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El lanzamiento de Sandra Torres, en dos actos

Facer possim assum typi non habent claritatem insitam est usus legentis in iis qui facit. Decima eodem modo typi qui nunc nobis videntur.
Typi qui nunc nobis videntur parum clari fiant sollemnes in. Tempor cum soluta nobis eleifend option congue nihil imperdiet doming.
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El lanzamiento de Sandra Torres, en dos actos

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A nadie en el país le sorprendió el anuncio de la candidatura de Sandra Torres de Colom a la Presidencia. Era cuestión de escoger el día y la forma del performance para presentarse en sociedad, o en sociedades. Estos son dos relatos desde los escenarios que escogió para oficializar sus pretensiones políticas: un barrio marginal y la sede del partido oficial en la Ciudad de Guatemala.

Acto primero: La benefactora de los pobres quiere ser presidenta. “He tomado esta decisión por una sencilla razón. Es una razón poderosa: por ustedes. Por mi gente, por mi país. Por las mujeres, por los abuelitos y las abuelitas, por los adultos mayores, por los discapacitados, por los abandonados, por los huérfanos y las madres solteras, por las viudas. Por todos los necesitados y necesitadas de Guatemala”. Sandra Julieta Torres Casanova, con pausas y énfasis ensayados, respondió así al “reto” que le lanzó —parte del show de su comando de campaña— Marco Tulio Aragón, vecino de La Carolingia, uno de los tantos barrios misérrimos azotados por la criminalidad. El sector fue escogido en contraposición a las áreas de “allá arriba”, de la “Guatemala próspera y desarrollada”, como un símbolo de la “Guatemala pobre, con muchas necesidades”. Torres lo enfatizó antes de que comenzara a ser vitoreada. “Estamos orgullosos de tenerla en la colonia. Usted es una mujer de trabajo. Acepte el reto de ser candidata: ¿sí o no?”, le propuso-preguntó don Maco a eso de las 11:10 del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. “¡Ella es!, ¡Ella es!”, se desgañitaba un hombre de la tercera edad, tratando de animar a la concurrencia, en su mayoría compuesta por mujeres. La escenografía de la media hora que “doña Sandra” estuvo en el lugar, desde que se bajó de la Toyota Prado gris, que forma parte de su caravana presidencial de siete vehículos, fue bien planificada. Poca y barata utilería en el escenario —el salón comunal de la cooperativa de agua de esa colonia mixqueña— sirvió de telón a la oratoria en favor de los desheredados que leyó la esposa del presidente. Apenas hubo 18 globos rojos, 14 blancos, 18 verdes y 10 azules, mezcla de los colores de la entente que conforman la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), la Gran Alianza Nacional (Gana) y el partido Victoria. Hubo también 150 sillas —insuficientes para las casi 200 personas que se apiñaron en el pequeño salón, del tamaño de un campo de basquetbol— y dos juegos de letras que formaban frases que, quizá, la esposa del presidente no pudo leer: “Sandra es trabajo, seguridad y honradez” y “Sandra es transparencia, solidaridad y amor”. Cuatro imágenes impresas en vinil: dos con el rostro de la candidata —donde sus verdes ojos aparecen en marrón— y otras mientras abraza a un niño. Es poco probable que leyera el contenido de las 10 cartulinas, escritas con la misma caligrafía por orden de alguno de sus propagandistas: “Sandra dirá que sí”, “Sandra lucha por mí”. Más que una actividad de campaña, por momentos parecía un acto seráfico, con música del argentino Diego Torres de fondo, en donde las multitudes recibirían panes y peces de manos de su benefactora. Foto de Sebastián Pedro Foto de Sebastián Pedro Siempre los pobres A “doña Sandra”, esa licenciada en Ciencias de la Comunicación de 56 años que ya encadena tres campañas electorales —en las que acompañó a su persistente esposo, Álvaro Colom Caballeros—, le chisparon los ojos verdes cuando escuchó a don Maco y al alcalde de Mixco, Amílcar Rivera, quien le ofreció “trabajar porque sea presidenta”, al mismo tiempo que criticó “a la mano dura —en alusión a Otto Pérez Molina, por quien trabajó hace cuatro años en Mixco— porque ataca a los delincuentes, pero pasa golpeando a todos los demás”. Quizá lo más ostentoso dentro del salón fue el collar y los aretes de perlas de "doña Sandra", a tono con su atuendo blanco y marfil, con vivos negros. Antes de aceptar “el reto”, repasó los programas sociales impulsados por su esposo y que “han puesto al ser humano en el centro de las políticas de este gobierno”. Enumeró Mi Familia Progresa, la Bolsa Solidaria, las Becas Solidarias, los Comedores Solidarios… sin mencionar que muchos de los proveedores se han enriquecido por medio de esas acciones favorables a los pobres. Una decena de veces fue interrumpida por vivas y aplausos. También tuvo palabras para “los politiqueros y politiqueras”, sin nombrarlos directamente, a quienes acuso de haber permanentemente saboteado al gobierno de la UNE. Tampoco olvidó a los empresarios —“los principales actores para el cambio de nuestro país”—, a quienes recalcará, de llegar al poder, que deberán sujetarse a reglas y no a privilegios. “Mi compromiso es con los más necesitados. A ellos, a ustedes, mi corazón y mi amor”, les dijo antes de cerrar con aire mesiánico su primer acto oficial como aspirante a suceder en la presidencia a su esposo: “Esta es su campaña. Esta es su luz. Esta es su esperanza”. Acto segundo: La conferencia de guión Por Enrique Naveda Hay veces en que una conferencia de prensa se convierte en una pasarela de moda, en un anuncio de maquillaje o en el mejor de los casos en una suerte de puesta de largo, de anticuada presentación en sociedad. Todo el ritual está calculado: el vestuario límpido, las frases romas, el brillo perfecto en el pelo, los modales suaves aprendidos. Así se desenvuelve en el centro de la escena, en un vapor de flashes y fotógrafos, la dama del momento, la mujer del Presidente, la nueva aspirante a gobernar el país. Ha conseguido dominar las formas. Habla casi con dulzura, sus ademanes son pacíficos, su rostro, de natural anguloso, hoy más lozano. Que esta candidata no es la primera dama de siempre nos lo confirmará su llamado al diálogo. Y alrededor, aparentemente arrobados, tratando de contener su alegría espontánea y torrencial, los miembros del comité de la UNE se proyectan ante las cámaras con soltura desigual: unos, los más diestros, acostumbrados al pacto implícito de mostrar en los actos públicos cortesía y distancia ante unos periodistas a los que en privado tratan con una llaneza casi cómplice; otros, los más nuevos, con cierto azoro, con cara de estar abrumados. “¿Viste a Roberto Díaz-Durán?”, me dijo al salir un articulista que andaba por allí refiriéndose a uno de ellos. “Estaba como niño comprado”. Nunca lo hubiera descrito así pero lo cierto es que se movía entre los pesos pesados del partido con cierta aflicción al principio, como si arrastrara él solo toda la culpa del pecado original. Díaz-Durán es un recién llegado al partido, ex director de la Portuaria, y uno de los predilectos del Secretario privado de Álvaro Colom, Gustavo Alejos, que lo quiere ver como candidato a la vicepresidencia. Quienes lo rondaban, los fundadores, los sandristas, la izquierda, (el comité es tan heterogéneo -en algunos casos antagónico- como el gabinete de Gobierno actual) no sonríen ante esa posibilidad. Pero ahí estaban compartiendo espacio –todos para uno y uno para todos- como si en el fondo también compartieran objetivos. En la superficie lo que está es Sandra Torres: su candidatura, su voluntad de poder, su avidez de victoria y su nuevo discurso, conciliador pero desustanciado. Al terminar la conferencia de prensa varios de los reporteros experimentaba la sensación de en realidad, allí, no había sucedido nada. Y en un sentido era probablemente cierto: poco material para publicar al día siguiente. La candidata de la UNE no había dicho nada de gran valor informativo ni sus palabras envolvían escándalo alguno. Todo lo contrario. Tenían apariencia de haber sido escogidas con la intención de que no dijeran nada, de que no revelaran un solo detalle, de que sus detractores se quedaran con la miel en los labios. Por poner un ejemplo, Carlos Arrazola, el corresponsal de la Agencia EFE, le preguntó cuatro veces, desde distintos ángulos y con diferentes niveles de agudeza, argumentación y antecedentes, cómo pensaba hacer para sortear el artículo constitucional que le prohíbe, como esposa del Presidente, ser candidata. O si sopesaba acaso divorciarse. Foto de Sebastián Pedro Foto de Sebastián Pedro En contraste con las variaciones de la pregunta, la respuesta fue las cuatro veces calcada: una duda al principio, como si hiciera memoria, y después: -Yo tengo el legítimo derecho de participar, tengo el derecho constitucional, el derecho humano, derecho político.– Las cuatro veces inmutable, como un rezo, como una letanía. Reiteró varias veces que era su opinión, arguyó que los cónyuges no forman grado, respondió a un asunto nacional como si se tratara de un comentario futbolístico, y al final, pese a toda la instrucción para mantener la calma, comenzó a destilar cierto grado de impaciencia y molestia. Nunca dijo –lo eludió en todo momento- que no piense divorciarse de su esposo. Tampoco dijo que piense hacerlo. Algunos creen que es suficiente con que él haya descartado esa opción. Lo que sí dijo es que su programa de Gobierno, aún en desarrollo, tiene tres pilares: la seguridad democrática, el desarrollo económico con inclusión social, y la Cohesión Social. Lo que no sabe es quiénes –qué ministros, qué secretarios, qué gabinete- tendrán que ponerlo en práctica (dijo: “Yo dejaría esa respuesta para más adelante”), ni tampoco cuánto costará (dijo: “estamos trabajando en aterrizar políticas. Pero más que valorizar el programa de gobierno, tenemos que trabajar en el costo real, qué presupuesto podría alcanzar el Congreso. Y tendríamos que esperar a su conformación para conocer la relación de fuerzas políticas, porque un gobierno depende del presupuesto”). Si en algún caso su hipotético gobierno precisara de más fondos acudiría a “un pacto fiscal, más que a una reforma fiscal”. Lo que la nueva suavizada Sandra busca –o al menos tal es su discurso nuevo- son “consensos”, “que se pueda dialogar”, porque ella es, según dice, una persona abierta al diálogo que pretende hacer una campaña de altura. Pero hay al menos una cosa rara en todo esto. La puso de relieve cierto reportero durante la conferencia: “Si usted le comunicó al presidente el domingo por la noche su decisión de participar”, empezó, “¿cómo es que el lunes ya estaban emitiendo spots publicitarios que lo anunciaban?”. La respuesta —“la coalición UNE-GANA es muy eficiente”— fue tan rápida e ingeniosa que incluso ellos mismos soltaron sonoras carcajadas.

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