, y que sólo los capture cuando Estados Unidos los pide en extradición.

La detención del Patriarca apunta hacia el ocaso de los Lorenzana si nadie más en el clan (aparte de los tres hijos con orden de captura) levanta cabeza. Entonces sí, el imperio de droga se les convierte en un castillo de naipes a la espera de un soplo final para desmoronarse (¿De los Zetas? ¿De EE.UU.? ¿Del Estado de Guatemala?). Eso sí, para desmoronarse pero no para desaparecer, sino para mutar a otra forma, pues para el narcotráfico rige el mismo principio que para la materia: no se destruye, se transforma.

¿Serán los próximos los Mendoza? No se sabe. Por ahora, la cacería empujada por Estados Unidos va en dirección de los capos guatemaltecos del Cartel de Sinaloa. Sin embargo, una vez desencadenado el narco-dominó, es difícil apreciar –al menos todavía– en qué dirección caerán las piezas y cuales conseguirán quedarse en pie.

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