Un capítulo de los Simpson describe magistralmente la situación de la clase media: Lisa es declarada como niña prodigio en su escuela, por lo tanto hay que inscribirla en un colegio para prodigios; la colegiatura es exageradamente alta y la familia recurre a solicitar una beca. La sorpresa es que las becas están reservadas para pobres extremos o minorías y ellos no califican en ninguna de estas escalas, pero tampoco tienen el dinero para pagar la colegiatura, que obviamente está al alcance únicamente de los ricos; al final nadie por ellos, nadie los ayuda, la clase media siempre olvidada en el diseño y ejecución de la Política Pública.
De la teoría a la práctica en temas de definir las clases sociales, a cada país hay que hacerle un traje sastre, para el caso de Guatemala creo que nadie lo ha hecho mejor que Edelberto Torres Rivas en un ensayo titulado “Guatemala: un edificio de cinco niveles” (Introducción a un análisis de estratificación social), donde compara a nuestra sociedad con un edificio de cinco niveles, de los cuales tres están sobre el nivel del suelo y dos son sótanos; sin ventanas, ni puertas, ni salidas.
Lo que llama la atención del mencionado ensayo es como logra matizar la clase media en los niveles tercero y cuarto, o sea los dos primeros sobre el nivel del suelo y que nos sirven para decantar la clase media “baja” y la clase media “alta”, las que sumadas representan la mayor parte del consumo, de la fuerza de trabajo formal e informal, de la organización social, de la participación política, etcétera.
Ahora bien, es sobre la clase media baja, sobre los habitantes del primer piso donde se ceban las calamidades de un entorno económico y social como el que nos toca vivir, es ahí donde radica el mayor riesgo de movilidad hacia los sótanos, donde se perciben las mayores angustias (que no se remedian ni temporalmente con las tarjetas de crédito como lo hacen los del segundo piso) y que finalmente puede terminar golpeando la escasa gobernabilidad del país.
¿Cómo los describe el ensayo?, veamos (al menos parcialmente): “Los habitantes del Primer piso constituyen el “estrato medio bajo” de la sociedad guatemalteca, que equivalen al 22.5 por ciento del total nacional. …. En este piso vive menos de un cuarto de la población,…. es decir el 20.5 por ciento…. el 36 por ciento son menores de quince años y tienen un 2.8 hijos promedio por familia. Del “estrato medio bajo” salen un 32 por ciento de empleados del comercio y servicios (llamados trabajadores de ‘cuello blanco’) y un 20 por ciento de trabajadores de fábricas o empresas, un 58 por ciento son ‘dueños’ de las microempresas del sector informal de la economía; y también la baja burocracia estatal. En una perspectiva ocupacional, del total de empleados públicos, un 35 por ciento pertenecen a este estrato y un 35 por ciento laboran en la enseñanza.
La escolaridad de esta clase media baja es de un promedio de 6.2 años y el 98 por ciento son alfabetos. Este sector social experimenta de manera muy sensible y con efectos malignos, más que los otros estratos, los efectos de las crisis económicas, del estancamiento y de manera especial, de la inflación, por la fragilidad de su status social, que cuidan y del cual dependen emocionalmente.” Acá se deben detener los diseñadores de Política Pública y sus administradores, para en un orden de prioridades intentar proteger a esta clase media baja, que hasta el momento y utilizando un conocido guatemaltequismo “no hay quien por ellos”.
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