Me dejo envolver por ese sonido mientras un helicóptero que empezó maniobras a las cuatro de la mañana despierta entre protestas a toda la casa y me pone frente a la computadora para escribir estas líneas, que van tomando forma gracias a la segunda taza de café negro.
Hace unos días, la discusión sobre las omisiones del documental de Netflix Rompan todo resucitó gracias a la conversación de la que fui parte en un podcast para Fast Food & Rock. Entre esas ausencias siguen destacando las del heavy metal, el papel puramente anecdótico de las mujeres y la no referencia a Brasil. Sin ánimo de abundar sobre lo que ya se ha escrito y hablado mucho, vuelvo al tema pensando en dar ejemplos de lo que no se menciona.
Y para eso voy a utilizar una casualidad afortunada, la de haber tropezado hace poco con una crónica sobre Actos de resistencia (2020), un documental de Nelson Varas Díaz sobre el heavy metal en tres lugares de América Latina que en principio pueden parecer no comparables entre sí: Sumpango en Guatemala, Imbabura en Ecuador y Medellín en Colombia.
El trabajo de Varas Díaz, realizado desde la óptica de un académico que profundiza en los fenómenos sociales, se enfoca en la orilla opuesta de la escena de la industria musical que glorifica el documental de Netflix y dedica su exploración a los contextos sociales en que se expresa este género.
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Varas Díaz ha compilado una poderosa playlist de las canciones que seleccionó para su documental, la cual incluye bandas que realizan fusiones de gran intensidad entre los sonidos de instrumentos andinos y los riffs de guitarras eléctricas, como se aprecia en Machali, de los ecuatorianos de Curare, pasando por el sonido más clásico de El despertar, de la banda hondureña Rebelión, hasta llegar a los argentinos de Arraigo y su canción Lejos a buscarme. En la playlist de Varas Díaz se encuentra un clásico de esta arena: Crisálida, de Chile, que desde 1997 rompe con el molde de lo que omite Rompan todo: mujeres en un papel protagonista.
Así, mientras repaso la selección de canciones de esa playlist, no puedo dejar de asociar estas con un fenómeno con un mayor éxito comercial y que cumple con esas otras dos condiciones de las omisiones de Rompan todo: Sepultura, la banda brasileña de Belo Horizonte que tiene un nombre propio en el thrash metal desde 1984.
Con el tiempo, la agresividad e intensidad de la voz de Max Cavalera les ha dejado espacio a otros que, pese a las mutaciones, mantienen vivo ese espíritu de Roots, Bloody Roots (1996), cuyo video fue filmado en las catacumbas de Salvador en las que se almacenaba a los esclavos africanos con sus historias y tristezas. El papel de Sepultura es central para el desarrollo del nu metal, como lo recuerda una crónica de Nación Rock que enuncia hasta la saciedad los contenidos de ese video: «El fetichismo, el capoeira, los percusionistas de Timbalada y los afrobrasileños, así como la referencia a la religión de candomblé». A esto yo solo puedo añadir la camiseta de los Deftones que usa Cavalera.
Terminó estas líneas con mi cuarta taza de café. La hora de las teleescuelas y del teletrabajo se hace cada vez más próxima.
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