Sin embargo, los temas centrales de la política exterior, que debería estar regida por el jefe de la cartera, están en manos ajenas. Así, el eterno consejero de la Cancillería, dueño de su placita por pedigrí de intelectual orgánico, empuja la política de revisionismo de la memoria histórica.
Ha sido el secretario de la Paz, Antonio Arenales Forno, y no el ministro de Relaciones Exteriores, quien ha pedido a la Corte Interamericana de Derec...
Sin embargo, los temas centrales de la política exterior, que debería estar regida por el jefe de la cartera, están en manos ajenas. Así, el eterno consejero de la Cancillería, dueño de su placita por pedigrí de intelectual orgánico, empuja la política de revisionismo de la memoria histórica.
Ha sido el secretario de la Paz, Antonio Arenales Forno, y no el ministro de Relaciones Exteriores, quien ha pedido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) abstenerse de juzgar el genocidio cometido en Guatemala. Al secretario Arenales le ha acompañado como sombra el titular del Programa Nacional de Resarcimiento -PNR, Jorge Herrera Castillo, vinculado a los servicios de inteligencia militar. Ni en la argumentación ni en la gestión exterior de semejante engendro, ha tenido vela el excandidato presidencial Harold Caballeros, inscrito en el último momento de la carrera electoral.
En el ámbito del debate sobre la lucha contra las drogas -un tema que ha ganado espacio internacional, el canciller también está fuera del tablero. La ocurrencia que el mandatario lanzó al aire, como globo sin rumbo, terminó en los corredores de la Organización de Estados Americanos -OEA- y cruzará el océano para llegar a la Cumbre Iberoamericana en noviembre. Nacida sin más padre que el cerebrito del Presidente, la idea de discutir la posible legalización de las drogas, luego rebajada a debatir sobre nuevas formas de combate a dicho flagelo, ahora tiene otro capitán. El excanciller y exsecretario de Análisis Estratégico, Edgar Gutiérrez, ha sido designado por el gobernante como su operador para dicho fin.
En materia de cooperación internacional para el desarrollo, la batuta la lleva la Secretaría General de Planificación de la Presidencia (SEGEPLAN), a cargo de Fernando Carrera. El ministro está lejos de dicha jugada, como lo está de las otras dos.
De esa cuenta, el titular de la diplomacia guatemalteca, se encuentra muy lejos de estar al frente de la misión fundamental de la oficina que dirige. Una oficina que bien puede estar en los dos grandes ejes de la política de Estado: la de desarrollo, que se nutre de las oportunidades; y la de seguridad, que contiene las amenazas. Ni una ni otra pasan por los despachos de Caballeros en el diseño, la reflexión y el análisis. Y si llegan a su escritorio, será por momentos fugaces, tan solo para alguna firma, pues los temas serios van por otro camino.
Así de desdibujada está la Cancillería, entregada a Caballeros como botín político a cambio del apoyo para la segunda vuelta. Por eso se entiende que al margen de los ejes centrales de su oficina, el canciller ande cual muñequito de pastel, bien gracias, de tacuchito y de arriba para abajo, sonriendo. En última instancia, el Ministro está feliz. Cobró caros los votos de la segunda vuelta, no carga con el desgaste de la corrupción, el autoritarismo y la vocación fascista del Gobierno y de paso, se mantiene sin estrés. Total, en el nivel de manoseo de la política pública, no hay planes, solo ocurrencias; no hay funcionarios, solo cobra favores; no hay estadistas, solo rufianes; no hay políticos, solo merolicos.
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