Aunque su inicio puede considerarse tímido, hoy, en 2015, la propuesta está tomando impulso alrededor del mundo. Varios países y varias regiones están adoptando el desafío. Vale la pena conocerlo un poco porque contiene un enfoque del combate del hambre desde una perspectiva de desarrollo y, de manera destacada, desde el desarrollo rural con determinante participación urbana.
A diferencia de otras iniciativas globales, como los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la novedad es que no hay una fecha fija para alcanzar resultados. Para algunas personas, esta es una debilidad. Para otras, ofrece a los países la oportunidad de fijar sus propias fechas. Esto se extiende a los cooperantes para el desarrollo, quienes pueden fijar objetivos en coordinación con los Gobiernos.
La fecha meta es imprecisa, pero no caprichosa. Diríase que es realista, pues presenta un enorme desafío si pensamos en lo que se quiere alcanzar. «En el transcurso de nuestras vidas», dijo el secretario general a los gobernantes presentes en Río+20. Es razonable pensar en 15 a 25 años de progreso sostenido (interpretación personal).
Con el auge de la propuesta, es razonable pensar que quien gane las elecciones presidenciales de Guatemala a finales de este año podrá participar en esta iniciativa mundial, que no tiene bandera partidaria. Esto le permite ser adoptada por nuevos gobiernos y gozar de continuidad.
El desafío resulta muy interesante porque resume en pocas palabras los problemas más críticos de la seguridad alimentaria. Helos aquí:
«Cero retraso en el crecimiento en niños y niñas menores de dos años». Esto equivale a la actual Ventana de los Mil Días, y su meta es más que clara. Cero retraso, lo que significa tratamiento en salud y educación nutricional desde el mismo embarazo. Hay países que lo han logrado.
«Que el 100% de las personas tengan acceso a una alimentación adecuada durante todo el año». En seguridad alimentaria, el acceso a los alimentos es tanto físico (disponibilidad y capacidad para llegar a ellos) como económico (capacidad para comprarlos). Acceso económico pasa por tener un empleo con ingresos decentes: algo que para muchas personas es una propuesta radical, inflamatoria y empobrecedora.
«Que todos los sistemas alimentarios sean sostenibles». Las cadenas productivas en los sistemas alimentarios se componen de muchos actores: públicos, productores, proveedores de bienes y servicios que son insumo para la producción, cooperativas, actores de la sociedad civil. La sostenibilidad tiene aspectos de resiliencia, adaptación al cambio climático, prevención y mitigación de desastres, mercados y gobernabilidad. Los sistemas alimentarios sostenibles no se alcanzan con demagogia y medidas paliativas. No hay calditos mágicos. Hay que entrarles a las causas del problema.
«Aumentar un 100% la productividad y el ingreso de los pequeños productores». Este es un paradigma del desarrollo rural. Son la productividad y el ingreso los que hacen competitivos a los pequeños productores, que en realidad son pequeños empresarios. Negar o limitar el acceso a recursos e insumos productivos, así como a salarios dignos, es lo opuesto al desarrollo de la productividad.
«Cero desperdicio de alimentos y pérdidas poscosecha». Si les siguiéramos la pista a los alimentos desde la fase productiva, nos daríamos cuenta de las enormes pérdidas y del desperdicio alimentario de las sociedades modernas. Para los productos vegetales, hay pérdidas en el campo, durante la cosecha, en la manipulación y en el empaque-almacenamiento, durante la distribución hacia centros y puntos de venta, durante la preparación y, finalmente, en el consumo. ¿Qué porcentaje se pierde o desperdicia? Esto cambia de lugar a lugar. Los expertos utilizan, solo para la fase de poscosecha, un promedio de treinta por ciento. Esta es una cantidad escandalosa si pensamos en las personas que no tienen nada que comer. Según este documento de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los alimentos desperdiciados en la Región de América Latina y el Caribe ¡son suficientes para alimentar a todos los desnutridos de la misma región! Esto es simplemente espeluznante. Haga la prueba: mida, en libras o kilos, la cantidad de comida sin procesar y procesada que va de su cocina a la basura.
Diga usted si los cinco puntos mencionados no son profundos, certeros y prácticos. ¡Malaya un debate de aspirantes a la presidencia o a diputaciones sobre cómo piensan alcanzar cada uno de ellos! ¡Malaya un entrevistador que les ponga estos puntos sobre la mesa y los presione a voltear sus cartas!
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