El descontento ha sido expresado principalmente por las clases medias de las ciudades más importantes, jóvenes que han tenido mayor acceso a la educación. No se trata de personas que luego de haber sido beneficiadas (o privilegiadas, porque en nuestros países el estudio no es un derecho, sino un privilegio) se sientan a disfrutar del Mundial enajenados del resto de problemas del país y de los otros brasileños que están lejos de alcanzar un tipo de vida clasemediera. Más bien, se ha venido formado una masa con capacidad crítica que no pierde de vista lo esencial –en medio de un Mundial-: “Yo no estoy en contra de la Copa, señor. Pero sí en contra del dinero que se ha empleado en la Copa y que se podría haber gastado en otras cosas, como salud, educación y transportes”.
Brasil ha venido siendo escenario de numerosas protestas sectoriales (conductores de autobuses, del metro, maestros, policías y basureros). De esa cuenta que la sede del Mundial 2014 no sólo ha sido un centro de atención por el evento que hoy comienza, sino por las agitaciones sociales desatadas. Y esto, señores y señoras, no es falta de amor a su país ni les convierte en pesimistas, cangrejos o terroristas. Al contrario; son personas que demuestran salir de su zona de confort, que no se resignan a ser un “país en vías de desarrollo” –pero para los más ricos–, que no son indiferentes frente a los problemas de las mayorías y que saben exigirle al Estado los derechos negados, para ser una sociedad con menos inequidades e injusticias.
Hay países en América Latina que están despertado, países donde hay más educación. No esa educación para formar en los siete hábitos de la gente altamente efectiva para buscar el trabajo donde se gane más dinero. Es una educación que crea conciencia social y colectiva, que desarrolla pensamiento crítico y crea sujetos capaces de cuestionar los sistemas hegemónicos que no apuntan al bien común ni al reconocimiento de la dignidad de todas y todos por igual.
Y es importante resaltar el papel de la clase media en estos procesos del despertar de la ciudadanía, como ya se ha dicho por muchos otros. Las clases más bajas no están siempre en condición de participar en estos procesos, pues hay otras necesidades más vitales que cubrir (como buscar el alimento del día), y las clases más altas no están dispuestas a cambiar el sistema del cual se benefician. En Guatemala, sin embargo, la clase media sigue dormida, sigue viendo para arriba aspirando a ser canche y al tipo de vida oligárquica, defendiendo a sus verdugos y señores feudales, diciendo que no hubo genocidio o firmando peticiones para Suiza para que quiten la condena a un asesino –canche–.
Si –en un mundo paralelo– Guatemala fuese elegida para ser sede de un mundial y, al igual que en Brasil, se dieran protestas por los altos gastos, entre escándalos de corrupción y con otras necesidades sociales sin atender, estoy segura que los sectores reaccionarios y sus fans de la clase media ya hubiesen lanzado una ofensiva mediática diciendo que quienes protestan no aman a Guate, son unos resentidos, pesimistas, cangrejos y terroristas. Estarían sobre todo, sumamente preocupados por la mala imagen que se le estaría enviando al mundo de Guatemala… No cabe duda que tenemos un largo camino por recorrer antes de visualizar en nuestro país a una clase media abriendo brechas para las grandes transformaciones que necesitamos como país y sociedad.
(*) http://internacional.elpais.com/internacional/2014/06/10/actualidad/1402...
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