El jueves 7 de marzo de este año, el ex ministro de Cultura y Deportes en el gobierno anterior, Jerónimo Lancerio, realizó acciones que se tipificaron como amenazas contra la periodista Sofía Menchú, reportera de elPeriódico. Lancerio le mostró a Menchú una conversación sostenida con el convicto por ejecución extrajudicial, capitán del ejército Byron Lima Oliva. Luego le indicó que una persona que había entrado al lugar de la entrevista era “un espía de Byron Lima”, un reo que se conduce como autoridad del sistema penitenciario al extremo de que sale y entra al penal como “Pedro por su casa”.
Días antes del encuentro, Menchú había publicado información periodística que documentaba los privilegios de Byron Lima en el centro penitenciario y la relación que le vinculaba con varias de las autoridades de la entidad. Lima había estudiado por lo menos con tres de las personas que tenían posiciones de poder en la estructura penal del país. De manera que, la acción de Lancerio era más que evidente en el sentido de actuar como mensajero y portavoz de una amenaza concreta.
Sofía decidió denunciar la amenaza y acudir en ejercicio de sus derechos, al sistema judicial. Presentó la querella contra Lancerio y, aunque en un inicio contó con acompañamiento del medio para el cual laboraba, pronto quedó en solitario. Sofía rechazó conciliar con su agresor, quien intentó llegar a un arreglo financiero, como si con dinero fuese a borrar el ataque. De tal suerte que avanzó en la demanda con el auxilio legal de la Unidad de Protección a Defensoras y Defensores de Derechos Humanos –UDEFEGUA– y el apoyo profesional de Centro Civitas y Sala de Redacción.
A los siete meses de los hechos, Jerónimo Lancerio ha sido condenado en Primera Instancia a seis meses de cárcel –conmutables y en suspenso–, por las amenazas en contra de una trabajadora de la prensa quien, en última instancia, también es una defensora del derecho humano a la información. Y aunque la mayoría de medios ha silenciado este hecho significativo –darle cobertura microscópica es casi lo mismo que no informarlo–, este evento constituye un logro importante para las y los trabajadores de los medios de prensa.
Como bien lo señala la Revista Sala de Redacción en su editorial del número de junio de este año: “Las y los periodistas en Guatemala tenemos todavía un camino muy grande por recorrer, el de la solidaridad y el acompañamiento, para enviar el mensaje a esos poderes que a las y los periodistas en el país ni se les pega ni se les paga –como dijo en una ocasión el actual alcalde capitalino, Álvaro Arzú– ni están dispuestos a seguir manteniendo el sistema de impunidad en Guatemala. Hablamos de un periodismo digno y en favor de la justicia”.
Ése es el periodismo que hoy ofrece Sofía Menchú a sus compañeros y compañeras. Ella ha mantenido contracorriente, un proceso judicial en aras de la dignidad profesional, en aras del ejercicio de la labor periodística, sin amenazas ni restricciones. Es un caso en contra de un actor poderoso ajeno a las empresas periodísticas, a quienes se les envía el mensaje de que cuando un o una periodista actúa con dignidad, es incorruptible e invencible.
Sofía Menchú merece el reconocimiento de sus colegas periodistas porque ha iniciado una ruta que todas y todos necesitan seguir, a fin de no tolerar arbitrariedades. Falta mucho por andar en la defensa de los derechos del gremio, en particular, de los derechos laborales de quienes son obligados y obligadas a trabajar en condiciones indignas para empresas que lucran con la información.
Un merecido agradecimiento a quien desde el mundo de la dignidad escribe una página en el terreno de la justicia.
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