La incorporación de mujeres en espacios de distinta índole no necesariamente resulta a favor de las mujeres. El hecho de que en programas tradicionalmente conducidos por hombres, ahora estén presentes cada vez más mujeres, no significa un avance en materia de igualdad de oportunidades y derechos. En estos casos, la idea es incorporar un producto más para el consumo visual de los hombres. Y no me estoy refiriendo en lo absoluto a que estas mujeres sepan o no de lo que están hablando, pues no apunta hacia allí mi crítica. Se trata de que el criterio que prevalece para seleccionar a las conductoras es el de las medidas del cuerpo; si conocen del tema o no, es un segundo plano. Esta situación también la he notado en programas de opinión, entre otros.
Fíjese que los hombres que se presentan en estos programas son quienes son y como son. No tienen que cumplir con un estándar de belleza. Pueden ser jóvenes o ya mayores. Pueden tener sobrepeso, calvicie, canas, etc. Sin embargo, las mujeres que se buscan para aparecer en estos espacios son en su mayoría jóvenes, en especial cuando se trata de programas deportivos –dirigidos a un público básicamente masculino–. Si son mujeres mayores, están en la obligación de combatir a toda costa los rasgos del paso de la edad, incluso poniendo en riesgo su salud. Por mencionar un caso que se me viene a la mente: el dúo más famoso de las noticias en Guatemala desde los tiempos en que tengo memoria: Luis Pellecer y Maritza Ruiz. Él deja ver cómo los años pasan sobre él, lo dice su rostro, su cabello. Ella en cambio, se ha mantenido a través de los años con un aspecto jovial, pero ¿cuál es el precio? Su ausencia en el noticiero desde hace ya algunos meses es atribuida –entre rumores– a una mala práctica durante una liposucción.
Hace poco leí la noticia de una “bella” (según los cánones del patriarcado) árbitra en Brasil que fue suspendida provisionalmente por la Confederación Brasileña de Fútbol luego de haber sido señalada de cometer un error en la marcación de una jugada. Además, un directivo de uno de los clubes de fútbol dijo "si ella es bonita es mejor que se vaya a posar a una revista para adultos". ¿Qué árbitro no ha cometido errores? Por más bueno que sea en su profesión, es imposible ser infalible teniendo en cuenta las capacidades humanas reales. Sin embargo, el hecho de ser mujer fue su pecado. Si esto le hubiera ocurrido a un hombre, el error hubiese sido normal (más allá de los insultos que esto conlleva), jamás hubiese sido suspendido ni enviado a tomar cursos de refuerzo antes de su regreso.
A diferencia de los hombres, en muchos casos las mujeres tienen que estar constantemente probando que son buenas. También se ven sometidas a ser calificadas y clasificadas por su aspecto físico, como si se tratara de un carro. Eso me recuerda las veces que he escuchado a narradores de fútbol en partidos de ligas femeninas, quienes identifican a las “bellas” jugadoras y cada vez que se refieren a ellas, les añaden algún calificativo. ¿Qué les da derecho de hacer este tipo de juicios? ¿Por qué no lo hacen cuando narran partidos de hombres?
Es por ello que no es suficiente con que pidamos que se “incluya” a las mujeres en los espacios que ofrece este sistema. El simple hecho de añadir mujeres no es avance en oportunidades y derechos, pues mientras la mirada patriarcal envuelva todos nuestros espacios, la inclusión de mujeres lo que hace es funcionalizar estos espacios –pensados y dominados por hombres– de una forma más llamativa al ojo masculino.
Más de este autor