Podemos tomar el dato con pinzas (como todo dato en el campo de la investigación social), pero no cabe ninguna duda que hay una tendencia fuerte que no puede desconocerse. Esta tendencia –ahí está lo importante– nos habla de algo: el matrimonio es una institución en crisis.
Hecha una retrovisión histórica de esa tendencia se descubre que la misma, en estas últimas décadas, ha presentado como diferencia básica el hecho de mostrarse en forma pública sin mayores problemas; pero ha estado presente en las sociedades desde tiempos inmemoriales. En cualquier cultura, y en toda época, el matrimonio, en tanto institución, ha evidenciado signos de, por lo menos, debilidad. Quizá ahora, sin que el mundo sea un paraíso precisamente, pero con una mayor permisibilidad para ciertos temas, se puede hablar con más libertad sobre esta tendencia. Cada día más, por otro lado, legislaciones de distintos países aceptan el divorcio como un mecanismo social legítimo. Por supuesto que es un tema controversial y se puede estar furiosamente en contra de esa dinámica, pero la realidad es dura y obstinada.
La institución del matrimonio va acompañada y se inscribe en otra formación social tal como el patriarcado, el machismo; modalidad cultural que, sin poder decir que esté en absoluto proceso de crítica, al menos comienza también –muy tibiamente todavía– a ser cuestionada. En este marco general, entonces, debe entenderse el matrimonio como el dispositivo social que permite/asegura la perpetuación de la especie, de la propia cultura, y de la propiedad privada. Es la célula social que sirve para reproducir el sistema vigente.
Todas las sociedades son conservadoras (para eso existen justamente: para conservarse a sí mismas, asegurando los logros históricos que han ido consiguiendo en el nunca terminado proceso civilizatorio); todas las sociedades, hasta ahora, son machistas, patriarcales. El matrimonio, en tanto célula primordial de las sociedades, es por tanto conservador, machista, patriarcal.
El matrimonio implica un contrato social, una instancia legal. Como tal, entonces, es producto de una acuerdo, de un convenio; por tanto, también sujeto a evolución en el tiempo (siempre las legislaciones van a la zaga de los hechos consumados; se hace ley lo que ya existe de hecho como práctica consuetudinaria).
Hasta ahora el matrimonio, con deficiencias intrínsecas insalvables (la "infidelidad" es tan vieja como el mundo) ha venido cumpliendo su cometido. Y seguramente pueda seguir cumpliéndolo, aún con sus nuevas variables: matrimonios homosexuales por ejemplo. Lo cierto es que nos abre preguntas que, creo, ya no podemos seguir evadiendo.
Por cierto que, como institución, no se nutre necesariamente del amor ("el amor eterno dura… tres meses"); muchos matrimonios (si se conocieran los datos reales sin dudas caeríamos de espaldas) se mantienen por otras circunstancias, muy alejadas por cierto del enamoramiento entre sus cónyuges: conveniencia y/o necesidad social. Una vez más: somos conservadores, ese es nuestro sino humano.
En sí mismo, tal como está planteado en su estructura, lleva implícita la posibilidad de su transgresión –cosa, por lo demás, muy habitual–. Pero como institución conservadora va más allá de estas circunstancias "domésticas", intentando erigirse como un valor ético en sí mismo –cerrando los ojos, tolerando, dejando pasar "pecadillos" ocultos–.
Todo esto, entonces, es lo que abre el cuestionamiento: si está siempre en posibilidad de ser transgredido (las relaciones –y los hijos– extramatrimoniales son un hecho incontrastable); si no asegura el enamoramiento de sus partes; si conlleva todo el peso de la rutina y la formalidad de cualquier institución: ¿por qué se mantiene el matrimonio?
Dar una respuesta convincente a esta pregunta implica largos desarrollos sociales, psicológicos, incluso políticos, que exceden las posibilidades de una pequeña presentación como la presente (pero que, no obstante, invitan a emprenderlos).
Acompañando esas reflexiones –y he ahí probablemente lo más rico que disparan estas preguntas– queda la interrogante: ¿con qué reemplazarlo entonces?
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